Este verano, Europa volvió a ser testigo de un desastre cada vez más habitual: los incendios forestales devastaron cerca de un millón de hectáreas, lo que convierte a 2025 en la peor temporada desde que existen registros. España y Portugal han sufrido las mayores pérdidas, con medio millón de hectáreas calcinadas, una cifra que equivale al uno por ciento de la superficie de la Península Ibérica. Mientras el cambio climático agrava el problema, los expertos alertan de que los modelos actuales, centrados en apagar llamas cuando ya es demasiado tarde, no bastan. En paralelo, crece el interés por una alternativa natural y preventiva: la recuperación de grandes herbívoros salvajes o semisalvajes para que pastoreen libremente, creando paisajes más abiertos y resilientes.
Eduardo Fernández G. / Terabithia Press / Imagen : Rewilding Portugal
En la última década, las imágenes de llamas devorando pinares enteros en pocas horas se han convertido en parte del verano ibérico. Helicópteros descargando miles de litros de agua, brigadistas exhaustos enfrentándose a fuegos imposibles, pueblos enteros evacuados con lo puesto. Este año, el escenario ha batido todos los récords: un millón de hectáreas quemadas en la Unión Europea, con España y Portugal a la cabeza, donde el fuego ha reducido a cenizas unas 500.000 hectáreas, cerca del uno por ciento de la superficie peninsular.
El cambio climático es un factor indiscutible: veranos más largos, temperaturas más altas y sequías recurrentes han convertido al bosque mediterráneo en un polvorín. Pero no es la única causa. El abandono del mundo rural, el fin del pastoreo tradicional y la acumulación de vegetación y por lo tanto combustible han creado un paisaje cerrado y homogéneo que arde con una violencia desconocida. Como resume la ecóloga portuguesa Ana Ribeiro, del equipo de Rewilding Portugal: «Hemos convertido nuestros montes en un combustible continuo. Cuando prende, nada lo detiene. El fuego no entiende de fronteras administrativas».
Frente a este escenario, cada verano se repite la misma batalla: movilizar recursos ingentes para apagar llamas ya desatadas. Un esfuerzo heroico y necesario, pero insuficiente. Los costes humanos, ambientales y económicos se disparan, mientras la frecuencia de los incendios no deja de crecer. Por eso, en los últimos años ha surgido una propuesta que parece tan antigua como novedosa: dejar que los animales vuelvan a hacer el trabajo que hicieron durante siglos.
Bomberos forestales de cuatro patas
La idea parte de un principio ecológico simple: los herbívoros comen hierba, matorral y brotes leñosos, reduciendo de forma natural la cantidad de vegetación seca que alimenta los incendios. Al hacerlo, generan paisajes en mosaico —claros, praderas, arbustos dispersos— que funcionan como cortafuegos naturales. Se habla incluso de “brigadas de fuego con patas”.
En el Valle del Côa, en el noreste de Portugal, se han liberado caballos Sorraia, una raza autóctona de porte sobrio y resistente. Apenas unos años después, los efectos son visibles. El matorral se mantiene bajo control, reaparecen flores silvestres que habían desaparecido y aumentan las especies de aves ligadas a espacios abiertos. “Donde antes veías un tapiz continuo de escobas secas, ahora encuentras claros y sendas que los caballos abren al moverse”, explica João Fernandes, coordinador de campo de Rewilding Portugal.
En las ya conocidas como Highlands Ibéricas, entre la Serranía de Cuenca y el Alto Tajo, el equipo de Rewilding Spain ha introducido por ejemplo ‘Tauros’, un tipo de bovino rústico que recuerda a los antiguos uros, junto con caballos semisalvajes, como por ejemplo los Przewalski (Equus ferus przewalskii). “Son animales fuertes, capaces de sobrevivir con muy poca intervención. No necesitan apenas cuidados y trabajan las 24 horas del día”, explica Teresa Muñoz, de la Fundación Española de Renaturalización. “Su mera presencia reduce la continuidad del combustible vegetal. Eso se traduce en menos incendios y en fuegos menos intensos cuando llegan”.
Testimonios desde el terreno
En la pequeña aldea de Almofala, en el distrito portugués de Guarda, los vecinos saben lo que significa convivir con el fuego. Hace tres veranos, un incendio arrasó las laderas cercanas y obligó a evacuar a la población. Hoy, la llegada de los caballos Sorraia se percibe como un cambio de rumbo. «Al principio teníamos dudas, no sabíamos si iban a estorbar o a causar problemas», cuenta Manuel Lopes, agricultor jubilado. «Pero desde que están aquí, la maleza se mantiene baja y hasta han vuelto algunas aves que hacía años que no veíamos. La verdad es que es un alivio».
En la provincia de Cuenca, la ganadera Marta Herranz reconoce que la idea le generaba recelos. «Pensé que nos iban a quitar espacio o que serían competencia para nuestro ganado». Pero con el tiempo ha visto ventajas. «En realidad, complementan lo que hacemos. Donde nosotros no llegamos, ellos limpian. Y si eso ayuda a que no tengamos que ver cada verano las llamas a la puerta de casa, bienvenidos sean».
