Vandalia publica una amplia muestra de la nueva poesía española - Fundación José Manuel Lara

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Editada por Juan Marqués, la antología recoge poemas de veintisiete autores nacidos en la década de los noventa

Voces diversas integran una selección que ofrece un reflejo impagable de los rumbos por los que transita la poesía joven

La generación que ha debutado en el siglo XXI viene con nuevos temas y nuevas formas, y una calidad que no entiende de tiempos

‘El tiempo está cambiando’

Nueva poesía española

Edición de Juan Marqués

Los poetas españoles que nacieron en la década de los 90 andan acuñando nuevos tópicos al tiempo que reformulan o impugnan los heredados. Ha vuelto (por sorpresa) el cristianismo, se han actualizado los poemas de amor (de signo homosexual en muchos casos) y sigue la filología haciendo de las suyas con sus juegos, con la propia cultura. Deslenguadas, nerviosos y más o menos libres, han sufrido con fuerza la precariedad, se han encontrado con una concepción más hostil de las ciudades, y han dado muchas vueltas a la vocación, el mundo laboral, las drogas, el sexo o los viajes. Experimentales o endecasilabistas, torrenciales o lacónicas, lo natural en cada caso es cierta dispersión autoconsciente, en general feliz (y a veces abiertamente cómica), y una estupenda diversidad en lo que al grupo aquí convocado se refiere: veintisiete poetas entre los 35 y los 25 años que han traído a la poesía en castellano un feminismo renovado, a veces un culturalismo neo-novísimo y a ratos algo de locura, un desbarre ilustrado y un presentismo alegre, un hedonismo que reivindica la amistad. Aquí no hay decepción, hay inquietud: bastante formación intelectual, poco futuro y ningún hijo real en un contexto en el que les ha tocado estar más atentos al Ikea que a los vencejos (aunque también los hay), prestar más atención a Netflix que a los cerezos. La primera generación de poetas españoles, y en español, que ha debutado ya en el siglo XXI viene con nuevos temas y nuevas formas y, lo que más importa, con una calidad que no entiende de tiempos, con la cuota de talento natural de siempre. No se dejan atropellar: antes atropellarían ellas y ellos. Y no les gusta mucho sentirse antologados.

Entrevista con el autor de la edición

—Como crítico, hace años que presta una atención especial a la poesía joven, parece natural pensar que esta antología es fruto de esa dedicación.

—Supongo que sí, y desde luego agradecí muchísimo que se me ofreciera organizarla, aunque he de reconocer que siempre he desconfiado bastante de las antologías. José-Carlos Mainer nos decía en sus inolvidables clases que “la antología es una forma literaria que tiene mucho que ver con la pereza”, y estoy de acuerdo: hay que leerlo todo, sin excusas, pero en fin, entiendo que en muchos casos o para mucha gente son útiles. Y sí: desde la pandemia, más o menos, vengo leyendo de un modo constante y casi cuadriculado a los poetas más jóvenes que yo, y lo hago cada vez con más gusto, encontrando más cosas y, por tanto, detectando más “subtramas” entre ellos o interceptando más “conversaciones” secretas entre los distintos libros. De cara a la antología, me sentía un poco como Montse Tomé cuando habla de la “pre-lista” de cincuenta o sesenta futbolistas que maneja antes de las convocatorias para competiciones. Yo también hice la mía y, sólo con los poetas españoles nacidos en los 90 a los que he leído y tengo por casa, me salían más de ciento cincuenta nombres (y soy muy consciente de que deben de ser algo así como un tercio de los que de hecho han publicado libros no autoeditados: a saber lo que me estoy perdiendo por pura ignorancia).

—¿Cómo se ha hecho la selección de esos veintisiete nombres? ¿Cuáles han sido los criterios?

