Cuando el silencio de las cookies nos obliga a escuchar.
Durante años, las cookies de terceros fueron como pequeños susurros digitales. Invisibles, omnipresentes, pegados a cada clic. Gracias a ellas, las marcas aprendieron a seguir a las personas por Internet, como si fueran sombras trazadas en código. La segmentación era precisa, sí, pero también fría, distante, impersonal.
Hoy, ese sistema se apaga poco a poco. Navegadores como Google Chrome, Safari y Mozilla Firefox han decidido dar un portazo a las cookies de terceros y empujar al marketing a un nuevo escenario: la Cookieless era.
Y aunque muchos lo vean como una pérdida, en realidad es una invitación. Una oportunidad para volver a mirar a las audiencias no como “targets” que se persiguen, sino como personas con voz, con matices, con historias que escuchar.
Hola a las conversaciones
La desaparición de las cookies no borra la posibilidad de segmentar. Lo que hace es cambiar el mapa.
Ya no se trata de seguir huellas invisibles, sino de construir caminos visibles, compartidos y consentidos.
Las marcas empiezan a recuperar sus propios espacios: sus webs, sus apps, sus comunidades. Espacios donde la relación no se impone, se elige. Donde un formulario no es una trampa, sino una puerta abierta a un diálogo. Donde el contexto, ese viejo aliado olvidado, vuelve a ser un ancla poderosa.
Si alguien lee sobre viajes, no hace falta conocer cada uno de sus pasos digitales para saber que un mensaje turístico puede resonar. Basta con estar en el lugar adecuado, con la historia adecuada.
Y en medio de todo esto, la creatividad vuelve a brillar. Sin los datos invasivos como bastón, las marcas deben caminar sobre el terreno que realmente sostiene cualquier estrategia: una buena idea, un buen relato, un mensaje que conecte de verdad.
“En la Cookieless era, las marcas que escuchen de verdad serán las que tengan algo que decir”, Mario Seoane
La privacidad ya no es un requisito, es una promesa
El usuario digital de hoy ya no entrega sus datos a ciegas. Sabe lo que valen. Exige claridad, exige respeto. Y eso cambia las reglas del juego.
En este nuevo contexto, la privacidad deja de ser un simple apartado legal para convertirse en una promesa de marca. Las organizaciones que sepan cumplirla, y contarlo bien, no solo estarán a salvo de sanciones: ganarán confianza, reputación y relevancia.
Aquí, agencias como Torres y Carrera tienen un rol clave. No se trata solo de adaptar tácticas de marketing. Se trata de reaprender a relacionarse, de construir estrategias que tengan el pulso humano en el centro, de volver a hablar con verdad.
Escuchar para entender, no para segmentar
La pregunta es inevitable: si no podemos seguir al usuario, ¿cómo lo entendemos?
La respuesta no es nueva, pero sí poderosa: escuchándolo.
La escucha digital no necesita cookies. Necesita atención. Herramientas capaces de leer la corriente viva de las conversaciones públicas: qué se dice, cómo se dice, en qué tono, en qué espacios. Menciones, emociones, tendencias… todo ese ecosistema que respira fuera de los rastreadores.
Esa escucha, bien interpretada, es más valiosa que cualquier cookie. Porque no describe un rastro, revela una voz. Y para Torres y Carrera, con su experiencia en análisis reputacional y comunicación estratégica, esta es una ventaja natural: convertir el murmullo digital en estrategia, las conversaciones en acciones, los datos abiertos en inteligencia.