Frenazo a las renovables y desregulación ambiental: Europa recorta su ambición climática y se pone de perfil ante el holocausto en Palestina y el desastre ecológico del Mediterráneo

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Eduardo Fernández, editor de Terabithia

  • Bruselas estudia aligerar las regulaciones medioambientales y reducir el ritmo de implantación de energías limpias para responder a las presiones de la industria
  • Mientras medio mundo se pone de perfil y sigue permitiendo que el ejército sionista extermine al pueblo palestino, las consecuencias ambientales y repercusiones en el mediterráneo de los continuos ataques a Gaza son incalculables.

En un giro inesperado para una región que se había erigido en líder mundial de la acción climática, la Comisión Europea ha anunciado una consulta pública para «simplificar» su normativa medioambiental. Bajo presión de sectores industriales, Bruselas estudia flexibilizar leyes clave como la Responsabilidad Ampliada del Productor, la regulación sobre residuos y, especialmente, la ley contra la deforestación importada, considerada uno de los pilares del Pacto Verde Europeo.

El excomisario de Medioambiente, Virginijus Sinkevičius, ha asegurado que “no se trata de deshacer lo avanzado, sino de mejorar la aplicabilidad”. Sin embargo, organizaciones ecologistas y expertos alertan de un proceso de desregulación encubierta que podría hacer retroceder años de avances.

Esta afirmación corresponde al texto de la consulta pública lanzada por la Comisión Europea el 23 de julio de 2025, en el contexto del paquete de normas para simplificar la legislación ambiental. En ese mismo documento, la Comisión destacó que su intención no era rebajar los objetivos ambientales ni comprometer la protección de la salud, sino aplicar normas de forma más eficiente y menos costosa.

Sinkevičius, como excomisario, respalda esta retórica: en dicho contexto, el mensaje defendía que se buscaba facilitar la aplicación o “aplicabilidad” de las leyes ambientales, no desmantelarlas. Sin embargo, organizaciones ecologistas y expertos advirtieron que estas reformas podrían esconder un auténtico proceso de desregulación encubierta, extendiendo la desprotección de normas clave como la responsabilidad ampliada del productor y la ley contra la deforestación.

La nueva comisaria europea de Medioambiente, Jessika Roswall, asumió oficialmente su cargo el 1 de diciembre de 2024, sucediendo a Virginijus Sinkevičius. En junio y julio de 2025, lanzó su primera intervención pública sobre resiliencia hídrica, marcando el agua como prioridad crítica. Asimismo, destacó la urgencia de prohibir los PFAS en productos de consumo lo antes posible. Pero lo contradictorio es que el 7 de julio, durante la presentación de la cuarta evaluación sobre la aplicación de la legislación ambiental de la UE, que revela un coste anual de 180 000 millones de euros por incumplimientos, Roswall defendió invertir en una mejor ejecución en lugar de relajar las normas. Pero parece ser que la Comisión no está por la labor y se viene a confirmar que en materia ambiental cada Estado parece un reino de taifas. Menos en una cuestión, dejando de lado a la población que justifica o ignora las matanzas de Gaza, lo cierto es que la totalidad de los Estados miembros no tienen fuerza alguna para parar al primer ministro judío y que incluso el nuevo Papa está «a Belén con los pastores». En Belén y Jerusalén es donde debería estar ahora su verdadero apostolado si quiere transmitir un mínimo de credibilidad como Jefe de Estado del Vaticano y líder de la comunidad católica.

Lo más grave e intolerable es que ya suman más de 59 500 muertes en Gaza —según el Ministerio de Salud local—, una cifra que supera las peores pesadillas de cualquier humano con conciencia. Y, sin embargo, nadie consigue detener esta maquinaria de exterminio que arrasa hogares, vidas y esperanza. Es como si toda la ciudad de Ávila hubiera sido arrasada. Como si cada calle, cada casa, cada rostro, hubiera sido borrado del mapa. Pero dicen que no es un genocidio. A ver qué les vamos a contar a nuestros nietos cuando pregunten…
Mientras tanto, avanzamos a tientas hacia una catástrofe ecológica que el Mediterráneo, exhausto, ya no puede aguantar. Este verano se están registrando olas marinas de calor récord, con temperaturas del agua que rozan los 31 °C, incluso 7 °C por encima de lo habitual para esta época del año, elevando los ecosistemas marinos al borde del colapso. No es posible desentenderse de un desastre cuando se sangra por el otro. Porque el genocidio en Gaza no solo acarrea exterminio humano, sino que multiplica vertidos, emisiones, destrucción de infraestructuras y la ruina de un Mediterráneo que agoniza entre la desesperación y el olvido. Europa, al retraer su ambición climática, se aleja de su propia historia y deja que un Estado asesino actúe impune, mientras el mar sigue calentándose y muriendo en silencio, testigo mudo de nuestra indolencia.

