Juventud, sexualidad y consumo de sustancias: una radiografía para comprender y actuar

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Hablar de sexualidad y drogas en la adolescencia y juventud es abordar dos de los territorios más delicados del desarrollo humano. Dos mundos que a menudo se cruzan y se potencian mutuamente. Dos ámbitos donde conviven el placer y la inseguridad, el deseo y la desinformación, la libertad y la presión social.
Los datos disponibles nos hablan de una realidad matizada. No estamos ante una juventud que simplemente «descontrola», sino ante jóvenes que exploran y experimentan, muchas veces con más conocimiento del que suponemos, pero también con grandes lagunas en información segura, apoyo emocional y referentes saludables.

¿Qué nos dicen los datos?

En el marco del estudio nacional “Consumos de sustancias y relaciones sexuales juveniles” del Centro Reina Sofía de Fad Juventud en colaboración con Sociológica Tres S.L. y el informe cualitativo paralelo desarrollado en Madrid, se han recogido percepciones, hábitos y experiencias de más de mil jóvenes entre 16 y 29 años.
Los resultados revelan patrones y tensiones que nos interpelan a todas las personas adultas e instituciones con responsabilidad en la formación, salud y acompañamiento juvenil.

1. Relaciones afectivas: entre el apego estable y nuevas fórmulas

El 72,8% de los y las jóvenes prefiere relaciones monógamas. Esta inclinación hacia lo estable y seguro convive con una presencia minoritaria, pero significativa, de modelos abiertos o poliamorosos. Las chicas se posicionan más a favor de la monogamia, mientras que los chicos muestran más apertura a relaciones no convencionales.
Esta cifra, lejos de cualquier cliché, muestra una juventud que busca vínculos confiables, aunque también ensaya otras formas relacionales (en muchos casos) sin un marco claro para la gestión emocional o el consentimiento.

2. Información: abundancia de datos, escasez de criterios

La mayoría de chicos y chicas manifiesta tener información sobre sexo y drogas, pero esta proviene en su mayoría de fuentes informales: amistades, redes sociales, pornografía. Las fuentes confiables (como profesionales de la salud o educación) siguen estando en un segundo plano.
Este autoconocimiento informal no siempre se traduce en prácticas seguras. De hecho, un 51,5% no utiliza métodos anticonceptivos de forma constante. Las razones: mayor disfrute sin protección, confianza (a veces excesiva) en la pareja o simplemente «dejarse llevar».

3. Sexo y sustancias: un cruce más habitual de lo que creemos

Casi un 70% de los y las jóvenes ha tenido relaciones sexuales bajo los efectos del alcohol y el 28,6% ha consumido otras sustancias antes del sexo al menos una vez. Las drogas más comunes: cannabis, cocaína, MDMA y popper.
¿Qué buscan? Mayor desinhibición, disfrute, conexión. ¿Qué encuentran? A veces, sí; pero muchas otras veces, arrepentimiento, pérdida de memoria, disfunción sexual o situaciones no deseadas.

“Me he arrepentido de acostarme con alguien... pero en ese momento, con el alcohol, parecía buena idea”
(Joven, grupo de discusión mixto)

Además, las y los consumidores frecuentes de sustancias durante las relaciones sexuales presentan tasas mucho más altas de infecciones de transmisión sexual (ITS) y embarazos no deseados. La combinación de consumo y sexo no solo eleva los riesgos, sino que en ocasiones desdibuja el consentimiento y la capacidad de poner límites.
Un fenómeno emergente a tener en cuenta es el chemsex, que, aunque se asocia sobre todo a poblaciones adultas LGTBIQ+ en contextos urbanos, ha comenzado a aparecer en relatos juveniles. Consiste en el uso planificado de sustancias como GHB, mefedrona o metanfetaminas para mantener sesiones sexuales prolongadas. Aunque su presencia es todavía marginal entre la juventud, evidencia la necesidad de hablar abiertamente sobre prácticas sexuales de riesgo, placer, consentimiento y consumo planificado.

4. Riesgos percibidos vs. riesgos reales

El 73,8% considera que sus relaciones sexuales presentan «poco o ningún riesgo» de ITS, y el 67,9% piensa lo mismo respecto a embarazos no deseados. Sin embargo, el 19,8% ha tenido al menos un embarazo no planificado, y un 12% ha sufrido una infección de transmisión sexual.
Cuando se introduce el consumo de sustancias en el escenario, la percepción del riesgo se eleva notablemente. El 66,7% muestra alta preocupación por ser drogados sin saberlo, y más del 60% teme abusos, olvidos o adicciones.
Las chicas, especialmente, reportan mayor conciencia de estos riesgos, lo que puede deberse a una mayor exposición a consecuencias graves (violencia sexual, embarazo, estigmatización social).