El impacto del pastoreo natural no se limita a la prevención de incendios. Los paisajes se vuelven más diversos y atractivos para la fauna silvestre, lo que a su vez favorece el ecoturismo. La presencia de grandes herbívoros también ayuda a restaurar suelos, mejorar la infiltración del agua y crear corredores ecológicos. Incluso desde el punto de vista económico, la ecuación resulta interesante: mientras la extinción consume cada vez más recursos públicos, el mantenimiento de animales semisalvajes requiere poca inversión a medio plazo.
No obstante, los expertos advierten de que no existe una “bala de plata”. El riesgo de incendios responde a múltiples factores: desde la meteorología extrema hasta la ordenación del territorio. El rewilding debe integrarse en una estrategia más amplia que incluya la gestión forestal, la recuperación de la actividad rural y la planificación de infraestructuras. Como explica el investigador español Javier Pastor, especialista en ecología del fuego: «Los herbívoros son parte de la solución, pero no la única. La clave está en generar paisajes más complejos y menos vulnerables. Y para eso hace falta combinar herramientas».
Obstáculos y retos pendientes
El camino hacia la expansión del pastoreo natural está plagado de retos. El primero es legal: muchos de estos animales siguen considerándose ganado y están sujetos a normativas sanitarias y de gestión que no se adaptan a su condición semisalvaje. Eso genera costes y trámites que ralentizan los proyectos. También existe la necesidad de financiación: para que el impacto sea significativo, haría falta actuar en cientos de miles de hectáreas, con un esfuerzo sostenido y coordinado entre instituciones, fundaciones y comunidades locales.
La aceptación social es otro punto crucial. No todos los habitantes rurales ven con buenos ojos la reintroducción de animales, especialmente si sienten que puede competir con sus formas de vida. Por eso, los proyectos más exitosos son aquellos que involucran desde el inicio a los vecinos, generando beneficios compartidos: turismo, empleo, nuevas oportunidades económicas.
Finalmente, está el reto científico: medir de forma rigurosa el efecto real del pastoreo en la reducción de incendios. Si bien la lógica ecológica es sólida y las experiencias iniciales son prometedoras, hacen falta estudios a largo plazo que convenzan a legisladores y responsables de política pública.
Las sierras de O Courel
La evidencia, sin embargo, se acumula. En Galicia, por ejemplo, los caballos salvajes que habitan los montes de O Courel y otras sierras se han convertido en aliados involuntarios contra los incendios. Allí donde pastan, los fuegos son menos frecuentes y menos devastadores. En Portugal, el Gobierno ha comenzado a mostrar interés en integrar el rewilding en su estrategia nacional de prevención. Y en Bruselas, algunos eurodiputados reclaman que la Política Agraria Común reconozca y financie los servicios ecosistémicos que prestan estos animales.
Lo que está en juego es mucho más que la superficie quemada cada verano. Se trata de decidir qué paisajes queremos para el futuro: si un territorio cada vez más homogéneo, vulnerable y condenado a las llamas, o un mosaico vivo, diverso y resistente al cambio climático. Como resume la ecóloga Ana Ribeiro: «Tenemos que elegir entre seguir gastando fortunas cada año en apagar fuegos o invertir en que los paisajes no se conviertan en mechas. Y la naturaleza ya nos da la herramienta: hay que dejar que los animales vuelvan a ser parte del sistema».
La Península Ibérica, históricamente moldeada por la convivencia entre humanos, bosques y animales, tiene ante sí una oportunidad única. Convertir a caballos y bovinos salvajes en aliados frente al fuego no es un gesto romántico ni un experimento marginal: puede ser la pieza clave de una estrategia moderna, eficaz y sostenible. La respuesta al desafío de los incendios, paradójicamente, podría estar en mirar hacia atrás, hacia los procesos que dieron forma a estos paisajes durante milenios.
Y quizá, en ese regreso, encontremos no solo la forma de salvar nuestros bosques, sino también de reconciliarnos con una naturaleza que hemos tratado demasiado tiempo como enemiga, cuando en realidad podría ser nuestra mejor aliada.
MÁS INFO
Rewilding Europe / Descarga el informe completo aquí
- Por qué rewilding natural debe entrar en la agenda pública
La crisis de los incendios en Europa no va a mitigarse solo con camiones de bomberos o brigadistas si no se actúa sobre la causa: paisajes sobredensificados, pastoreo abandonado, climas más calientes y secos. El pastoreo natural emerge como una solución de múltiples beneficios: ecosistemas más resilientes, biodiversidad recuperada, prevención de incendios, y también nuevas oportunidades económicas en zonas despobladas — ecoturismo, conservación, empleo local.
Para escalar esta estrategia, se necesita:
- Políticas que reconozcan legalmente los servicios ecosistémicos de los grandes herbívoros y los pagos por ellos. Coordinación entre administraciones.
- Financiación público-privada para reintroducción, mantenimiento, seguimiento.
- Colaboración con comunidades locales para que el cambio sea justo.
- Monitoreo robusto y ciencia que valide la efectividad para persuadir decisores.
Si se aplican bien, estos paisajes rewilded no solo serán más bonitos o biodiversos: serán más seguros, más resistentes al fuego, y más preparados para un futuro marcado por el cambio climático.
Principios de renaturalización según Rewilding Europe
- La rewilding busca restaurar los procesos ecológicos naturales más que simplemente introducir especies de forma aislada.
- Se pretende fomentar la autonomía ecológica del paisaje, de modo que los ecosistemas puedan funcionar de forma autosostenible.