RODGER BOSCH / AFP
En ocasiones, las políticas que imponen leyes homófobas o transfóbicas utilizan el nombre del anticolonialismo para presentar a las minorías sexuales y de género como una importación de Occidente. Sin embargo, estas leyes son a menudo un resurgimiento del período colonial.
Desde el 1 de septiembre de 2025, en virtud de una ley aprobada por unanimidad por los 71 miembros no elegidos de la Asamblea Legislativa de Transición, la homosexualidad es ilegal y se castiga con cinco años de prisión en Burkina Faso. El ministro de Justicia y Derechos Humanos del país, Edasso Rodrigue Bayala, declaró que esta nueva ley es una "respuesta a las profundas aspiraciones de nuestra sociedad" y el reflejo del "respeto por los valores culturales".
Sin embargo, como recuerda el sitio web de noticias Afrik.com, que se hace eco de la opinión de numerosas personas activistas, "lejos de ser una afirmación de la autenticidad africana, esta ley constituye un retorno a las raíces... coloniales".
"En las culturas precoloniales, la diversidad era la norma"
La criminalización de las relaciones íntimas consentidas entre personas adultas del mismo sexo y de la expresión o identidad de género diferente al sexo biológico vulnera el derecho internacional y una serie de derechos humanos, como el respeto a la dignidad, la intimidad, la igualdad y la no discriminación. Sin embargo, actualmente las relaciones homosexuales son ilegales en 63 países. En doce de ellos se castiga con la pena de muerte y en otros veinte estados la legislación castiga a las personas transgénero mediante leyes que prohíben "el travestismo", la "usurpación de identidad" y el "uso de disfraces".
En la mayoría de los casos, fueron las autoridades coloniales quienes introdujeron estas leyes opresivas. Según Victor Madrigal-Borloz, experto independiente de las Naciones Unidas en orientación sexual e identidad de género, en "las culturas precoloniales, la diversidad era la norma". En su opinión, el colonialismo es una de las principales causas de la violencia contra las minorías de género y orientación sexual. Naciones Unidas, 2023, Informe temático. Protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género]]
En el actual territorio de Nigeria, algunas comunidades atribuían el género en función de la edad en lugar de las características genitales; en Etiopía, las personas oromo alternaban de género cada ocho años a lo largo de su vida; en Ghana, las personas dagaaba definían el género según "la energía que desprendía una persona" sin ceñirse a criterios anatómicos.
Existen numerosas investigaciones sobre la aceptación e incluso la valoración social de las personas consideradas como pertenecientes a un tercer género, "biespirituales" en las tribus canadienses, muxes en México, hijra en la India y Bangladesh, takatāpui en Nueva Zelanda y las hermanas y hermanos de los pueblos aborígenes y los pueblos insulares del estrecho de Torres en Australia. En Senegal, se denominan góor-jigéen, literalmente "hombre-mujer" en idioma wolof, tenían un estatus reconocido en la sociedad senegalesa, a menudo actuaban como oficiantes de ceremonias en bodas y bautizos y desempeñaban un papel político. Poco a poco, la expresión se ha convertido en sinónimo de homosexual y hoy en día se utiliza como insulto. [1]
Al igual que se aceptaban las diversas identidades de género, son numerosas las sociedades y culturas precoloniales en las que también se aceptaban las relaciones entre personas del mismo sexo. En algunas tribus kenianas, existen diversas tradiciones que hablan de uniones entre personas del mismo sexo, como en el caso de los meru (matrimonios entre hombres) o los kalenjin (matrimonios entre mujeres). [2]
Un legado colonial opresivo
Desde el inicio del proyecto colonial europeo, se impusieron leyes que penalizaban las relaciones homosexuales, principalmente con legislación sobre la "sodomía", el "delito infame" o el "acto contra el orden natural", cuyo origen eran las tradiciones judeocristianas y el derecho canónico, que consideraban los actos no destinados a la procreación como "abominables" o "perversos".
Los primeros textos que reprimían las relaciones sexuales entre hombres en las Antillas fueron impuestos por España. A su llegada, los colonos se encontraron con comunidades que tenían costumbres sociales, sexuales y familiares diferentes, muy alejadas de las normas judeocristianas. Por este motivo, describieron la desnudez, la poligamia, la homosexualidad y el travestismo como signos de barbarie y justificaron la prohibición de estas prácticas con el pretexto de la labor civilizadora. La práctica del "pecado abominable" es uno de los argumentos esgrimidos por Juan Ginés de Sepúlveda en su tratado sobre "las justas causas de la guerra contra los indios". [3]
En el Imperio Británico, el artículo 377 del Código Penal indio tipificó como delito los "actos sexuales contra el orden natural", entre otras, las relaciones homosexuales. Este texto se extendió progresivamente a otras colonias de Asia, África, el Pacífico y el Caribe [4] o que modificó profundamente los modos de vida. En la India, las personas hijra, definidas como pertenecientes al tercer género, una identidad que contradecía la moral occidental y su concepción del género, fueron marginadas, fichadas y maltratados por las fuerzas del orden..