—Desde el principio comprendimos que no podía ser una antología de la poesía joven de toda la lengua española. Yo leo a muchos americanos, pero sólo a aquellos que son publicados en editoriales españolas, y entiendo que es muy insuficiente. Hubiera necesitado asesores en cada país o, mucho mejor, delegar directamente en otras personas para que hicieran la selección de cada sitio. Por lo mismo, sólo recogemos a poetas de lengua castellana, y no lo hacemos por desconsideración hacia los otros idiomas sino exactamente, por lo contrario, por puro respeto: para mí hubiera sido tan sencillo como poco comprometido meter a lo más popular o conocido (Irene Solà, cuyo Bestia me encanta, o Alba Cid, o…), pero son sistemas literarios que no conozco nada bien y estoy seguro de que hay voces menos visibles que también me interesarían. En cuanto a los que hay, lo principal y necesario ha sido obviamente la calidad sobresaliente (o notable alto…), pero a la vez había buenas voces que convenía traer al libro por los temas que tratan o por el modo en el que lo hacen. Quiero decir que ha habido equilibrios de muchos tipos, pero en ningún caso ha habido “cuotas”. Hay varias comunidades autónomas, por ejemplo, que no tienen representación, y otras que tienen a cuatro o cinco poetas: no nos ha importado mucho eso. Por otra parte, en ningún momento conté cuántos hombres o cuántas mujeres llevaba, y al final, como es natural, ha salido equilibrado. Lo importante siempre fue que los presentes fueran, en mi opinión, los y las mejores, y además los más significativos, que son dos cosas distintas.

—Y, en cuanto a lo cronológico, ¿por qué se ha acotado a los nacidos en los años 90?

—Esa habitual forma de distinguir a las “generaciones” literarias según las décadas es bastante forzada, por no decir tramposa, porque las cosas se solapan y hay excepciones o contraejemplos por todos lados, pero lo cierto es que, por artificial que resulte, lo de observar los fenómenos poéticos (reflejo de fenómenos externos) separando por “estanterías” cronológicas funciona, o cuando menos es expresivo. El libro lo abre la estupenda María Martínez Bautista, que en realidad nació en el último año de los 80 (también nacieron en 1990 otras buenas poetas como Helena Mariño, Paula Bozalongo, Paula Díaz Altozano, Raquel Vázquez o Luna Miguel…), pero es que ella nos parecía un modo excelente de explicar o al menos sugerir el relevo, el enganche con lo anterior. Y creo que el libro deja claro que, dentro de su espectacular y maravillosa diferencia, estos poetas dicen cosas comunes (aunque desde luego no se lo propongan, o aunque probablemente ni siquiera lo deseen). Lo de no saltar a la inclusión de poetas nacidos ya en el siglo XXI (como Mario Obrero) fue totalmente necesario para poder sujetar bien las conclusiones.

—Apunta en el prólogo a cierta condescendencia e incluso menosprecio por parte de algunos lectores hacia autores a los que apenas han leído.

—Por decirlo muy rápidamente, ha habido cierta polarización que no podía haber sido prevista. La extrema y pueril simpleza de cierta poesía que surgió hace unos años, y que al parecer vende mucho, y monopoliza el pequeño espacio que hay para la poesía en librerías o en determinadas revistas, provocó que muchos de los verdaderos poetas se fueran a otros extremos experimentales, minoritarios por definición, casi por gusto. Pero en medio hay muchas cosas, de muchos tonos. Y tanto entre los poetas “de línea clara” como entre los más osados hay también gradaciones en cuanto al humor, lo naíf, lo crítico, lo “informativo”, lo social… El caso es que cuando alguna vez he publicado en redes algún poema de estos poetas, hay quien me escribe por privado para reprochármelo, para desdeñarlos. Hay buenos poetas, y buenos lectores, y gente culta, inteligente, sensible… que no hace el mínimo esfuerzo de acercamiento y análisis de los poemas, o que desde luego no tiene una visión panorámica del conjunto, no entienden lo que entre todos, sin acordarlo, están diciendo (que, como todas las generaciones de la Historia, es algo relevante para entender no ya la literatura sino la Historia, la sociedad, la política, la economía, la educación, la cultura, las formas de ocio…). Los desdeñan sin más como “los jóvenes”, algo que es espantoso pero también, me parece, inevitable por eterno. Los poetas de este libro tampoco entenderán o aplaudirán a sus nietos, que a saber qué poesía escriben…

—La obra recogida es muy diversa: parece que no ha pretendido retratar a un grupo en particular sino ofrecer una muestra de diferentes poéticas.