5. Ocio y presión social: ¿libertad o guion escrito?

Aunque la mayoría no sale de fiesta de manera frecuente, el imaginario colectivo sigue asociando el ocio juvenil con la fiesta, el alcohol y el sexo casual. Las redes sociales, la música y el porno mainstream alimentan una narrativa en la que el cuerpo debe rendir, el sexo debe ser espectacular y el deseo debe estar siempre disponible.
Todo ello genera una presión, especialmente en adolescentes, por «cumplir el guion». Para algunos chicos, esto se traduce en ansiedad por iniciarse en el sexo «a tiempo»; para muchas chicas, en miedo a no estar a la altura o a no ser deseadas lo suficiente.

“Parece que si no haces equis cosas a equis edad estás fuera, pero a la vez si haces mucho, también te miran raro”
(Mujer, 18-20 años)

6. Consentimiento y comunicación: el eslabón más frágil

Uno de los elementos más complejos es el del consentimiento. No siempre está claro, no siempre se expresa con libertad, y a menudo se ve difuminado por el consumo de sustancias o por dinámicas desiguales.
La presión grupal, el miedo al rechazo o la desinformación afectan a la capacidad de decir “no” o de expresar deseos reales. Las estrategias de comunicación sobre sexo siguen siendo débiles, especialmente entre personas de diferente género, y más aún cuando media la fiesta, el alcohol o el deseo de «encajar».

¿Qué implicaciones tienen estos hallazgos?

Los estudios confirman lo que muchos equipos de intervención social y educativa ya intuían: que las prácticas sexuales y de consumo entre jóvenes están profundamente atravesadas por expectativas sociales, desigualdades de género, presión grupal, deseo, consentimiento, placer, consumo planificado, confianza, imagen corporal y desinhibición. Pero también hay márgenes de oportunidad: interés por el conocimiento, búsqueda de relaciones sanas y conciencia (al menos parcial) de los riesgos.
Por eso, es fundamental actuar desde la escucha y el respeto, sin criminalizar ni infantilizar a la juventud. Lo que necesitan no es tanto más control, sino mejores referentes, espacios seguros de diálogo, educación afectivo-sexual realista y políticas de reducción de daños.

Recomendaciones clave:
• Promover una educación sexual integral que abarque el consentimiento, el placer, la diversidad y el autocuidado, no solo la prevención de riesgos.
• Crear espacios intergeneracionales de conversación sobre sexualidad, donde madres, padres, educadores y jóvenes puedan hablar sin juicio.
Formar a profesionales en enfoques de reducción de riesgos y perspectiva de género para el trabajo con jóvenes en contextos de ocio.
Fomentar la participación juvenil en el diseño de campañas, talleres e iniciativas educativas. La juventud no solo es objeto de intervención: es sujeto activo de cambio.

De la preocupación al acompañamiento informado

Los estudios analizados nos invitan a alejarnos de los discursos alarmistas o moralizantes. La juventud española no está perdida. Está explorando. Pero lo hace, a menudo, en un entorno saturado de estímulos, con poca guía adulta y muchas exigencias contradictorias.
Desde el mundo académico, educativo, familiar e institucional, tenemos la responsabilidad de acompañar esas búsquedas con herramientas, diálogo, apoyo y sentido crítico.

“Hemos pasado del tabú a la presión. Antes no se hablaba de sexo. Ahora, si no llegas al orgasmo o no tienes pareja, también sientes que estás fallando. El reto es liberar a los jóvenes de esas cargas y devolverles la posibilidad de vivir su sexualidad con autenticidad.”
(Profesional entrevistada)

Bibliografía

Ballesteros, J.C. y Megías, I. (2025). Consumos de sustancias y relaciones sexuales juveniles: un estudio sobre las relaciones entre drogas y sexo en la juventud española. Centro Reina Sofía de Fad Juventud. https://doi.org/10.5281/zenodo.15100617

Ballesteros, J.C. y Megías, I. (2025). Consumos de sustancias y relaciones sexuales juveniles: un acercamiento cualitativo en Madrid. Centro Reina Sofía de Fad Juventud.

Recapiti
Pilar Nicolás Rodríguez