Mensajes clave
- El texto analiza los contenidos del modelo de gobernanza global propuesto por Xi Jinping, destacando tanto sus aspectos más atractivos como sus elementos más problemáticos.
- Asimismo, examina las posibles vías para aproximarse a este modelo, de naturaleza neowestfaliana y narrativa liberal, en un contexto caracterizado por la presencia de amenazas más explícitas y directas al orden liberal internacional.
- En lugar de ignorar o rechazar de manera frontal las iniciativas chinas para reformar la actual arquitectura internacional, se propone aprovecharlas como una oportunidad para construir un orden global más inclusivo y eficaz.
- Con ese propósito, se sugiere poner el acento en la pertinencia de la terminología que utilizan y en los valores que la sustentan, al tiempo que se insta a los dirigentes chinos a desarrollar una política exterior coherente con sus propias narrativas. Esto podría facilitar la coordinación de la Unión Europea con una parte mayoritaria del sur global que anhela el reforzamiento de un orden internacional multilateral basado en reglas.
Análisis
Por si la Iniciativa para la Gobernanza Global, presentada por Xi Jinping el 1 de septiembre de 2025, no fuera suficientemente importante en sí misma, el marco para ello, la cumbre ampliada de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), obliga a reflexionar sobre sus implicaciones para el orden internacional y, en particular, para la Unión Europea (UE) y España. La cita de Tianjin, la mayor en la historia de la OCS, reunió a 24 jefes de Estado y de Gobierno –entre ellos el primer ministro indio, Narendra Modi, ausente de China desde antes de la pandemia–, así como a líderes de organismos internacionales, incluido el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres. Apenas dos días después, Xi presidió junto a Vladímir Putin y Kim Jong-un el desfile militar en Pekín por el 80 aniversario de la rendición de Japón y el fin de la Segunda Guerra Mundial, una exhibición del arsenal chino y de su sintonía con dos dirigentes implicados en una guerra de agresión en Europa.
Estos movimientos ilustran la aplicación de la política exterior de gran potencia con la que Xi dejó atrás el “perfil bajo” de la diplomacia de Deng Xiaoping, para pasar a un activismo asertivo orientado a situar a China en el centro de la escena internacional. Desde el XIX Congreso (2017), Xi anunció una hoja de ruta que combina ambición material y ambición normativa: convertir a China en “país desarrollado” hacia 2035 y en “potencia de primer orden” con un “ejército de clase mundial” en 2050, a la vez que incrementa su peso en la gobernanza global y proyecta a China como proveedor de bienes públicos globales. Esta actitud, más proactiva y confiada que la de sus predecesores, se fundamenta en el espectacular aumento de las capacidades económicas, tecnológicas y militares de China y en su interpretación de la coyuntura internacional, marcada por el declive del oeste y el ascenso del este y del sur global.
El sustrato ideacional de esta China reemergente es doble y se aleja del de una potencia revisionista clásica. Por un lado, las autoridades chinas reconocen los beneficios del orden internacional vigente para su país, que debe contribuir a los bienes públicos globales (clima, paz, comercio). Por otro, consideran que ciertos rasgos del orden liberal, como la promoción activa de la democracia, la vulneración de la soberanía nacional de un país en nombre de la defensa de los derechos humanos y el establecimiento de sanciones unilaterales, amenazan la estabilidad del régimen del Partido Comunista Chino (PCCh) y justifican una agenda westfaliana de reforma de las reglas internacionales, que refuerce la soberanía de los Estados y el respeto a regímenes políticos que no sean democracias liberales. De ahí la crítica a la sobrerrepresentación occidental en instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial y la apuesta por un reequilibrio que dé más voz al “sur global”.
En marco, la diplomacia china ha presentado desde 2021 un paquete de iniciativas de “gobernanza global” que buscan reordenar agendas y principios según sus preferencias: la Iniciativa para el Desarrollo Global, la Iniciativa para la Seguridad Global, la Iniciativa para la Civilización Global, Iniciativa para la Gobernanza Global de la IA y la Iniciativa para la Gobernanza Global.
