Durante años, los mercados emergentes han sido una promesa con resultados mixtos. Pero en 2025, con la economía global atravesando una etapa de redefinición, América Latina vuelve a captar la atención de los inversores internacionales. La región ofrece hoy una combinación de estabilidad relativa, rendimientos atractivos y factores estructurales que impulsan su atractivo como alternativa de inversión.
Desempeño sólido en un entorno incierto
A pesar de un escenario global marcado por tensiones geopolíticas y ajustes monetarios, las bolsas latinoamericanas han sorprendido con rendimientos positivos hasta julio. El índice MSCI Emerging Markets Latin America sube un 6,32% en euros, mientras que los mercados locales muestran avances destacados: el Bovespa brasileño gana un 11,3%, el COLCAP colombiano un 22,9%, el IPSA chileno un 13,5% y el S&P IPC mexicano un 17,1%. Estos resultados se explican, en parte, por una mayor estabilidad cambiaria y por políticas monetarias proactivas adoptadas tras la pandemia.
Un enfoque más allá de los grandes centros
Los bancos centrales latinoamericanos, en su mayoría, reaccionaron antes que sus pares de economías desarrolladas frente a las presiones inflacionarias. Esa anticipación les permitió avanzar en sus ciclos de política monetaria, lo que se traduce hoy en curvas de tipos más maduras y un entorno más favorable para activos de riesgo. Frente a otras regiones emergentes, como Asia, donde índices como el CSI 300 chino y el Nifty 50 indio han retrocedido, los mercados latinoamericanos muestran una mayor consistencia en su recuperación.
Impulso estructural y ventajas geoeconómicas
Más allá del ciclo económico, América Latina mantiene fortalezas estructurales clave. Su relevancia en la producción de materias primas, alimentos y energía la posiciona estratégicamente en un mundo que busca reforzar la resiliencia de sus cadenas de suministro. Además, países como México se benefician directamente de la tendencia al nearshoring con EE.UU., lo que fomenta la inversión extranjera directa y dinamiza la actividad económica local.
Aunque la región no está exenta de desafíos —desde riesgos políticos hasta baja profundidad de mercado—, estos se asumen como parte del perfil de riesgo que acompaña a toda inversión con visión de medio o largo plazo. La clave está en la selectividad: identificar países con fundamentos sólidos y sectores con proyección estructural.
El dólar como variable decisiva
La evolución del dólar juega un papel determinante en este contexto. En lo que va de 2025, la moneda estadounidense se ha debilitado frente a varias divisas latinoamericanas, impulsada por expectativas de recortes de tipos en EE.UU. y cambios en los flujos de capital. Esta depreciación ha favorecido la rentabilidad de las inversiones en la región y ha aliviado el costo de financiación para empresas y gobiernos locales. También ha reforzado el atractivo de sectores exportadores, que funcionan como cobertura frente a sorpresas externas.
América Latina: ¿resurgimiento o excepción?
Más que una moda pasajera, lo que vemos en América Latina parece responder a una combinación de factores cíclicos y estructurales. El interés renovado no se basa solo en los datos recientes, sino en una percepción más matizada de la región: ya no es únicamente una apuesta por materias primas o productos básicos, sino también por sectores con valor agregado, modernización institucional en algunos casos y nuevas rutas de integración económica.
Por supuesto, no se trata de una región uniforme. Mientras Brasil avanza en consolidación fiscal y México capitaliza su cercanía a EE.UU., otros países afrontan retos más complejos. Esta diversidad obliga a una estrategia de inversión diferenciada, atenta a los matices locales y con enfoque a largo plazo.
En resumen
América Latina vuelve a aparecer en los mapas estratégicos de los gestores globales. No como un destino libre de riesgos, sino como un mercado donde la paciencia, el análisis riguroso y la selectividad pueden ser recompensados. En un mundo en transformación, mirar al sur no solo es una opción de diversificación, sino también una oportunidad para participar en la reconfiguración de las dinámicas económicas globales.
Álvaro Lleras MontoyaAnalista