¿Sabías qué? El otro inicio de año y la otra fuente de inspiración de Gaudí... - Obra Modernista de Antoni Gaudí en Barcelona | Torre Bellesguard

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noviembre 30, 2025

Por Ferran Garcés

Antoni Gaudí en la Sagrada Familia, dibujo de Juan Matamala, Cátedra Gaudí, UPC

Gaudí es bien conocido por la influencia en su obra del estudio de la naturaleza, así como de su catalanidad. Ahora bien, Gaudí asumió otra fuente de inspiración: la liturgia católica. Hablaremos de ella, aprovechando el inicio del Año litúrgico, que, como manda la tradición, comienza el primer domingo de Adviento y, este año, cae el 30 de diciembre, es decir, hoy.

Es un tema enrevesado el origen, el funcionamiento y el desarrollo del Año Litúrgico, a la vez que la peculiar manera en que este ciclo, plagado de días móviles, se combina con nuestras agendas. A modo de resumen, solo decir que nuestro calendario sigue, en realidad, “dos años”. Uno, el secular, que comienza el 1 de enero, y el otro, el litúrgico, que se inicia, como ya hemos dicho, el primer domingo de Adviento. La Navidad es su primera “estación”. Añadir también que el Año Litúrgico está determinado tanto por la historia de Cristo y su madre, María, como por la de los santos. Gaudí sabía mucho sobre este tema. Galdric Santana, comisario de la conmemoración de este año Gaudí, director de la Cátedra Gaudí de la UPC y restaurador de Torre Bellesguard, declaraba en una entrevista hace poco:

“(Gaudí) era un personaje que llegaba al fondo de todo, y en este sentido también profundizó mucho en liturgia. De hecho, era un experto en liturgia por encima de especialistas de los seminarios de su tiempo. Creo que incluso hoy día superaría a muchos especialistas actuales.” (1)

Una vocación gradual

La religiosidad de Gaudí no fue objeto de una conversión repentina sino de un proceso progresivo que se inició en las Escuelas Pías de Reus, donde estudió el bachillerato. En la madurez de la vida, en 1916, lo visitó un grupo de internos de los Escolapios de Sarrià, en Barcelona y, en aquella ocasión, les confesó: “En la Escuela Pía transcurrieron mis primeros años, y en ella mis primeras oraciones fueron los salmos y versículos contenidos en las horitas libro de oro de mi afición litúrgica; y en sus aulas aprendí el santo temor de Dios” (2).

Ahora bien, durante los años de formación en Barcelona, los biógrafos hablan de un Gaudí aficionado a la vida mundana, de aspecto elegante y aún no dominado por los extremos espirituales de sus últimos años. Algunos hablan incluso de cierta actitud anticlerical, aunque no todos están de acuerdo con esta afirmación (3). Sea como sea, algo empieza a cambiar alrededor de la Cuaresma de 1894, si bien la causa sigue siendo motivo de debate. De lo que estamos seguros es que, ese año, Gaudí hizo un ayuno tan riguroso que se temió por su vida (véase: las enfermedades de Gaudí). Uno de sus grandes amigos, y principales mentores religiosos, el obispo Torras i Bages, fue quien lo salvó con un argumento poderoso: el designio de Dios para él era otro: dedicarse en cuerpo y alma al templo de la Sagrada Familia, un proyecto que había iniciado en 1883.

Otro momento crucial en la vida y obra de Gaudí fue su convalecencia en 1911 en Puigcerdà, tras contraer fiebres de Malta. Durante ella, aprovechó para estudiar y meditar la fachada de la Pasión, una obra marcada por el dolor y el sacrificio, por un lado, y de gran creatividad por el otro (4). De hecho, se considera el mejor momento artístico de Gaudí (véase: “¿una de las primeras obras? ¿Una de las últimas?”)

