¿Para cuándo reformas de calado en la sanidad navarra?

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Gestionar la sanidad pública es, seguramente, una de las tareas más difíciles que puede asumir una Administración autonómica. Los recursos son finitos, las necesidades tienden a infinito y los problemas estructurales, como la escasez de médicos en determinadas especialidades o zonas, no se resuelven de un día para otro. Pero que entendamos esa dificultad no puede ni debe convertirnos en cómplices silenciosos de lo que no funciona. Denunciar lo que falla no es dinamitar el sistema público: es el primer paso para salvarlo.

En el caso de Navarra, uno de los problemas más graves sigue siendo la falta de personal médico en la red pública. Esta carencia no es nueva, pero tampoco ha mejorado. Según ha informado la prensa recientemente, Navarra ha tocado techo en su capacidad para formar médicos residentes (MIR). Y por otra parte, las plazas de difícil cobertura siguen sin cubrirse porque se sigue sin hacer nada efectivo para que resulten atractivas de verdad. Ni tan siquiera la nueva Orden Foral que se acaba de publicar sobre este tipo de plazas resulta mínimamente competitiva con lo legislado por el resto de comunidades autónomas. En algunos centros y especialidades continúan encadenándose contratos temporales, bajas sin cubrir y cupos desbordados que hacen imposible ofrecer la calidad asistencial que la ciudadanía merece.

Ante esa realidad, el Gobierno de Navarra ha optado por ajustar… pero en los papeles. En junio anunció la adecuación de la contabilidad de las listas de espera de primera consulta al sistema utilizado por el resto de CC. AA., siguiendo la pauta del Ministerio de Sanidad. En la práctica, esto ha supuesto que determinadas personas que esperan una consulta pero no cumplen ciertos criterios hayan dejado de contabilizarse. Se entiende si con ello se homogeneizan con el resto de regiones. Sin embargo, y a pesar del cambio estadístico, las listas de espera no han mejorado. Al contrario: los datos de junio muestran un estancamiento que deja claro que ni la demanda baja ni los recursos aumentan. ¿Pero de verdad se cree que ajustes meramente contables son suficientes para solucionar los problemas de accesibilidad al sistema sanitario?

Mientras tanto, la ciudadanía hace lo que puede: quien puede permitírselo, contrata un seguro de salud privado. Navarra es una de las comunidades con menor penetración de este tipo de seguros, pero, sin embargo, es la región con los mayores incrementos de su contratación en el último lustro. Y aun así, las listas de espera no disminuyen de forma sustancial. Cabe preguntarse qué pasaría con el sistema público si todos esos pacientes decidieran volver a él mañana.

Pero si el diagnóstico es preocupante, la respuesta institucional no resulta esperanzadora. La nueva Ley Foral de Salud, que debería marcar una hoja de ruta para modernizar el sistema, acumula retrasos incomprensibles. Se expuso a información pública entre agosto y diciembre de 2024 y recibió más de cien alegaciones, un buen síntoma de participación ciudadana activa. Hasta ahí, todo normal. Lo que no es normal es que, siete meses después de la fecha en la que se comprometieron a publicar los resultados de ese proceso, no haya habido respuesta alguna. Los plazos están para cumplirlos, pero al parecer solo para algunos.

Además, no hay señales claras de renovación ni mejora estructural. Y hay cosas por hacer: las habitaciones individuales en hospitales, la climatización de espacios asistenciales, los programas de prevención innovadores o cualquier gesto que indique que la Administración piensa a medio plazo, brillan por su ausencia. La sensación generalizada es de inercia: se parchea, se ajustan cifras, se lanza algún mensaje tranquilizador… pero la reforma profunda y valiente no llega.

Somos conscientes, insistimos, de que la sanidad no se transforma de un día para otro. Que hacen falta años para formar un especialista, que los presupuestos tienen límites y las demandas a menudo no, y que los profesionales de la salud trabajan al límite desde hace mucho tiempo. No pedimos milagros. Pedimos dirección, valentía política y rendición de cuentas.

La sanidad pública navarra ha sido, durante décadas, una seña de identidad y un motivo de orgullo para todos los navarros. Todavía lo es en muchos aspectos, pero sobre todo el acceso a la misma se está convirtiendo en un problema ciudadano de primer nivel. Mientras, pasará el verano y las listas de espera, como no puede ser de otra forma en estas fechas, subirán, y el puntal fundamental de nuestra sanidad pública, su equidad, se irá poco a poco desmoronando. ¿A que están esperando? Las reformas, ¿para cuándo?

Recapiti
ana-yerro