Figura 1. Principales iniciativas de gobernanza global bajo Xi Jinping
| Iniciativa | Fecha | Acontecimiento / Lugar |
| Iniciativa para el Desarrollo Global | 21 septiembre 2021 | Debate general del 76º período de sesiones de la Asamblea General de la ONU (Nueva York, discurso por vídeo mensaje) |
| Iniciativa para la Seguridad Global | 21 abril 2022 | Foro de Boao para Asia, ceremonia de apertura (Boao) |
| Iniciativa para la Civilización Global | 15 marzo 2023 | Diálogo de Alto Nivel entre el PCCh y los Partidos Políticos del Mundo (Pekín, intervención por videoconferencia) |
| Iniciativa para la Gobernanza Global de la IA | 18 octubre 2023 | Ceremonia de apertura del III Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional (Pekín) |
| Iniciativa para la Gobernanza Global | 1 septiembre 2025 | Cumbre ampliada de la Organización de Cooperación de Shanghái (Tianjin) |
Ese relato se acompaña de señales prácticas de “potencia responsable”, como vimos durante el pasado ciclo de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas, cuando China anunció su renuncia al estatus de país en vías de desarrollo en la Organización Mundial del Comercio (OMC) y la reducción de sus emisiones de gases de efecto invernadero entre un 7% y un 10% de aquí a 2035. Este esfuerzo por presentarse como garante de bienes públicos globales resulta especialmente beneficioso para la diplomacia china gracias al rechazo abierto del presidente Donald Trump al multilateralismo y a un orden internacional basado en reglas.
En un artículo próximo a publicarse en International Organization (“Further Back to the Future: Neo-Royalism, the Trump Administration, and the Emerging International System”), Stacie Goddard y Abraham Newman describen el modus operandi de la Administración Trump como “neo-royalism”, lo que podría dar lugar a un orden internacional “neocortesano”. Dicho orden no estaría fundamentado en Estados o instituciones, sino en camarillas personalistas, redes cerradas de élites políticas, económicas y militares que giran en torno a líderes que se conciben como soberanos absolutos. Este paradigma neocortesano es antitético al liberalismo, pues propone la arbitrariedad y la jerarquía como principios rectores del sistema, frente a la igualdad jurídica, la previsibilidad institucional y la legitimidad derivada de reglas universales que fundamental el orden liberal. En este escenario internacional, tan aleado de un orden liberal ideal, que se enfrenta a desafíos más explícitos y radicales que el modelo de gobernanza global propuesto por Pekín, resulta imprescindible adoptar enfoques interpretativos más sofisticados a esta iniciativa de política exterior que un simple rechazo frontal.
1. Un marco de gobernanza que bebe del sur global
Las iniciativas de gobernanza global anunciadas por Pekín desde 2021 actualizan una tradición discursiva antihegemónica que la República Popular China, al igual que muchos países del sur global, lleva articulando con intensidad variable desde su establecimiento. Valga de ejemplo este fragmento del discurso en el que Xi lanzó la Iniciativa para la Civilización Global:
“Nos oponemos firmemente a la hegemonía y a la política de poder en todas sus formas. Abogamos por la solidaridad y una mentalidad de beneficio mutuo para afrontar los complejos y entrelazados desafíos de seguridad y así establecer una arquitectura de seguridad justa y equitativa, construida y compartida por todos. El mundo no necesita una nueva Guerra Fría. La práctica de avivar la división y la confrontación en nombre de la democracia es, en sí misma, una violación del espíritu de la democracia. No recibirá ningún apoyo. Lo único que aporta es un daño interminable. Una China modernizada reforzará la fuerza a favor de la paz mundial y la justicia internacional. Independientemente del nivel de desarrollo que alcance China, nunca buscará la hegemonía ni la expansión”.
