Hablar de acoso escolar es hablar del sufrimiento silencioso de muchos niños, niñas y adolescentes que, día tras día, aprenden a tener miedo en un lugar que debería ser seguro: la escuela.
Según los últimos datos de la Asociación Española de Pediatría (AEP) y la Fundación ANAR, más del 12% del alumnado en España afirma haber sufrido acoso escolar o ciberacoso durante el curso 2024-2025, una cifra que ha aumentado respecto al año anterior. A nivel global, OMS advierte que uno de cada dos menores en el mundo ha experimentado algún tipo de violencia entre iguales.
Estos son números que duelen, porque detrás de cada porcentaje hay una historia, un rostro, una infancia que se apaga un poco más cada día.
El acoso escolar ya no se limita al aula. Los insultos y burlas pueden continuar en los pasillos virtuales de las redes sociales o en los grupos de WhatsApp. El hogar, que antes era un lugar seguro, se convierte muchas veces en el escenario donde el dolor se repite a través de una pantalla.
Para quienes acompañamos (padres, madres, docentes o terapeutas) reconocer las señales y saber cómo actuar es esencial. Pero también lo es mirar el acoso más allá del síntoma, entendiendo el trasfondo emocional que sostiene tanto al niño que sufre como al que agrede.
En este artículo encontrarás un guía práctica y compasiva para comprender qué es el acoso escolar, cómo detectarlo a tiempo y cómo acompañar desde la empatía y la educación emocional. Porque cuando un adulto escucha, observa y actúa desde el vínculo, un niño deja de sentirse solo.
Índice
¿Qué es el acoso escolar?
El acoso escolar es una experiencia dolorosa y persistente que afecta a muchos niños y adolescentes. No se trata de un conflicto puntual ni de un enfrentamiento aislado entre compañeros, sino de un patrón de conductas repetitivas, intencionadas y desiguales, donde uno o varios niños ejercen poder o control sobre otro que se encuentra en una posición de vulnerabilidad.
Este fenómeno no solo implica agresión física o verbal, sino que también puede manifestarse de formas sutiles pero igual de dañinas: burlas constantes, exclusión social, difusión de rumores o incluso ataques que se producen en el mundo digital. El acoso escolar deja una huella profunda en el autoconcepto, la seguridad y la confianza emocional del menor, afectando su desarrollo social, académico y emocional.
Es fundamental comprender que el acoso escolar no es culpa del niño o adolescente que lo sufre. Detrás de cada agresión existe un contexto emocional, social y familiar que influye en el comportamiento tanto del agresor como de la víctima. Identificarlo requiere observación cuidadosa, escucha activa y sensibilidad para detectar señales que, muchas veces, no son evidentes a simple vista.
El acoso escolar tiene varias características que lo distinguen de otros conflictos entre iguales:
- Intencionalidad: la acción busca causar daño físico, emocional o social.
- Repetición: no es un episodio aislado, sino que ocurre de manera continua en el tiempo.
- Desequilibrio de poder: la víctima no puede defenderse fácilmente frente al agresor o grupo de agresores.
Cuando estas condiciones se cumplen, el impacto en la vida del niño puede ser significativo, afectando su bienestar emocional, su rendimiento académico y su relación con otros compañeros. Por eso, comprender qué es el acoso escolar es el primer paso para intervenir de manera temprana y acompañar al menor con estrategias efectivas y basadas en el vínculo.
