INTERVENCIÓN DE CARLOS PANICERES EN EL ACTO DE ENTREGA DE LA MEDALLA DE ORO DE LA CÁMARA AL TSJA - Camara de Comercio de Oviedo

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Gracias, María.

Muy buenas tardes.

Gracias por acompañarnos en este acto que encierra —en su forma sobria y en su fondo solemne— un reconocimiento de los que no se improvisan ni se reparten por cortesía. Hoy no se premia a una persona, ni siquiera a una institución: hoy se premia un principio. El principio de justicia.

Gracias a todos los asistentes, numerosos, comprometidos, y fieles.

Gracias, por supuesto, a las autoridades presentes, a las que agradecemos su compañía y su implicación: al alcalde de Oviedo, Alfredo Canteli, y al presidente del Principado de Asturias, Adrián Barbón. Que estén ustedes aquí hoy es más que un gesto. Es, si se me permite, una obligación felizmente cumplida.

Quiero aprovechar también para saludar y agradecer la presencia en este acto de la alcaldesa de Gijón, Carmen Moriyón, cuya asistencia hoy, más allá del protocolo, es una muestra de esa Asturias que sabe cooperar y sumar voluntades.

Y por supuesto, a los alcaldes de Siero, Mieres, Lena, Las Regueras y Caso que nos acompañan. Su presencia da sentido a este acto, porque es en los territorios, en la vida concreta de nuestros pueblos y ciudades, donde la justicia encuentra su razón de ser más cercana.

También quiero agradecer y reconocer la presencia en esta sala de personas que han recibido en anteriores ediciones esta Medalla de Oro de la Cámara. Me refiero a Luis Fernández-Vega, Juan Carlos Rodríguez-Ovejero, Paula Rodríguez y Obdulia Fernández. Su testimonio es una especie de herencia compartida, una memoria viva de lo que esta institución ha querido representar a lo largo del tiempo.

Permítanme que haga una mención especial a MIR Asturias, empresa también galardonada con la Medalla de Oro, cuyo proyecto junto con la Universidad Alfonso X el Sabio para el edificio de Calatrava está generando una ilusión colectiva que no es frecuente. Se trata de un proyecto que tiene una importancia que va más allá de lo empresarial: puede ser la palanca que necesitamos para redimir y revitalizar el barrio del Cristo, que todavía arrastra el vacío que dejó el traslado del Hospital Central.

Este tipo de iniciativas, con alma y con ambición, son las que necesitamos para que Asturias no pierda más trenes, y para que barrios como el del Cristo dejen de ser una interrogación urbanística y pasen a ser una respuesta social y económica bajo el prisma de la colaboración. Como se ha visto, por ejemplo, en la Fábrica de La Vega donde Gobierno del Principado y Ayuntamiento de Oviedo han trabajado comprometidos por el interés general por encima de posibles discrepancias.

Pero estamos aquí en la sede de la Cámara porque entregamos hoy nuestra máxima distinción, la Medalla de Oro de la Cámara de Comercio de Oviedo. Y la entregamos al Tribunal Superior de Justicia de Asturias, representado por su presidente, don Jesús María Chamorro, por razones que no son fruto del azar ni de una moda institucional. Lo hacemos porque sin justicia, no hay economía; sin garantías, no hay inversión; sin seguridad jurídica, no hay libertad de empresa ni de personas.

Como dijo el propio Chamorro en recientes entrevistas —que algunos hemos leído con más interés que muchos artículos académicos—, los jueces no gestionan presupuestos, pero sí administran certezas. Y, en tiempos como estos, donde la confusión es a menudo premiada, la certeza es un bien escaso. Él ha reivindicado algo que desde la Cámara compartimos con convicción: que la justicia no es un decorado democrático, sino el pilar que sostiene todo el edificio.

Y si hablamos de edificios, permítanme detenerme ahí, porque a veces la metáfora se vuelve literal. Las infraestructuras de la justicia en Oviedo son, como bien saben, más propias de un folletín decimonónico que de una comunidad moderna. Dispersas, precarias, ineficientes. Como si al progreso no le hubieran llegado aún los planos.

Desde la Cámara lo decimos con claridad: la antigua sede de la Escuela de Minas ha de ser para una facultad, no para rellenar papeles de otros departamentos. Si se opta por hacer de ese espacio un centro administrativo, estaremos asistiendo, con resignación, a un nuevo episodio de ese viejo deporte asturiano: dar una solución barata a un problema caro, y convertir en burocracia lo que pudo ser futuro.

La justicia necesita espacio, necesita medios, y necesita decisión. Que no se demore más el proyecto de Llamaquique. Que la Universidad libere edificios y que la burocracia no los colonice para otras batallas. Justicia también es eso: entender que hay prioridades que no se negocian.

Otorgamos esta medalla —y permítanme recordarlo— no solo como un homenaje, sino también como una llamada de atención. Queremos contribuir a que la voz de los jueces asturianos se escuche más allá de los muros de los juzgados. Porque su trabajo no es solo resolver litigios: es dar sentido a una convivencia basada en derechos y deberes, en límites y libertades.

Y en este punto, permítanme que me salga un poco del guion. Porque si uno escucha con atención al presidente Chamorro, se encuentra con una ironía contenida, con esa mezcla de escepticismo y responsabilidad que distingue a los que saben que las soluciones no siempre se logran con grandes proclamas, sino con decisiones calladas, firmes, y muchas veces ingratas. Un hombre que cree que la lentitud no es prudencia si viene de la desidia, y que llama a las cosas por su nombre, aunque a veces el diccionario de la política evite algunas palabras.

La Cámara que represento no reparte medallas por simpatía ni por cortesía. Lo hace por convicción. Porque defendemos el principio de “hacer hacer”. Ese principio que no es un lema publicitario, sino una forma de estar en el mundo. Hacer hacer significa trabajar, implicarse, comprometerse con que esta tierra, Asturias, tenga las condiciones adecuadas para el progreso económico, la atracción de inversiones, la fijación de población y la creación de empleo.

No nos sirve una Asturias que se conforme con sobrevivir. Queremos una Asturias que tome decisiones. Que se aleje de disputas localistas y estrategias miopes. Porque en este momento nos estamos jugando mucho: desde el futuro de nuestras ingenierías hasta la continuidad de industrias clave como ArcelorMittal. No nos lo podemos permitir. La cooperación entre instituciones no puede ser un adorno: tiene que ser un pacto real, eficaz y constante.

En tiempos de incertidumbre, premiar a la justicia es premiar la confianza. Y es también, si se me permite, un acto de resistencia. Resistencia frente a la tentación de relativizarlo todo. Resistencia frente al descrédito de lo institucional. Resistencia frente al olvido.

Por eso hoy, esta medalla —como decía Delibes, que en cosas de reconocimientos era más partidario del mérito que del espectáculo— no es para colgar en la pared, sino para llevar en la conciencia.

Presidente Chamorro, gracias por su trabajo y por su ejemplo. Su claridad nos ilumina más que muchos focos. Que esta medalla sea un símbolo, sí, pero también un compromiso. Con ustedes. Con la justicia. Con Asturias.

Muchas gracias.

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