Autor: Pilar Nicolás Rodríguez
24 septiembre, 2025
La salud y el bienestar se han convertido en el eje central de las prioridades vitales de la juventud española. Así lo muestra el estudio Inserción laboral juvenil: aspiraciones, preocupaciones y desafíos, elaborado por Fad Juventud y Fundación Pfizer. Esta investigación —basada en una encuesta a 1.200 jóvenes de 15 a 29 años y complementada con entrevistas a personas expertas y análisis documental— revela una realidad inquietante: la precariedad laboral y la presión académica están deteriorando la salud física y mental de chicos y chicas en España.
No hablamos de un temor a futuro, sino de un impacto tangible que ya condiciona sus trayectorias personales, educativas y profesionales. Tres de cada diez jóvenes padecen estrés continuo y dos de cada diez sufren ansiedad de manera persistente. Los problemas físicos también están muy presentes: casi la mitad (48,3%) experimenta dolores musculares recurrentes y un 40,2% fatiga o falta de descanso. Esta factura la pagan con especial intensidad quienes compaginan estudios y empleo, las mujeres jóvenes y el grupo de mayor edad, entre 25 y 29 años.
La salud, la gran prioridad juvenil
El informe constata un cambio generacional en la concepción del trabajo. Frente a visiones anteriores que identificaban el empleo como núcleo de la identidad, la juventud actual prioriza la salud y la estabilidad económica. Un 50,9% declara que lo más importante en su vida es “tener buena salud”, seguido de la estabilidad económica o laboral (44,4%) y disponer de tiempo libre (32,4%). Muy por detrás quedan metas como el desarrollo profesional (17,2%) o el éxito en el trabajo (14,8%).
Las diferencias de género son significativas: las chicas priorizan la salud en un 56,8%, frente al 45% de los chicos. También valoran más la estabilidad económica (51,2% frente a 37,7%) y el ocio. Este énfasis en la conciliación y el bienestar refleja una mayor conciencia por parte de las mujeres jóvenes de los efectos que la sobrecarga de tareas o los ambientes tóxicos tienen en la salud.
Además, el nivel educativo también marca contrastes. Las y los jóvenes con estudios superiores otorgan más importancia a la salud (57,1%), la estabilidad económica y el tiempo libre, mientras que quienes tienen menor nivel formativo tienden a priorizar ganar dinero de forma inmediata.
La precariedad que enferma
Los datos hablan por sí solos. El 28,7% de jóvenes asegura vivir con estrés continuo, cifra que se dispara hasta el 39,5% en mujeres y baja al 17,8% en hombres. La ansiedad continua afecta al 25,6% (35,8% en chicas y 15,3% en chicos). La depresión se presenta de manera persistente en el 14,3% de los y las jóvenes, pero alcanza el 25,4% entre quienes se encuentran en desempleo.
La falta de motivación no es un fenómeno aislado: un 20,9% la sufre de manera constante, porcentaje que se eleva al 32,8% en jóvenes desempleados. A esto se suman problemas de sueño (20,9%) y el síndrome de burnout o “estar quemado”, que ya afecta al 19,4%.
Son datos que dibujan un panorama en el que la precariedad y la presión académica impactan directamente en la salud mental, con un coste mayor para las chicas, los más mayores y quienes compaginan trabajo y estudios.
El cuerpo también habla
Más allá de lo emocional, el estudio revela un fuerte componente físico en los problemas de salud juvenil. Casi la mitad (48,3%) sufre dolores musculoesqueléticos de vez en cuando y un 14,9% de manera continua. Estos dolores son más persistentes en las chicas (22,3% frente a 7,5% en chicos) y aumentan con la edad, pasando del 11,7% en el grupo de 15–19 años al 18,7% en el de 25–29.
La fatiga derivada de largas jornadas y falta de descanso afecta al 40,2% de vez en cuando y al 18,3% continuamente. Los problemas de visión asociados al uso intensivo de pantallas impactan en un 23,2% de jóvenes de forma ocasional y en un 18,7% de manera constante. También aparecen dolencias menos frecuentes pero relevantes: lesiones por movimientos repetitivos (5,5%), caídas o golpes (5,1%) y exposición a tóxicos (6%).
El mensaje es claro: la precariedad y la sobrecarga se manifiestan tanto en la mente como en el cuerpo.
