Los poemas sirven como aprendizaje para controlar el miedo, un ejercicio de esfuerzo para darle forma racional a ese sentimiento
Lejos del deseo de eliminar los temores, la poeta persigue la manera de expresarlos y transmitirlos para mirarlos de frente
El libro incita a mirar lo que nos rodea con la pausa que necesita la vida, para darles forma a nuestros sueños y nuestra libertad
‘Miedo’
Rocío Rojas-Marcos
Distribución: 26/11/2025
El miedo es una emoción universal que nace del instinto más profundo de supervivencia, una alarma interior que nos advierte del peligro y nos hace pensar, reflexionar antes de saltar al vacío. En ese espacio cuarteado al que nos aferramos cuando sentimos el vértigo es donde arraigan estos poemas de Rocío Rojas-Marcos, un lugar tambaleante y a punto del derrumbe, pero también el lugar desde el que detenernos a mirar lo que nos rodea con la pausa que necesita la vida, para darles forma a nuestros sueños y nuestra libertad. La primera parte de Miedo, que da su título al libro, está formada por cuatro secciones donde los versos largos y la palabra desbordada fluyen como la corriente torrencial de un río. Son poemas en los que, mirándose desde la distancia que le permite la segunda persona, la voz poética se aleja de los diferentes miedos que le asaltan y necesitan ser conjurados, hasta llegar al último de ellos donde agarra el pronombre de primera persona –“Ahí estoy yo de pie”– y salta como si se defendiese ante un espejo de sí misma. La segunda parte, “Gaman”, palabra japonesa que nombra la capacidad de soportar las dificultades sin mostrar debilidad, está formada por treinta haikus escritos al mismo tiempo que los poemas, a modo de breves resúmenes y destilación final de todas las palabras antes dichas.
Entrevista con la autora
—“Hay que ser muy valiente para vivir con miedo”, afirma Ángel González en el primero de los epígrafes que abre el libro…
—Sí, esos versos del poema “Nada grave” fueron el detonante para empezar a escribir. Ángel González le pone palabras a una idea que siempre me ha rondado la cabeza, el valor que hay que tener para afrontar cualquier cosa del día a día, sonreír y seguir de frente. La vida es de los valientes, pero no de los osados, de los arriesgados, sino de los que sabiendo cuáles son sus debilidades y sus miedos no se achican nunca.
—Y Alejandra Pizarnik, en el segundo, dice confiar en su fuerza.
—Bueno, claro, para seguir viviendo con miedo, como decía antes, hay que confiar en las fuerzas de cada uno o saber medirlas bien, saber hasta dónde puedes llegar, calculando que tienes que volver. El final de Pizarnik es la triste confirmación de que a ella le flaquearon las fuerzas, pero era consciente de que las necesitaba.
—El libro parece dictado por una necesidad de autoconocimiento, pero de algún modo dialoga con el lector y lo interpela en su búsqueda.
—Los tres primeros poemas en segunda persona son como una conversación que interpela directamente al lector, lo involucra. Ese tú le está hablando. Puede ser también una misma mirándose al espejo, puede ser una voz exterior, eso no es tan importante como la manera directa de recibir los miedos a los que estos versos van a ir dando forma. Puede ser, como dice, por necesidad de autoconocimiento o de explicación. Al ponerles palabras a los miedos, toman forma, se sientan a nuestro lado y aprendemos a manejarlos, a minimizarlos para ser valientes, al estilo de Ángel González.
—La primera parte ofrece todo un catálogo de miedos, muy ligados a las experiencias de la vida cotidiana.
—Sí, efectivamente, miedos cotidianos que se mezclan con otros ajenos, externos, inmensos y creo que ahí es donde me interesaba incidir, en la realidad diaria de aprender a sobrevivir con nuestros temores que aparentemente son menores, casi ridículos si los comparamos con lo que sabemos que hay a nuestro alrededor, pero que no por eso nos dejan de atosigar. También me interesaba reflexionar sobre el estado de egoísmo en el que nos hemos acostumbrado a vivir. Cada vez somos más ombliguistas, no miramos más allá y eso nos hace perder los sentimientos de empatía y compasión por lo que no somos nosotros. Por ese camino estamos destinados a un final muy desolador, deshumanizado.
