MITO vs REALIDAD: ¿Cambian las editoriales los libros de texto cada año?

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A partir de esta duda, que surge año tras año entre la comunidad escolar, comenzamos una serie de artículos de en La Ventana de Anele donde abordaremos diferentes mitos que tienen que ver con el uso de libros de texto en las aulas para clarificar algunas preguntas que, en ocasiones, aparecen entre las familias, el alumnado e incluso los propios centros. El objetivo es claro: mostrar una visión objetiva y documentada sobre los libros de textos, sus precios y su utilidad para el profesorado y las y los alumnos.

Así, el Real Decreto 1744/1998, de 31 de julio, aún vigente, refuerza este criterio en su artículo 6.5, al establecer que:

“Los libros de texto y materiales curriculares adoptados no podrán ser sustituidos por otros durante un periodo mínimo de cuatro años, salvo en los casos en que estuviera, de acuerdo con el informe de la Inspección, plenamente justificada su sustitución antes del tiempo establecido”.

Por tanto, las editoriales no pueden cambiar los libros cada curso, y los centros educativos deben mantener su adopción durante al menos cuatro años, salvo casos excepcionales y debidamente justificados.

Si las editoriales cambiaran sus materiales cada año, no sería viable desarrollar programas de reutilización como los que están activos en muchas comunidades autónomas, ni crear bancos de libros escolares que funcionan con éxito en toda España. Este tipo de iniciativas requieren precisamente que los materiales permanezcan vigentes durante varios cursos para garantizar su eficacia y sostenibilidad.

Un ciclo de uso razonable y necesario

Además del marco legal, existe un argumento económico incontestable: los proyectos editoriales requieren una fuerte inversión, tanto en contenidos como en producción y validación pedagógica. Es una inversión que solo se rentabiliza con el uso prolongado del material, más allá de un curso escolar.

Por ello, desde el punto de vista de una editorial, es mucho más rentable mantener los libros durante varios años que renovarlos anualmente. A ello se suma la voluntad de ofrecer a los docentes y centros materiales pedagógicos estables, bien elaborados y que puedan implantarse con garantías.

El periodo de cuatro años no solo es razonable, sino que permite incorporar, con el tiempo necesario, innovaciones metodológicas, actualizaciones científicas y mejoras pedagógicas. Este plazo también tiene sentido desde una perspectiva organizativa: en primaria, aunque el ciclo completo son seis cursos, los dos primeros son fungibles, por lo que el ciclo de implantación efectiva también se ajusta a cuatro años. En secundaria, la coherencia entre materias y cursos hace que este periodo sea igualmente adecuado.

Conclusión

Por tanto, afirmar que las editoriales cambian los libros cada año es un mito sin fundamento. Las leyes lo impiden, los hechos lo desmienten y la lógica económica y educativa lo hace inviable. El reto, como en tantas otras cuestiones educativas, es garantizar que todo el alumnado tenga acceso a materiales de calidad, actualizados y adaptados a los tiempos, sin caer afirmaciones que no se ajustan a la realidad.

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