Alumna sonríe ante la pantalla del ordenador al comprobar que su esfuerzo ha dado resultado.
Serie: 'Educación en la Era Digital' (CL)
"Profe, ¿por qué las palabras llevan tilde cuando están enfadadas?
Es la frase que me dijo un alumno de segundo de primaria mientras hablábamos de acentos. Al principio sonreí por dentro, pero luego pensé: tiene sentido, ¿no? Cuando una palabra grita, se le marca la voz. ¿Y no es eso lo que hacen los acentos?
A veces, en medio del aula, descubres que la clave no está tanto en lo que enseñas, sino en cómo lo cuentas.
El aula como espacio narrativo
La enseñanza, especialmente la de la lengua y la literatura, no es solo cuestión de contenidos. Es, sobre todo, una cuestión de comunicación. Y en este punto, me vais a permitir una pequeña reflexión que entronca directamente con estrategias propias de la divulgación científica: ¿por qué los maestros no aprovechamos más herramientas como el storytelling o la transposición didáctica? Porque la idea no es solo que adaptemos los contenidos a la edad de nuestro alumnado, sino para saber contarlos, hacerlos vivos y memorables.
Y no, no se trata de "contar cuentos" por contar. Se trata de convertir el conocimiento en relato, de transformar los saberes escolares en historias con sentido para quien aprende. Porque cuando algo se cuenta bien, se entiende mejor. Y cuando se entiende, se recuerda.
Transponer, adaptar, crear
Cuando hablamos de transposición didáctica, a menudo suena a palabra grande, casi de manual universitario. Pero en realidad, es algo que todos hacemos a diario: traducimos saber académico al lenguaje escolar. Imagina que tienes que explicar qué es un complemento directo. Puedes decirlo con su definición canónica… o puedes preguntar: “¿Qué pasa si a esta frase le preguntamos ‘¿qué?’?” Ahí ya estás generando una experiencia comprensible.
La transposición no es simplificación: es reelaboración creativa. Es saber hasta dónde puedes llegar con tu grupo, qué ejemplo les resonará más, y qué contexto va a ayudarles a engancharse.
Profesor y alumno chocan sus manos como símbolo de aprobación y buenos resultados.
El poder de las historias
Si hay algo que he aprendido enseñando lengua en Primaria, es que los niños entienden el mundo a través de relatos. Les fascinan las estructuras narrativas, los personajes, los giros. ¿Por qué no aprovecharlo también cuando enseñamos gramática, ortografía o vocabulario?
Un día convertimos los tiempos verbales en viajeros en el tiempo: el pretérito perfecto era un explorador que acababa de llegar, el pluscuamperfecto vivía anclado en los recuerdos, y el futuro simple era un niño que aún no había aprendido nada, pero que soñaba con hacerlo todo.
No fue una clase “de relleno”. Fue una clase para recordar.
Divulgar no es rebajar, es iluminar
Aplicar estrategias de divulgación científica no es hacer menos rigurosos los contenidos, sino buscar caminos más efectivos para compartirlos. Usar el humor, la sorpresa, la emoción… es también una forma de enseñar. Y no hay mayor rigor que lograr que alguien entienda algo que antes no comprendía. La clave está en cambiar el foco: del "cómo explico esto" al "cómo lo hago comprensible, significativo y motivador". Y aquí es donde la mirada de la divulgación nos da pistas valiosas:
- Elegir bien los ejemplos: reales, cercanos, culturalmente significativos.
- Activar la sorpresa: una anécdota, un giro inesperado, una pregunta provocadora.
- Tejer puentes entre lo cotidiano y lo académico: partir del habla del alumnado para introducir contenidos normativos, de los cuentos populares para analizar recursos literarios, del lenguaje digital para hablar del registro formal.
Por eso, reivindico que el maestro o la maestra de Primaria también es un divulgador. Porque cada día convierte lo abstracto en concreto, lo difícil en cercano, lo escolar en vital.
Enseñar para emocionar, contar para aprender
Quizás el mayor reto de nuestra profesión no sea tener muchos conocimientos, sino saber comunicarlos. Y no de cualquier manera, sino de una forma que enganche, que despierte la curiosidad y deje huella. Así que la próxima vez que prepares una unidad didáctica o una secuencia de lengua o literatura, pregúntate:
- ¿Qué historia hay aquí?
- ¿Cómo puedo contársela a mis alumnos para que quieran saber más?
- ¿Qué relación tiene esto con su vida, con sus palabras, con sus emociones?
Recuperar el arte de contar —no solo historias, sino también saberes— es una forma de dignificar la enseñanza de la lengua y la literatura. Y también una forma de resistir a la fragmentación, al desinterés, al "esto no sirve para nada".
Porque enseñar lengua es enseñar a pensar. Y enseñar literatura, a imaginar otras formas de ser y estar en el mundo.
Y todo eso, solo es posible si sabemos comunicarlo con inteligencia, cercanía… y un poco de magia narrativa.