Frenazo solar en plena urgencia climática

Los efectos de este viraje ya se dejan sentir: por primera vez en una década, la capacidad solar instalada en la Unión Europea caerá en 2025. Según SolarPower Europe, el continente instalará 64,2 GW este año, frente a los 65,1 GW de 2024. La reducción de subsidios nacionales y la inseguridad regulatoria están detrás de este descenso, especialmente en Alemania, España y Países Bajos. Todo ello ocurre mientras Europa sufre una de las olas de calor más severas de su historia reciente. Solo en junio, más de 2 300 muertes se atribuyen al calor extremo en 12 ciudades europeas, según datos preliminares de institutos de salud pública. En España, ni los más mayores recuerdan un junio tan caluroso, al igual que un marzo tan lluvioso.

España, por medio de su ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico, Sara Aagesen, ha reaccionado de forma diríase que casi bipolar al anuncio de la Comisión Europea: se muestra favorable a una simplificación regulatoria, pero rechaza una relectura que implique rebajar su ambición climática o ambiental. Que ésta ambición debe ser, por encima de todo lo demás, la clave. Pero una cosa es formar parte del equipo del presidente Sánchez (quizás interesante en lo económico y regulatorio, pero otra cosa muy diferente es que Europa termine de una vez por todas de tomarse mínimamente en serio la ambición ambiental de España (el país más biodiverso del continente).

La ministra Aagesen defiende que la simplificación debe ir orientada a facilitar el cumplimiento de objetivos comunes –como los del Pacto Verde–, no a revisarlos a la baja. Por eso ha remarcado la necesidad de una acción pública basada en la certeza jurídica, para no contaminar la agenda de descarbonización con dudas o señales contradictorias. Ha subrayado que transición ecológica y competitividad deben ir de la mano: la certidumbre regulatoria fomenta la inversión y acelera los objetivos ambientales. En fin, que ve con buenos ojos los esfuerzos por reducir la burocracia ambiental, siempre que se mantengan los estándares y compromisos climáticos de la UE. Considera esencial que la UE avance hacia una regulación más eficiente y estable, sin debilitar el marco normativo establecido. Palabras.

El mercado verde también retrocede

La incertidumbre política en torno a la sostenibilidad ha tenido un fuerte impacto en los mercados financieros. La emisión global de bonos verdes ha caído un 32 % en el primer semestre de 2025, según cifras recogidas por Bloomberg. Europa, que tradicionalmente ha liderado este mercado, ve cómo inversores y empresas se repliegan ante el temor a cambios legislativos abruptos y señales contradictorias desde las instituciones.

“Cuando las reglas no son claras, los flujos financieros buscan seguridad, aunque sea en sectores más contaminantes”, explica la analista climática Sarah Méndez, del think tank New Climate.

China y la UE intentan reactivar el liderazgo climático

En contraste con las dudas internas, la Unión Europea y China reafirmaron su compromiso con el Acuerdo de París en una cumbre celebrada el 24 de julio en Pekín. Ambas potencias se comprometieron a presentar nuevos planes de acción climática antes de la COP30, prevista para noviembre en Brasil.

Aunque la declaración conjunta evita referencias a temas comerciales o geoestratégicos, el gesto se interpreta como un intento de salvar el liderazgo climático internacional en un contexto de parálisis política en EE.UU. y retroceso normativo en Europa.

La presión energética de la IA sacude EE.UU.

Mientras tanto, al otro lado del Atlántico, el auge de la inteligencia artificial está generando un aumento sin precedentes en la demanda eléctrica. Grandes centros de datos, muchos aún alimentados con combustibles fósiles, están disparando los costes energéticos en varios estados de EE.UU., lo que ha encendido las alarmas sobre el impacto climático de las nuevas tecnologías.

Además, la Agencia de Protección Ambiental (EPA) estaría evaluando la posible revocación del “endangerment finding”, la norma que desde 2009 permite regular los gases de efecto invernadero como contaminantes. Sería un golpe a décadas de legislación ambiental, y pondría en entredicho el compromiso federal con la lucha climática.

La aportación de un criminal del guerra

La invasión de Ucrania, y los ataques a Gaza —y más ampliamente el conflicto entre Israel y Palestina— no solo tienen consecuencias humanitarias devastadoras (se trata de un gran crimen, y ni siquiera de guerra, porque guerra no hay, lo que hay es un holocausto retrasmitido en directo y un intento impío de borrar de la faz del planeta al pueblo palestino, mientras el mundo entero se pone de perfil, incluido el Gobierno español), sino también efectos colaterales relevantes para la crisis climática global y la protección ambiental, incluidos los océanos. Ante los asesinatos continuos cometidos por el ejército sionista y ordenados por un primer ministro demoníaco, casi da sonrojo hablar de medioambiente, pero conviene tenerlo en cuenta. Y a ello vamos.