Tipos de acoso escolar
El acoso escolar se manifiesta de múltiples formas. Comprender los diferentes tipos ayuda a detectar señales a tiempo y acompañar al menor. A continuación, se presentan los principales tipos de acoso, sus manifestaciones y el impacto que pueden tener en la salud emocional de niños y adolescentes:
| Tipo de acoso escolar | Descripción | Manifestaciones y ejemplos | Impacto emocional |
| Acoso físico | Forma visible de violencia que implica contacto corporal o uso de objetos para dañar a la víctima. | Golpes, empujones, patadas, zarandeos. Agresiones con objetos escolares (lápices, mochilas).Daños a pertenencias personales (romper material escolar, ocultar ropa o robar dinero). | Miedo por la integridad física, retraimiento, fobia escolar, somatizaciones como dolores de estómago, cefaleas o insomnio. |
| Acoso verbal | Comentarios, insultos o burlas que afectan directamente la autoimagen y percepción de sí mismo. | Insultos, apodos humillantes, burlas reiteradas. Comentarios despectivos sobre el aspecto físico, etnia, identidad de género u orientación sexual. Rumores o difamaciones. | Heridas psíquicas profundas, ansiedad, inhibición social, posibles conductas autolesivas. |
| Exclusión social | Negación sistemática de la pertenencia grupal o aislamiento social. | Ignorar a la víctima deliberadamente. No invitarla a actividades o juegos. Rechazar su participación en trabajos en equipos o dinámicas escolares. | Sensación de invisibilidad, bajo autoconcepto, internalización de la percepción de no ser digno de aceptación. |
| Acoso psicológico | Conductas orientadas a causar daño emocional mediante intimidación, manipulación o amenazas. | Chantajes emocionales.Amenazas explícitas o veladas (“Si no haces lo que yo te diga, te voy a pegar”).Dinámicas de control o coacción. | Pérdida de confianza, inseguridad, ansiedad, dificultad para establecer vínculos saludables. |
| Acoso sexual | Conductas de connotación sexual que atentan contra la integridad del menor, verbales, físicas o simbólicas. | Comentarios sexuales no deseados. Contacto físico inapropiado.Difusión de rumores sexuales o imágenes íntimas. | Trauma, vergüenza, retraimiento social, miedo a la intimidad, aumento del aislamiento. |
Agentes que intervienen en el acoso escolar
El acoso escolar no ocurre en aislamiento; es un fenómeno social en el que intervienen distintos actores, y comprender su rol es fundamental para detectar, prevenir y acompañar de manera efectiva a la víctima. Cada agente puede influir positiva o negativamente en la situación, y su actuación marca la diferencia entre perpetuar el maltrato o detenerlo a tiempo.
- Víctima: es la persona que sufre el acoso y es el centro de esta dinámica. Su vulnerabilidad puede estar relacionada con diferencias físicas, emocionales, culturales o de habilidades. Necesita apoyo constante, escucha activa y espacios seguros donde expresar sus emociones sin ser juzgada.
- Agresor: el niño o adolescente que ejerce la violencia también tiene un trasfondo emocional y social que influye en su comportamiento. Muchas veces actúa desde la frustración, inseguridad, búsqueda de poder o modelos aprendidos de agresión. Comprender su origen no justifica sus acciones, pero permite intervenir con estrategias restaurativas y educativas que transformen la conducta sin revictimizar a otros.
- El grupo de iguales: los compañeros pueden desempeñar diferentes roles, como testigos, cómplices o aliados. Su reacción frente al acoso escolar puede potenciar o disminuir el daño. Promover la empatía, la solidaridad y la intervención positiva entre iguales es una herramienta poderosa para frenar la violencia y fortalecer la comunidad escolar.
- Adultos de referencia: padres, docentes y profesionales de la salud tienen un papel decisivo. Su capacidad para observar las señales, escuchar sin prejuzgar, intervenir a tiempo y coordinar estrategias es determinante para proteger a la víctima y restaurar un clima seguro.
Acoso escolar vs conflicto puntual
No todos los conflictos entre niños son acoso escolar. La diferencia está en tres elementos: la intencionalidad, la repetición y el desequilibrio de poder.
- Un conflicto puntual puede surgir por malentendidos, discusiones o desacuerdos entre iguales. Suele resolverse rápido y no deja secuelas emocionales profundas.
- Ejemplo: Dos compañeros discuten porque uno no quiere compartir los materiales en clase. El conflicto genera malestar, pero no implica violencia persistente ni intención de dañar.
- El acoso escolar implica agresiones repetidas, intencionales y sostenidas en el tiempo, donde la víctima se encuentra en desventaja frente al agresor o grupo de agresores.
- Ejemplo: Un alumno es constantemente ridiculizado, amenazado y excluido del grupo durante varios meses. Los agresores se aprovechan de su timidez para reafirmar su dominio.
Reconocer la diferencia es fundamental para intervenir de manera adecuada. Mientras un conflicto puntual puede requerir mediación y diálogo, el acoso escolar exige detección temprana, acompañamiento emocional y medidas de protección para garantizar la seguridad y bienestar del niño o adolescente.
El acoso escolar en el entorno digital
Hoy, el acoso escolar no se limita al aula: las redes sociales, chats y aplicaciones permiten que las agresiones continúen incluso en casa. Este ciberacoso puede ser constante, anónimo y de amplio alcance, generando miedo, inseguridad y sensación de vulnerabilidad en el menor.