Ya en Bandung (1955), Zhou Enlai situó a China junto al emergente “tercer mundo” y enfatizó cómo el control económico y político de las potencias coloniales había sumido a Asia y África en el subdesarrollo y la opresión, anclando la proyección internacional de Pekín en una lógica explícitamente antiimperialista y no-alineada. Esto cristalizó en los “cinco principios de coexistencia pacífica”: soberanía e integridad territorial, no injerencia, igualdad, beneficio mutuo y coexistencia pacífica. Dichos principios siguen actuando como pilar normativo de la política exterior china. Además, Zhou presentó en 1964 los ocho principios rectores de la cooperación internacional china (bajos intereses, trato igualitario, etc.) con los que China se presentaba como un socio alternativo y supuestamente más atractivo, a las potencias tradicionales. El eco de estos principios normativos sigue presente en la acción exterior de China y resulta atractivo fuera de sus fronteras, especialmente entre los países del sur global con los que no mantiene disputas territoriales. Son varios los motivos que explican este reclamo.
Primero, por razones de principio: el énfasis chino en la no injerencia y en el reconocimiento de distintas trayectorias de modernización es un contrarrelato al recetario de condicionalidades políticas y económicas de las instituciones liberales, especialmente prevalentes tras el final de la Guerra Fría. Frente a una arquitectura liberal percibida como jerárquica y condicionante, Pekín se presenta como promotor de un orden más plural e inclusivo, basado en la autonomía de los Estados y en la no imposición de modelos políticos o económicos. Este mensaje resuena positivamente en poblaciones con un fuerte sentimiento antiimperialista y resulta especialmente atractivo para elites políticas autoritarias cuyo modelo político es rechazado desde postulados democráticos. Segundo, por razones instrumentales. China ofrece financiación, inversiones, y cooperación en seguridad menos condicionadas por estándares de gobernanza o derechos humanos, lo que otorga márgenes de maniobra a élites que buscan reforzar su autonomía interna. Tercero, por razones estratégicas. Estrechar relaciones con Pekín permite a otros países diversificar dependencias, no sólo respecto de Occidente, también frente a actores hegemónicos regionales y ampliar el acceso a mercados, tecnología y vacunas, como se evidenció durante la pandemia. Este tercer factor resulta especialmente significativo cuando Estados Unidos (EEUU) está en retirada en muchas partes del sur global y la UE o no está o no se la espera en múltiples sectores y países.
2. ¿Cuál es el contenido de estas iniciativas?
Estas cinco iniciativas –Desarrollo Global, Seguridad Global, Civilización Global, Gobernanza de la Inteligencia Artificial (IA) y Gobernanza Global– forman un conjunto programático coherente que pretende articular una visión integral del orden internacional desde cuatro vectores: desarrollo, seguridad, valores/identidades y normas/instituciones. Aunque cada texto nace de contextos y necesidades distintas, comparten lenguaje, principios y mecanismos de implementación, y se remiten de forma constante al marco de Naciones Unidas y a la idea de una “comunidad de futuro compartido para la humanidad”. Este último término describe el mundo que oficialmente China quiere promover, formado por países interdependientes que comparten beneficios y responsabilidades y que cooperan para afrontar retos globales. Además, como sucedió inicialmente con la Iniciativa de la Franja y la Ruta, los documentos que las anuncian son muy breves y generales, lo que da mucho margen posterior para un desarrollo más detallado y ajustado a contextos variables y cambiantes.
También existen diferencias entre estos textos, aunque están fundamentalmente limitadas a su foco funcional y su nivel de especificidad. Cada iniciativa se ocupa de un ámbito diferente de la política internacional y propone instrumentos acordes a su campo. En cualquier caso, en conjunto conforman una narrativa y una serie de propuestas coherentes que se presentan como aportes complementarios a la reforma gradual del orden internacional, no como su sustitución.