—Era la prioridad, por supuesto, por lo que acabo de decir. No hubiera estado dispuesto a hacer una antología parcial o exclusiva de ninguna de esas corrientes, porque, aunque se explicara y se reconociera el sesgo de partida, fuera el que fuera, contribuiría a desdibujar la riqueza enorme que hay. Se podría hacer, se me ocurre, una antología de poemas con pájaro escritos por estos poetas, y en ellos sí se vería esa variedad: desde poemas de corte clásico, donde el ruiseñor o el gorrión responderían al símbolo eterno, aunque actualizado, y después poemas que estarían totalmente desconfigurados, o que serían herméticos, o que resultarían golosamente excéntricos. Salvo las poéticas que a mí, por decirlo directamente, de hecho no me parecen poesía (la poesía prosaica y superficial y escrita para la grada de la que hablaba arriba, o bien el experimentalismo sin ningún tipo de frenos ni de normas, sin corazón ni cabeza, sin sensibilidad alguna ni talento rastreable…), creo que en El tiempo está cambiando hay buena poesía para todos los gustos estéticos o formales, o para todos los intereses temáticos.

—En la obra de varios de estos poetas, nos dice, se reflejan la precariedad, “una concepción más hostil de las ciudades” o los problemas laborales. ¿Diría que transmiten una insatisfacción de fondo?

—Una gran lección de estos chicos y chicas, o de estos hombres y mujeres, es que han acertado a hablar de temas a veces muy amargos sin caer casi nunca en el derrotismo, o en la autocompasión. Alguno hay, y literariamente bueno, pero el desaliento está bastante proscrito aquí, y no es que abunde la esperanza, pero hay, en general, alegría. No se tiran por un puente: más bien se encogen de hombros y siguen adelante, aunque ese gesto no deja de ser muy consciente de las cosas buenas y sobre todo malas que les han tocado, que les hemos dejado.

—También habla de una idea hedonista de la amistad, de la naturalidad del registro homoerótico y de un “feminismo renovado”, ¿son más libres que sus predecesores a la hora de abordar las relaciones afectivas o sexuales?

—Lo de la amistad es clave. De hecho, hay varios libros importantes que vienen significativamente dedicados “a mis amigos” (como Anuncio, de Laura Rodríguez Díaz) o “a mis amigas” (como Un altar caliente, de Laura Montes Romera). Esta generación, por lo que a su poesía se refiere, cree más en la amistad que en el amor, al menos tal y como entendíamos ambas cosas en otros momentos, porque además muchas veces van unidas. Hay sobre todo varias mujeres que han jugado a conciencia con esa ambigüedad entre amistad y deseo: algunas son más directas (como María Martínez Bautista, Lola Tórtola o Elisa Fernández Guzmán), pero otras (como María Sánchez-Saorín o Rocío Acebal Doval) están en algunos poemas deliberadamente en un lugar impreciso, sugerido. Por otro lado, creo que la visibilización de la homosexualidad es algo ya felizmente definitivo e irreversible. Son más cautelosos o tímidos al confesar o declarar otras cosas, pero en general han llegado muy lejos en todo lo que tenga que ver con una confesionalidad que en la mayoría de casos parece poco ficticia, veraz, “real”.

—¿En qué se alejan estas nuevas voces de las de generaciones anteriores? ¿Cuáles serían los rasgos distintivos de sus “inéditas formas de decir”? ¿Cree que se ha producido una quiebra, como sostienen algunos críticos, una ruptura con la tradición o con las tradiciones?