—¿Cuál es “el nombre del miedo” al que se refiere el título de la segunda sección de esa primera parte?
—El miedo tiene muchos nombres. Cada uno de nosotros le ponemos uno o varios que responden a miedos propios. Hay miedos universales, miedos inevitables, irracionales… de muchos tipos, los más difícil es averiguar cuáles son los nuestros para aprender a lidiarlos, para ser valientes y enfrentarlos.
—Los poemas sugieren, por su carácter reflexivo, un proceso de meditación, pero también un impulso catártico, de expulsión de los demonios.
—Sentarme a escribir poesía supone el esfuerzo de encontrar las palabras que me expliquen aquello que necesito entender. Darle forma con palabras a lo que me ronda la cabeza. Entonces, si el motivo es el miedo, se trata de comprender qué lo provoca, qué lo sustenta, y así empiezo a darle vueltas hasta que van surgiendo los poemas. Puede ser reflexivo, puede ser impulsivo, dependiendo del estado de ánimo o la disposición que tenga mientras escriba.
—¿En qué sentido se relaciona la serie de haikus que cierra la colección con los poemas que la preceden?
—La relación es plena porque está todo escrito a la vez. Los haikus los iba escribiendo junto con los poemas largos. Después de unos versos, de unas horas metida en los poemas largos, fui componiendo esos haikus casi como si fuesen el resumen de lo anterior y a la vez el punto de equilibrio, la contención de lo escrito hasta ese momento, pues frente a la forma libre sin métrica ni rima, estos pequeños poemas medidos hacían de dique de la composición.
—¿Cómo se le ocurrió el título japonés de esa serie, “Gaman”, una palabra que, según dice, nombra la capacidad de soportar las dificultades sin mostrar debilidad?
—Bueno, entendí que esa palabra explicaba muy bien qué estoy queriendo exponer en este libro. Se relaciona con la cita de Alejandra Pizarnik y añade ese matiz de no mostrar debilidad, o dicho en positivo, mostrar fortaleza que es tan importante, porque al final somos lo que nos proponemos, aunque a veces parezca que todo viene en contra. Empezar por creerse el papel, estar convencida de cómo enfrentarse a las cosas es lo que marca el camino.
lA autorA
Rocío Rojas-Marcos (Sevilla, 1979) es profesora en el Grado de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Sevilla y en International College of Seville. También ha impartido clases en el grado de Traducción de la Universidad Pablo de Olavide. Doctora en Literatura y Estética en la sociedad del conocimiento por la Universidad de Sevilla, cursó el Máster en Escritura Creativa de la Facultad de Comunicación y es licenciada en Filología Árabe por la misma universidad. Ha publicado los poemarios Habitada por palabras (2020), GMTT (2021), Y si supieran (2022) y Anoche soñé que regresaba a Manderley (2023, reeditado en 2024). Poemas suyos han aparecido en distintas antologías y en revistas como Litoral, Estación Poesía, Big Sur o Surco. Ha recibido el Premio Manuel Alcántara de Poesía (2020) y El Drag de creación literaria de la Universidad de Cádiz (2020). Es autora de los ensayos Mohamed Chukri (2021), Tánger. Segunda patria (2018), Carmen Laforet en Tánger (2015), Sanz de Soto y Buñuel. La tercera España transfretana (2012) y Tánger. La ciudad internacional (2009).
VANDALIA
Miedo
Rocío Rojas-Marcos
Distribución: 26/11/2025
EAN: 9788419132703
Código: 0010377288
13 x 21,5 cm / 96 pp
PVP: 11,44 / 11,90 euros RÚSTICA CON SOLAPAS