La Agenda 2030 es el punto de partida de la Iniciativa para el Desarrollo Global, que presenta ocho principios fundamentales: la priorización del desarrollo socioeconómico como panacea para resolver los conflictos humanos y garantizar anhelos de la humanidad tan importantes como la paz mundial o el respecto de los derechos humanos; un modelo de desarrollo centrado en las personas; no dejar a nadie atrás; la armonía entre la humanidad y la naturaleza; un desarrollo basado en la innovación; una asociación mundial para el desarrollo de carácter multilateral; orientación práctica; y sinergias, por ejemplo, con la Iniciativa de la Franja y la Ruta. El documento también presenta ocho áreas prioritarias que van de la pobreza y la seguridad alimentaria, a vacunas, financiación, clima, industrialización, economía digital y conectividad. Todo con la idea de acelerar la recuperación post-COVID y cerrar la brecha de desarrollo entre el norte y el sur.
La Iniciativa para la Seguridad Global sitúa la seguridad como un bien universal que se fundamenta sobre seis compromisos: seguridad “común, integral, cooperativa y sostenible”; respeto a la soberanía e integridad territorial; adhesión a los propósitos y principios de la Carta de la ONU; atención a las “preocupaciones legítimas de seguridad” de todos los países; resolución pacífica de las disputas a través del diálogo; y mantenimiento de la seguridad tradicional y no tradicional (terrorismo, clima, ciber y bioseguridad). A partir de ahí, presenta un catálogo de veinte líneas de cooperación, varias de ellas están vinculadas al sistema de Naciones Unidas, incluyendo el apoyo a su arquitectura para el mantenimiento de la paz, la no proliferación nuclear, el control de armas ligeras, la resolución pacífica de los conflictos activos (incluyendo Ucrania), las seguridades marítima, energética y climática y la lucha contra el crimen transnacional. En el último apartado del documento se plantean cinco plataformas internacionales de cooperación en las que China tiene un papel destacado.
El título de la Iniciativa para la Civilización Global podría hacer pensar que es un documento eminentemente cultural. Sin embargo, es esencialmente político, como evidencia el hecho de que sea presentado en una plataforma de diálogo del PCCh con partidos de otros países. Este documento tiene un enfoque normativo: respeto a la diversidad civilizatoria; promoción de “valores comunes de la humanidad” (paz, desarrollo, equidad, justicia, democracia y libertad); y una modernización “centrada en las personas”, no copiable mecánicamente, que armonice prosperidad material, ética y naturaleza. La propuesta desemboca en fomentar redes de diálogo “intercivilizatorio”, evitar la imposición de modelos de valores y oponerse a lógicas de suma cero y a nuevos bloques ideológicos. El texto vincula esa agenda relativista con la ruta china hacia la modernización y con la ejecución de la Iniciativa para el Desarrollo Global, apuntalando una narrativa de apertura, aprendizaje mutuo y rechazo de la hegemonía de una civilización que se considera superior al resto.
La Iniciativa sobre Gobernanza Global de la IA traslada esos mismos principios al terreno técnico-regulatorio. Defiende una gobernanza “abierta, justa y eficiente” de la IA, basada en un diálogo entre actores estatales y no estatales para encontrar un equilibrio entre el desarrollo de la IA y la seguridad humana. En este sentido, aboga por marcos y estándares globales de carácter técnico para garantizar la trazabilidad y el desarrollo de la IA, de manera que ésta sea confiable y esté siempre bajo control humano. También prioriza la privacidad y la no discriminación en datos y algoritmos, pide prudencia en usos militares, y reclama que todos los países (especialmente los que están en vías de desarrollo) tengan voz y capacidad en la gobernanza de la IA. También se opone a la creación de bloques ideológicos, a los monopolios tecnológicos y a la coerción unilateral para crear fracturas en las cadenas de suministros.
Finalmente, al menos por el momento, la Iniciativa para la Gobernanza Globalfunciona como marco general para las iniciativas anteriores. Este documento se presenta como un intento de contribuir a reformar el orden internacional vigente para hacer