Apel·les Mestres, artista polifacético modernista, aseguraba que Gaudí, durante este tiempo, tenía un sorprendente debate interior. En caso de recibir un encargo secular, primero debía pedir permiso y guía a la Virgen de Montserrat. Por fortuna, bromeaba Apel·les, la buena Virgen siempre capitulaba y le permitía a Gaudí aceptar obras civiles. Ahora bien, después de la Torre Bellesguard, la Casa Batlló y la Pedrera, es decir, las construidas entre 1900 y 1912.

“La gran paradoja” de Gaudí…

Joan Bergós, el discípulo más cercano a Gaudí y el autor de su primera biografía, escribe como en estas últimas etapas de su vida, el arquitecto y el lírico cristiano se convirtió en un “pobre voluntario”, renunciando a nuevos clientes y dedicando sus ahorros a la obra y el culto del templo. No solo exaltará la pobreza sino que llegará a encontrar necesario el dolor y, hasta la penuria, para contrarrestar el deslumbramiento artístico. Por otro lado, la progresiva muerte de todos los miembros de su familia y amigos lo sumerge en la más completa melancolía (5).

Ahora bien, como hemos visto, no debemos pensar en esta época como un período de crisis artística, sino más bien todo lo contrario. Gijs van Hensbergen, uno de los principales biógrafos de Gaudí, considera que, a partir de este momento, la obra del arquitecto refleja su paradoja más grande: “Cuanto más se alejaba del idealismo de la juventud y más estrictamente católico se volvía, a la vez que antiliberal, pesimista y obsesionado por el sufrimiento, tanto más espléndida se volvía su arquitectura” (6).

Joan Torres Domènech, otro reconocido biógrafo, incluso dice: “Si Gaudí hubiera muerto en 1894, seguramente se encontraría dentro de la tríada de los grandes arquitectos modernistas catalanes, pero como uno más; no con la fuerza que ha tomado en estos últimos tiempos por delante de los otros. Su reconocimiento actual se basa sobre todo en las obras que construye a partir de 1894” (7). El común denominador de estos últimos edificios es la influencia de la liturgia católica en ellos, aunque sean civiles. Una señal que se repite en todos ellos es la cruz de cuatro brazos, exclusiva del arquitecto, como una especie de firma. Torre Bellesguard, con su esbelto pináculo, es uno de ellos (véase: las cruces de Bellesguard).

El próximo viernes, ya comenzado el Año Litúrgico, veremos qué personas -y libros- acompañaron a Gaudí en este paradójico camino.

Notas

(1) Galdric, Santa (8/11/2025), “Reus fue clave en la formación intelectual y artística de Gaudí”, Diari de Tarragona, p. 11.

(2) Tarragona i Clarasó, Josep Maria (2016) Gaudí, el arquitecto de la Sagrada Familia. Biografía breve, Torsimany Books, p. 33. Véase también: Bassegoda, Joan (2002), Antoni Gaudí, Edicions 62, Barcelona, pp. 30-31

(3) Torres Domènech, Joan (2018), El Gaudí que no nos han explicado, Cossetània edicions, Valls, p. 56-60

(4) Puig-Boada, Isidre (1980) El pensamiento de Gaudí. Compilación de textos y comentarios, Barcelona, Publicaciones del Colegio de Arquitectos de Cataluña, p. 200.

(5) Bergós i Massó, Joan (2011), Gaudí. El hombre y la obra, Lunwerg, Barcelona pp. 45
Una de las citas del arquitecto que recuerda Bergós es una auténtica celebración del dolor, desde un punto de vista ascético: “para que el artista no se desequilibre, con la elevación del arte, debe pasar dolor o miseria. Para que no falle la disciplina, es indispensable la disciplina: única manera de no perturbarse”.

(6) Hensbergen, Gijs van (2002), Antoni Gaudí, Debolsillo, Barcelona, p. 176

(7) Torres Domènech, Joan, Op. Cit., p. 78

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