—Una vez más, hay de todo. Hay nombres que, más o menos (¡más o menos!) representan cierta continuidad con una tradición reconocible, como las citadas Acebal Doval o Sánchez-Saorín, pero también Félix Moyano, Candela de las Heras, Carlos Catena Cózar o, muy a su particular modo, Luis Bravo, o, en cierta manera, Rosa Berbel. Hay otros que más bien apuestan por un humor abierto, por la frescura y cierta provocación (como Adrián Fauro, en la variante de protesta por asuntos de la actualidad, o el genial Manuel Mata, que busca –y consigue– más bien una profundidad atemporal). Los hay también que, literariamente ambiciosos y audaces, se lanzan a la piscina de la imaginación o de los “grandes proyectos” que a veces (y sin dejar de ser rotundamente líricos) toman cosas de la narrativa, como Laura Ramos, Juan Ángel Asensio u Óscar Díaz. Hay quien recurre a la poesía como forma tal vez más libre de articular discursos y preocupaciones que ya desarrollan en otros formatos o en otros espacios, como Juan de Salas o Juan Gallego Benot. Las hay más, digamos, sensitivas, más intuitivas, más intimistas, a veces más desgarradas y a veces más cotidianas (como Laura Rodríguez Díaz, que incide a la vez en lo corporal y en lo medio místico, María de la Cruz, Claudia González Caparrós, Guillermo Marco Remón o Laura Montes)… Pero, en fin, me importa sobre todo insistir en que cada una y cada uno es lo que es de un modo aparte, sólo suyo.

el autor

Juan Marqués (Zaragoza, 1980) es doctor en Literatura Española por la Universidad de Zaragoza y lleva veinte años comentando novedades editoriales en suplementos literarios y revistas culturales. Entre 2005 y 2009 disfrutó de una beca del Ayuntamiento de Madrid en la Residencia de Estudiantes, a cuyo equipo de investigación se incorporó entre 2009 y 2011, antes de pasar a ejercer tareas de editor en la Fundación Francisco Giner de los Ríos. Es autor de cinco libros de poemas, reunidos en De qué vas a vivir (2024), así como de la novela El hombre que ordenaba bibliotecas (2021) y del cuaderno de apuntes Creo que el sol nos sigue (2025). Ha editado libros de Luys Santa Marina, Gerardo Diego, Arturo Barea, Eloy Sánchez Rosillo o Juan Manuel Bonet, ha comisariado para el Instituto Cervantes exposiciones sobre Max Aub y Pilar de Valderrama y ha antologado a Emily Dickinson, Walt Whitman, Federico García Lorca, Wisława Szymborska o Henrik Nordbrandt. Ha editado la antología Recogeré mis cosas. La última poesía en Zaragoza (2024).

AUTORES REPRESENTADOS EN LA ANTOLOGÍA

María Martínez Bautista · Juan F. Rivero · Manuel Mata · Cristóbal Domínguez Durán · Claudia González Caparrós · Félix Moyano · Luis Bravo · Candela de las Heras · Adrián Fauro · Juan Ángel Asensio · Carlos Catena Cózar · Laura Ramos · Carmen Rotger · Laura Montes Romera · Javier Fajarnés Durán · Óscar Díaz · Lola Tórtola · Rosa Berbel · Guillermo Marco Remón · Juan Gallego Benot · Rocío Acebal Doval · Laura Rodríguez Díaz · María Sánchez-Saorín · Juan de Salas · María de la Cruz · Aitana Monzón · Elisa Fernández Guzmán

VANDALIA

El tiempo está cambiando
Juan Marqués
Varios autores
Distribución: 17/09/2025 EAN: 9788419132659
Código: 0010371986
13 x 21,5 cm / 383 pp
PVP: 19,13 / 19,90 euros
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