Este legado colonial continúa siendo visible: entre los países que consideran ilegales las relaciones homosexuales, más de la mitad pertenecen a la Commonwealth. Hoy en día, el artículo 377, que deriva del derecho colonial inglés, permanece prácticamente intacto en la legislación de una veintena de países africanos, entre los que se encuentran Botswana, Gambia, Kenya, Lesoto, Malawi, Mauritania, Nigeria, Somalia, Eswatini, Sudán, Tanzania y Zambia. [5]
En los países colonizados por Francia, el Código Napoleónico que se aplicó en las colonias no prohibía las relaciones homosexuales consentidas entre personas adultas, ya que las relaciones homosexuales se habían despenalizado en 1791 en Francia. En este contexto, son varios los países francófonos que no cuentan con leyes específicas para penalizar la homosexualidad (Benin, Côte d’Ivoire y la República Democrática del Congo, por ejemplo). Sin embargo, el celo de la administración colonial impuso o facilitó la adopción de leyes que penalizaban la "sodomía", como en Túnez..
Un legado colonial a veces desconocido
En 2018, el Tribunal Supremo de la India declaró que el artículo 377 era contrario a su Constitución y afirmó el legado colonial de esta ley: "Hace ciento cincuenta y ocho años, una legislatura colonial criminalizó, incluso cuando se trataba de relaciones consentidas entre personas adultas del mismo sexo, el hecho de encontrar la plenitud en el amor. La ley les privaba del simple derecho, como seres humanos, de vivir, amar y formar parejas tal y como la naturaleza los había creado... Ochenta y siete años después de la adopción de esta ley, la India se liberó de su pasado colonial. [...]. La ciudadanía de una democracia no puede verse obligada a sumir su vida en la oscuridad por una legislación colonial opresiva". [6]
Del mismo modo, Sudáfrica también se ha liberado de las normas coloniales en materia de diversidad de género y orientación sexual. Desde el fin del apartheid, Sudáfrica se ha convertido en el primer país en adoptar una cláusula en su Constitución contra la discriminación por motivos de orientación sexual. Esto ha dado lugar a diversos avances como la prohibición de la discriminación en el empleo (2006), la misma edad de consentimiento sexual para las personas de cualquier género y orientación sexual (2007), la prohibición de la incitación al odio por motivos de orientación sexual (2000) y la legalización del matrimonio homosexual mediante la ley de unión civil (2006). [7]
Sin embargo, en muchos países, se desconoce o se niega este legado colonial para poner de relieve supuestas tradiciones o valores culturales que hay que defender contra una "agenda occidental" neocolonial que impondría el respeto de los derechos de las personas LGBTQ+.
La instrumentalización de la descolonización por parte de las partes contrarias a los derechos
La discriminación y la violencia contra las personas LGBTQ+ es una estrategia compartida en todo el mundo (Rusia, Hungría, Georgia, Estados Unidos, Egipto...), para la que se esgrimen "valores culturales" con el fin de justificarlo.
Además, en algunos países que sufrieron la colonización, se silencia el legado colonial de la criminalización para destacar, por el contrario, una pseudo "neocolonización" que impondría la universalidad de los derechos, en particular para las personas LGBT+. La socióloga y escritora Nadia Chonville explica que "la dialéctica homófoba de origen colonial se instala entonces en una dialéctica homófoba contra el neocolonialismo". La Relatora Especial de las Naciones Unidas en materia de derechos culturales ha trabajado sobre la instrumentalización del discurso anticolonial para justificar la privación del disfrute de los derechos humanos a determinados grupos de personas. Explica que el mal uso de la historia colonial para "justificar las violaciones de los derechos humanos contemporáneos" insulta la memoria de quienes lucharon por la liberación y socava sus logros. [8]
Existen asimismo terceros Estados que alientan estos discursos conservadores soberanistas y que los utilizan en sus relaciones internacionales como herramienta de "poder blando" con fines económicos y políticos. Así, Rusia organizó un evento para promover "la soberanía y los valores tradicionales como elementos cruciales del desarrollo estratégico en el continente" durante el Foro Económico Rusia-África de 2019, en el que participaron diversas personalidades políticas del continente. [9] En octubre de 2020, OpenDemocracy reveló que 28 organizaciones cristianas de derecha estadounidenses, a menudo estrechamente vinculadas a la administración Trump, gastaron más de 280 millones de dólares para ejercer su influencia en la legislación, la política y la opinión pública en contra de los derechos sexuales y reproductivos. Fuera de Estados Unidos, estos grupos gastaron más dinero en África (al menos 54 millones de dólares estadounidenses) que en cualquier otra parte del mundo, excepto Europa.
Vivimos en una era de "posverdad", que exige el esfuerzo de restablecer constantemente los hechos: las potencias coloniales impusieron normas excluyentes que rompieron con las formas históricas de diversidad de las sociedades precoloniales. Desmontar este legado es una necesidad con el fin de promover una verdadera descolonización. La universalidad de los derechos humanos, en particular los derechos de las personas LGBTQ+, no es una idea colonial, sino todo lo contrario. La colonización impuso leyes injustas y el retorno a normas inclusivas constituye un acto decolonial.