Joan Llimona: “Deo Gratias”. San Felipe Neri haciendo catequesis en la colina de San Onofrio, en Roma, 1902. Pintura en la iglesia de San Felipe Neri.
El domingo pasado, 30 de noviembre, comenzó el Año Litúrgico. Efeméride que aprovecharon para hablar de la influencia de la religión católica en la vida y la obra de Gaudí (véase: la otra fuente de inspiración). Hoy recuperamos el tema para recordar cuáles fueron las principales personas que acompañaron a Gaudí en este largo camino. Por esta razón, la foto de cabecera muestra una curiosa imagen de Gaudí. En ella, el arquitecto representa a San Felipe Neri, rodeado de gente, en un cuadro de su amigo Joan Llimona, con quien el arquitecto acostumbraba a terminar el día rodeado de otros feligreses en la iglesia de San Felipe Neri (véase: “el más venerable barbudo”), donde les gustaba oír misa, cantar música gregoriana y charlar antes de despedirse.
En palabras de Gijs van Hensbergen, uno de sus principales biógrafos: “La imagen corriente que se tiene de Gaudí como ermitaño gruñón no concuerda precisamente con la facilidad con la que se forjó un círculo de amistades leales que lo admiraban” (1). En efecto, todas ellas fueron amistades constantes, incluso cuando las cosas iban mal (véase: las enfermedades de Gaudí y los amigos que lo cuidaron). Gaudí era religioso, pero nunca un ermitaño.
¿La providencia?…
Alrededor de 1878, el año en que Gaudí obtuvo el título universitario, el arquitecto entró en relación con artistas con fuertes convicciones religiosas. Entre otros, podríamos mencionar a Lluís Milet, músico con quien, años más tarde, Gaudí estudió canto gregoriano (véase: retorno al origen), o a Joan Llimona, de quien ya hemos hablado. Uno de sus profesores, Joan Martorell, estaba especializado en arquitectura religiosa, y será él quien presentará al joven arquitecto al promotor de la Sagrada Familia, el piadoso librero Josep M. Bocabella.
No en vano, la principal entidad a la que estuvo adscrito Gaudí fue el Círculo de San Lluc, una asociación de artistas conservadores bajo cuyo amparo se gestionaron la mayoría de obras religiosas de aquel tiempo. Asimismo, Gaudí entabló amistad con las principales personalidades religiosas de la Renaixença catalana. Algunas de ellas incluso fueron clientes suyos…
- Joan Grau Vallespinós, que era hijo de Reus. Cuando solo era el canónigo de Tarragona, le encargó a Gaudí su primera obra, el altar de la iglesia del Santuario del Sagrado Corazón, y años más tarde, alrededor de 1888, cuando era obispo de Astorga, el palacio episcopal de esta localidad leonesa. También fue el comprador de los terrenos de Bellesguard, antes de que Gaudí comenzara las obras de la actual Torre (véase: el obispo Grau). En las estancias de Gaudí en Astorga, el obispo lo instruyó a fondo sobre la liturgia católica, como veremos al final del artículo. También será Grau quien sirva de puente entre Gaudí y Enric d’Ossó, la siguiente influencia espiritual y cliente de Gaudí.
- Enric d’Ossó, eclesiástico promotor del Colegio de las Teresianas, y con quien Gaudí profundizó en la mística del “castillo interior” de Santa Teresa. Como el presupuesto era limitado, son célebres los encontronazos del arquitecto con el sacerdote a causa del aspecto económico. Aun así, ambos sentían un profundo respeto por el otro.
- Joan Campins, el obispo de Mallorca que le encomendó la restauración de la Catedral de la isla, siguiendo planteamientos bastante innovadores a nivel litúrgico que ambos compartían. De esta reforma, Gaudí explicaba que había seguido su método experimental a base de pasar “un año observando y anotando todas las deficiencias que la equivocada disposición del mobiliario litúrgico originaba en el ceremonial de las funciones episcopales, restándole sentido y esplendor”.
Esta anécdota nos demuestra que, como en tantos otros temas, la liturgia seguida por Gaudí no era el resultado de una obediencia ciega sino de un proceso interior de estudio y constante personalización.
- Josep Torras i Bages, obispo de Vic considerado el patriarca espiritual de Cataluña. Ejerció una enorme influencia en el Círculo Artístico de San Lucas, antes mencionado, y otra asociación de la que también fue socio Gaudí, la Liga Espiritual de la Virgen de Montserrat. Su principal mérito fue encabezar la adaptación de la iglesia a la nueva sociedad surgida de la revolución industrial y fue, al mismo tiempo, el referente espiritual más destacado del catalanismo conservador. Gaudí lo tuvo en gran estima, y solo él pudo convencerlo de que dejara el ayuno radical del que hemos hablado más arriba, la cuaresma de 1894. Entre los proyectos incluidos de Gaudí figura un monumento dedicado a Torras i Bages, que debía enlazarse con la fachada de la Pasión.
- Jacint Verdaguer, sacerdote y el principal poeta de la Renaixença. Dos de sus poemas, La Atlántida y El Canigó, figuran entre los más valorados de la literatura catalana. Gaudí conoció a Verdaguer porque ambos formaban parte del círculo social del conde Güell. Poco antes de morir, y justamente cuando Gaudí estaba construyendo Torre Bellesguard, Verdaguer habló del pasado medieval de este lugar (véase: un jardín poético).
- Joan Maragall. Aunque no se ordenó nunca como sacerdote, otra importante amistad religiosa y literaria de Gaudí fue este poeta, que, como Verdaguer, es de los más famosos de su tiempo. Fue él quien comenzó a escribir sobre la Sagrada Familia, en el año 1900, con un artículo muy influyente: “El templo que nace”.
- Ignasi Casanovas, jesuita conocido por sus conferencias y escritos en los que exaltaba el valor del sacrificio para acercarse a Dios, así como la necesidad de la mortificación, postulados que Gaudí incorporó con vehemencia los últimos años de su vida.
- Lluís M. de Valls, confesor de Gaudí y padre del Oratorio de San Felipe Neri, lugar donde los últimos años de su vida Gaudí iba a rezar y cantar música gregoriana. Siempre en compañía. Recordemos la imagen con la que iniciábamos este artículo, donde Gaudí aparece rodeado de gente, obra de su amigo, el pintor Joan Llimona. Uno de sus muchos amigos…
Notas
(1) Hensbergen, Gijs van (2002), Antoni Gaudí, Debolsillo, Barcelona, p. 204