Se puede manifestar de varias formas: mensajes insultantes, difusión de fotos o vídeos, exclusión de grupos virtuales, suplantación de identidad y manipulación de contenidos.
Para los padres y docentes, detectar estas señales digitales y actuar con apoyo emocional, diálogo y protección es tan importante como intervenir en el colegio, porque la seguridad del niño abarca tanto el mundo físico como el virtual.
Señales para detectar el acoso escolar
El acoso escolar no siempre deja huellas visibles, y muchas veces los niños y adolescentes lo sufren en silencio, sin expresar lo que sienten. Observar cambios en el comportamiento, la comunicación y las rutinas diarias puede proporcionar pistas importantes sobre lo que está ocurriendo.
Para padres, docentes y terapeutas, aprender a identificar estas señales implica estar atentos a patrones repetitivos y no ignorar comportamientos que podrían parecer pasajeros. No se trata de espiar ni de presionar al menor, sino de crear un espacio seguro donde pueda expresar sus emociones y sentirse acompañado.
Reconocer el acoso escolar a tiempo permite ofrecer apoyo emocional, estrategias de protección y herramientas para fortalecer el autoconcepto, evitando que la experiencia deje marcas duraderas en la vida del menor. Por eso, a continuación se presentan las principales señales físicas, emocionales y comportamentales que pueden indicar que un niño o adolescente está siendo víctima de acoso, acompañadas de ejemplos reales que ayudan a identificar estas situaciones de manera más concreta.
| Señales | Manifestaciones | Ejemplo |
| Físicas | Dolores frecuentes de estómago, cabeza o musculares sin causa médica clara.Insomnio o pesadillas recurrentes. Marcas de golpes o ropa y pertenencias dañadas. Cambios en el apetito o hábitos alimenticios. | Lucas, 9 años, empezó a quejarse de dolor de estómago todos los días antes de ir al colegio, aunque no tenía problemas de salud; sus padres descubrieron que estaba siendo empujado y recibía burlas en el patio por sus compañeros. |
| Emocionales | Tristeza persistente o llanto frecuente.Ansiedad, miedo a ir al colegio o a ciertas personas. Baja autoestima o sensación de no ser “aceptado” por el grupo.Cambios de humor repentinos, como irritabilidad o apatía. | Sofía, de 12 años, mostraba nerviosismo y se aislaba en clase; al conversar con ella, confesó que un grupo de compañeras la excluía de los juegos y difundía rumores sobre ella. |
| Conductuales | Evita ir a actividades escolares o extracurriculares. Aislamiento social: no interactúa con amigos o familiares.Descenso del rendimiento académico o falta de concentración. Nerviosismo al recibir mensajes o notificaciones digitales. Conductas defensivas o agresivas inesperadas hacia otros. | Miguel, de 11 años, comenzó a perder interés en sus tareas y evitaba hablar con sus compañeros de clase; también mostraba agresividad repentina hacia su hermano menor. Sus padres descubrieron que sufría ciberacoso por parte de compañeros de su escuela. |
El acoso escolar psicológico que sufrió Clara
Clara tiene 13 años y cursa primero de secundaria. Durante varios meses comenzó a mostrar algunos cambios: se mostraba nerviosa al hablar de sus compañeros de clase, evitaba participar en clase y se aislaba en los recreos. Sus padres notaron que, aunque no tenía golpes ni marcas físicas, su autoconcepto había disminuido notablemente, y comenzaba a dudar de sí misma en todo lo que hacía.
Al conversar con ella con paciencia y sin presionarla, Clara contó que un grupo de compañeros la chantajeaban emocionalmente: le imponían tareas o bromas humillantes y amenazaban con difundir rumores si no seguía sus instrucciones. Estos actos no eran visibles para los adultos en el colegio, pero tenían un impacto profundo en su confianza, seguridad y bienestar emocional.
Gracias a la detección temprana por parte de sus padres y al acompañamiento de un terapeuta especializado, se implementaron estrategias de intervención psicológica y mediación escolar. Clara aprendió a reconocer sus emociones, reforzar su autoestima y establecer límites, mientras el colegio actuaba para frenar la conducta del grupo agresor. Con el tiempo, su seguridad y motivación académica mejoraron, y volvió a sentirse acompañada y escuchada.
Educación emocional como herramienta de prevención y acompañamiento
La educación emocional es una herramienta nece