Trabajo que desgasta
Las condiciones laborales y académicas actuales no solo generan malestar, sino que están modificando los hábitos de vida. El 31,4% de jóvenes reconoce haber reducido su tiempo de ocio y un 30,4% afirma haber normalizado el estrés. Un 25,2% admite un deterioro de su alimentación, un 23,8% cierto aislamiento social y un 20,2% mayor sedentarismo.
El síndrome del impostor/a también hace acto de presencia: lo experimenta un 27,7% de la juventud, llegando al 32,8% entre quienes tienen estudios superiores. En paralelo, un 24% ha incrementado el consumo de café o bebidas energéticas y un 7,8% el de alcohol como vía para “desconectar”.
Este cóctel de factores evidencia que el impacto no se limita al ámbito laboral o académico, sino que repercute directamente en los estilos de vida y las relaciones sociales.
Hábitos que se resienten
Al analizar qué elementos concretos dañan su bienestar, las y los jóvenes señalan la sobrecarga de trabajo (36,7%), las jornadas largas y falta de descansos (30%), la inseguridad laboral (27,1%) y el mal ambiente de trabajo (26,1%).
En el ámbito académico, destacan el exceso de carga y la incertidumbre sobre el futuro laboral como fuentes de malestar. Esta presión constante no solo afecta al presente, sino que también condiciona las expectativas y aspiraciones profesionales.
Cómo afrontar el malestar
El informe también analiza cómo responde la juventud a este escenario. Quienes trabajan recurren principalmente a hablar con compañeros y compañeras (27,3%) o a buscar un nuevo empleo (24,7%). En el ámbito estudiantil, lo más frecuente es dialogar con colegas (28,9%) o con el profesorado (24,6%).
Sin embargo, preocupa que un 20,8% de jóvenes reconozca que, pese a experimentar malestar, no hace nada para afrontarlo. Este dato refleja la urgencia de ofrecer más recursos de apoyo y de generar entornos saludables tanto en lo académico como en lo laboral.
Brecha de género en el empleo
La investigación confirma que las chicas participan más en el mercado laboral que los chicos (64,1% frente a 51%), pero lo hacen en peores condiciones. Un 32,2% de ellas cobra menos de 1.100 € al mes, frente al 20,7% de los chicos. También declaran más estrés (39,5% frente a 17,8%), más ansiedad y más dolencias físicas.
Esta realidad evidencia cómo las brechas económicas y de salud se cruzan, generando desigualdades que condicionan tanto la empleabilidad como el bienestar.
Claves del futuro laboral juvenil
De cara al futuro, la juventud española aspira a un empleo estable (38,1%) y que permita conciliar con la vida personal (34,8%). Las chicas valoran más que los chicos el tiempo personal (39,7% frente a 30%) y un buen ambiente laboral (29% frente a 20%).
Los obstáculos son claros: salarios bajos (41,9%), dificultad para adquirir experiencia (35,5%) y problemas para emanciparse (33,6%). Estas barreras reflejan un mercado laboral que no responde a las aspiraciones de estabilidad y bienestar de la juventud.
El empleo soñado: seguro y conciliador
El estudio Inserción laboral juvenil: aspiraciones, preocupaciones y desafíos ofrece una radiografía precisa de la juventud española: preocupada por su futuro laboral, pero sobre todo por el impacto de este en su salud.
La salud es el eje central de sus prioridades vitales, por encima de ganar dinero o tener éxito profesional. El equilibrio entre vida laboral y personal es visto como un requisito innegociable. Tal y como destacó Beatriz Martín Padura, directora general de Fad Juventud, en la presentación del estudio: “Las y los jóvenes nos están diciendo con claridad que su bienestar no es negociable. La sociedad tiene la responsabilidad de ofrecerles oportunidades laborales que les permitan crecer profesionalmente sin renunciar a su salud ni a su vida personal”.
El reto para instituciones, empresas, familias y docentes es mayúsculo. La salud y la calidad de vida se han antepuesto al trabajo, y cualquier estrategia de inserción laboral juvenil debe partir de esta realidad. Porque sin salud, no hay futuro.
BIBLIOGRAFÍA
Zaragozá Marquina, E., Moliner Cros, A. y Sabín Galán, F. (2025). Inserción laboral juvenil: aspiraciones, preocupaciones y desafíos. Madrid: Centro Reina Sofía de Fad Juventud. https://doi.org/10.5281/zenodo.17047595