Aumento de emisiones y huella de carbono de los conflictos armados

Los conflictos bélicos generan enormes emisiones de gases de efecto invernadero:

  • Operaciones militares (bombardeos, transporte, maquinaria pesada, drones) emiten grandes cantidades de CO₂ y otros contaminantes.
  • La destrucción de infraestructuras civiles (como plantas eléctricas, instalaciones de tratamiento de aguas o edificios) genera incendios, escombros y procesos de reconstrucción que multiplican la huella ambiental.
  • El uso de armas y explosivos también contribuye a la contaminación del suelo y del agua, generando efectos tóxicos a largo plazo.

Según el Conflict and Environment Observatory, la guerra de Irak provocó más de 141 millones de toneladas de CO₂ equivalente solo en sus primeros años. Gaza, aunque de menor escala, es extremadamente densa en población e infraestructuras, lo que amplifica el daño per cápita.

Contaminación del mar Mediterráneo

Gaza está situada en la costa mediterránea (onde esa banda de locos ha situado un resort de lujo en un anuncio de propaganda fascista que da hasta repugnancia comentar). La infraestructura ambiental —ya frágil antes del conflicto— se ha visto gravemente afectada:

  • Las plantas de tratamiento de aguas están fuera de servicio, lo que implica vertido directo de aguas residuales al mar.
  • La destrucción o el colapso de redes eléctricas impide el funcionamiento de bombas de agua, lo que empeora la gestión de residuos y el tratamiento de desechos urbanos.
  • Esto tiene impacto directo en el ecosistema marino mediterráneo, que ya está amenazado por el cambio climático, la sobrepesca y la contaminación plástica.

Distracción política y pérdida de prioridad en la agenda climática

El conflicto de Gaza desvía el foco político, mediático y financiero de la acción climática:

  • Gobiernos que antes impulsaban políticas verdes (como Alemania, Francia o EE.UU.) destinan ahora más atención y recursos a la geopolítica, defensa o ayuda humanitaria.
  • En foros como la ONU, la OCDE o la Comisión Europea, los temas climáticos pierden protagonismo frente a las urgencias diplomáticas.
  • Esto reduce el impulso político necesario para tomar decisiones clave en el cumplimiento del Acuerdo de París, especialmente de cara a la COP30 en Brasil.

Finanzas verdes afectadas por la inestabilidad global

  • El aumento de tensiones en Oriente Medio eleva la incertidumbre geopolítica, lo que lleva a los inversores a ser más cautos con activos verdes o sostenibles.
  • El retroceso de instrumentos como los bonos verdes, observado ya en Europa este semestre, se ve agravado por la percepción de riesgo global.
  • Países que dependen de ayuda internacional para su transición ecológica (como los del Sahel o América Latina) pueden verse perjudicados si se desvían fondos a defensa o reconstrucción en otras regiones.

El ecopacifismo como respuesta emergente

En paralelo, muchas voces del movimiento ambiental están conectando más explícitamente el pacifismo y la justicia climática:

  • ONG como Greenpeace o Fridays for Future han denunciado que “no puede haber justicia climática sin justicia para los pueblos”, y vinculan el cese de conflictos con la capacidad global de cooperar frente al cambio climático.
  • El concepto de “climate peace” gana fuerza, defendiendo que la paz es condición previa para proteger el medioambiente a largo plazo.

Epílogos tibios

Algún día, cuando el polvo se haya asentado sobre las ruinas y los satélites muestren solo desierto donde una vez hubo infancia, playas y pan caliente, la humanidad escribirá un epílogo tibio y pulcro sobre lo que fue Palestina. Habrá documentales premiados, exposiciones con niños dibujando mariposas en ruinas, y alguna estatua en Bruselas o París que diga “Nunca más”, en letras pequeñas.

Se enseñará en las escuelas —si todavía queda algo que merezca llamarse escuela— que fue una “tragedia compleja”, “de difícil resolución”, un conflicto “de narrativas enfrentadas”. Los más valientes se atreverán a decir que fue “un fracaso colectivo”, aunque nadie mencione con nombre y apellido a los responsables. Habrá editoriales con la conciencia limpia, informes de Naciones Unidas y silencios encuadernados con papel reciclado.

Y mientras todo eso ocurre en el futuro, alguien, con la clarividencia que la inocencia de un niño es capa de interpelar a su padre o a su abuelo, en algún rincón del Mediterráneo donde las medusas ya hayan desplazado a los peces y el agua supere los 30 grados, preguntará:
¿Por qué no hicisteis nada?


Y no habrá respuesta. Solo miradas bajas, excusas técnicas, y quizás alguna nota al pie. Se responderá con evasivas envueltas en diplomacia, con excusas hechas de gas y geoestrategia, con informes que pesaban más que los cuerpos. Se dirá que era complicado, que había muchos intereses, que nadie podía detener la historia. Se dirá una vez más BASURA.

Y cuando pregunten otra vez, quizás solo quede el viento, soplando entre escombros que ya nadie llorará.

Porque sí, ocurrió ante nuestros ojos.
Con datos, con imágenes, con nombres y fechas.
Y preferimos gestionar la agenda antes que nuestras conciencias.

FELIZ VERANO, qué paradoja!

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