Laos: de un aula en ruinas a un lugar seguro para aprender ...

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Con solo nueve años, Vankham tenía motivos de sobra para abandonar sus estudios. Su deteriorada escuela de madera, en la provincia de Oudomxay, en el noroeste de Laos, estaba lejos de ser un entorno de aprendizaje adecuado. Sin embargo, Vankham se negó a que las malas condiciones definieran su futuro. 

Decidida a terminar la educación primaria, soportó a diario las dificultades de aquel edificio en ruinas: un techo de chapa oxidada que apenas les protegía de la lluvia y unas paredes de madera tan finas que no bloqueaban el ruido de otras aulas. 

Seis aulas —tres para educación preescolar y tres para primaria— acogían a un total de 146 niñas y niños, apiñados en espacios reducidos, haciendo frente a los elementos. Sin divisiones adecuadas, las clases se convertían en una lucha de voces. “No solo había mucho ruido, sino que la lluvia y el calor hacían que aprender fuera todavía más difícil”, recuerda Vankham. “En la estación seca, tenía que usar el cuaderno como abanico para refrescarme.” 

En casa, contaba con el apoyo de su padre, que era profesor, para ayudar a Vankham a ponerse al día con las lecciones. “Pero siempre me preocupaban los demás niños”, comenta la señora Seng, madre de Vankham. “No todos los padres tienen la formación necesaria para ayudar a sus hijos e hijas como nosotros.” 

La escuela funcionaba desde 2007 y, aunque su estructura era frágil, por sus aulas habían pasado generaciones de estudiantes, algunos de los cuales regresaron después como docentes. “Sé perfectamente lo difícil que es estudiar aquí”, afirma el profesor de 5º curso, el señor Thongsai, de 39 años. “Cuando era alumno, buscaba dónde goteaba el techo cuando llovía y cambiaba de sitio para no mojarme.” 

A pesar de las limitaciones, las familias y el Comité de Desarrollo Educativo del Pueblo (VEDC) trabajaron sin descanso para mantener la escuela en funcionamiento. “Animábamos a los padres a reparar los pupitres y bancos rotos”, explica la señora Sook, miembro del VEDC, de 25 años y subdirectora de la unión de mujeres del pueblo. “También motivaba a las familias para que los niños y niñas que faltaban a clase regresaran al colegio.” 

Pero la motivación por sí sola no solucionaba los problemas estructurales. Era urgente encontrar una solución a largo plazo. Y esta llegó a finales de 2024, cuando Plan International intervino para ayudar. Toda la comunidad —alumnado, profesorado, familias y autoridades locales— celebró la sustitución de la antigua escuela de madera por un moderno edificio de hormigón, completamente equipado con instalaciones eléctricas. 

“Es la mejor escuela primaria que hemos tenido nunca en el distrito de Namor”, afirma  el subdirector general del Servicio Provincial de Educación y Deportes, Khamsavang. “Animo a docentes, familias, miembros del VEDC y autoridades del distrito a cuidar estas instalaciones para que sirvan a las futuras generaciones.” 

Para Vankham, el cambio era más que necesario. “Ahora ya no nos distraen los ruidos de otras aulas ni el mal tiempo”, dice con una sonrisa. “Tenemos ventiladores eléctricos que nos mantienen frescos y por fin puedo concentrarme en aprender. ¡Sueño con ser una cantante famosa algún día!” 

Para garantizar que la escuela siga siendo un lugar seguro e inspirador para aprender, el profesorado y el VEDC han acordado poner en marcha un plan de operación y mantenimiento. Tanto el personal docente como los miembros del comité han recibido formación específica y se ha creado un equipo dedicado a supervisar su cumplimiento. 

Este comité tendrá un papel clave en el mantenimiento de la escuela, realizando pequeñas reparaciones cuando sea necesario y asegurando un impacto positivo a largo plazo para toda la comunidad y su infancia. 

“Durante las vacaciones escolares, nos turnaremos para comprobar que las instalaciones sigan siendo seguras”, señala una de las docentes. Mientras tanto, el VEDC y las autoridades del pueblo colaboran con las familias para recolectar madera y construir una valla de protección alrededor del centro. 

Más allá de las aulas, se han instalado dos incineradoras —uno para primaria y otro para preescolar— y, junto con la Oficina Distrital de Educación y Deportes, Plan International ha introducido formación en gestión de residuos para alumnado y profesorado, fomentando así un entorno escolar más limpio y saludable. 

La historia de Vankham refleja la resiliencia de las niñas, los niños y las comunidades que se niegan a renunciar a la educación: de soportar condiciones extremas a aprender en un espacio seguro e inspirador. Con el apoyo adecuado, un futuro mejor para toda la infancia no solo es posible: está tomando forma hoy. 

Recapiti
Sadaya Delaossa