Las violencias contra las mujeres adoptan muchas formas, pero comparten una misma raíz: desigualdad, discriminación y estructuras patriarcales que permiten que la impunidad siga vigente. Durante los 16 Días de Activismo, recordamos que las violencias son globales, pero también lo es la resistencia de las mujeres que, en cada rincón del mundo, se organizan y actúan para cambiar sus realidades.
Tres historias, una misma injusticia global
Se calcula que, en todo el mundo, 840 millones de mujeres (ONU Mujeres) han sido víctimas de violencia física o sexual en el entorno de su pareja o fuera de ella o ambas al menos una vez en su vida. Una cifra que no está disminuyendo.
Ningún país está libre de violencia de género; aunque existen diferencias entre regiones y países. Las mujeres que viven en países pobres, afectados por conflictos o en entornos vulnerables al clima se ven afectadas de forma desproporcionada. A pesar de ello, en todas partes mujeres y comunidades están organizándose para ponerle fin.
Cada forma de violencia tiene un contexto distinto, pero todas nacen de la desigualdad. Feminicidios, violencia en conflictos armados, y prácticas nocivas comparten una misma raíz: patriarcado, machismo, desigualdad y exclusión.
No puede haber derechos humanos sin los derechos de las mujeres. Por ello, proteger los derechos de las mujeres es esencial para una sociedad justa, para construir paz, para que tengamos un futuro que merezca la pena vivir.
Bolivia: violencia letal en un contexto de machismo arraigado
En Bolivia, una mujer fue asesinada por su pareja. Sus cuatro hijas quedaron en acogida; las dos mayores sufrieron abusos sexuales y violación. Esta historia devastadora evidencia cómo el patriarcado y la impunidad convierten las relaciones desiguales en amenazas mortales.
La tía de las niñas, Willam Durán, denunció la situación en cuanto tuvo conocimiento, pero su círculo más cercano le dio la espalda. Desde el centro Juana Azurduy la acompañaron y asesoraron para conseguir justicia para sus sobrinas, acompañándola en cada paso, sin dejarla sola.
En Bolivia, trabajamos para fortalecer la implementación de las leyes, exigir justicia y apoyar a organizaciones de mujeres que acompañan a las sobrevivientes. Solo con un Estado que protege y una sociedad que no tolere la violencia podremos romper este ciclo.
Gaza: violencia extrema en medio de la guerra
En Gaza, Hadeel es la encargada de detectar y gestionar los casos de violencia de género que llegan a nuestra socia, Awda Health and Community Association. Cuenta que el impacto que la guerra ha tenido un impacto brutal en el bienestar, la seguridad y la salud mental de las mujeres en Gaza.
La guerra ha provocado un fuerte aumento de la violencia de género, en particular del abuso psicológico y sexual, lo que ha afectado gravemente a la salud mental y psicológica de las mujeres. Las mujeres están sufriendo un mayor trauma, ansiedad, estrés y pérdidas significativas. Muchas de ellas han pasado a depender de la ayuda humanitaria para sobrevivir, ya que sus necesidades básicas siguen sin estar cubiertas.
Hadeel explica cómo están apoyando a las sobrevivientes a través de programas de salud mental, manejo del estrés y sesiones de liberación emocional destinadas a aliviar el impacto psicológico de la guerra. Sin embargo, la crisis de salud mental es generalizada, y las mujeres suelen sufrir miedo extremo, depresión y ansiedad, lo que requiere un apoyo urgente. A pesar de los esfuerzos por prestar asistencia, los recursos son muy escasos, el asedio y el cierre de los pasos fronterizos, complica el acceso a la ayuda necesaria.
Una parte esencial son los espacios seguros, donde las mujeres pueden recibir apoyo emocional y disfrutar de actividades recreativas. También pueden acceder a formación para formar, empoderar y apoyar económicamente a las mujeres que han perdido a sus parejas y ahora son las únicas proveedoras de sus familias.
Zambia: violencia sexual invisibilizada por el hambre
En comunidades afectadas por la sequía en Zambia, muchas mujeres se ven forzadas a intercambiar sexo por comida para alimentar a sus familias. Es una forma de violencia sexual poco denunciada, nacida de la pobreza extrema y la falta de alternativas económicas.
Pelekelo (nombre ficticio), de 49 años, es agricultora y comerciante de pescado, y tiene seis hijos e hijas a su cargo. Es una superviviente de las prácticas sexuales nocivas a cambio de poder llevar un poco de pescado a casa. Ahora ha conseguido romper el círculo, se ha unido al grupo comunitario de vigilancia de la violencia de género, donde es defensora de la lucha contra la violencia de género junto con otras mujeres del comité.
Además, participa en un proyecto impulsado por ActionAid para que las mujeres accedan y controlen recursos pesqueros, generen ingresos propios y cuenten con espacios seguros donde compartir y reportar abusos. La autonomía económica y la organización comunitaria son claves para su protección.
Actuar juntas es posible
Cada una de estas historias ocurre en un contexto distinto, pero todas nacen de la misma desigualdad. Proteger los derechos de las mujeres es esencial para construir paz, justicia y un futuro digno. Los 16 Días de Activismo nos recuerdan que la violencia no es inevitable: podemos cambiar la situación cuando apoyamos a las mujeres como Pelekelo o Hadeel que dan un paso adelante para decir basta y combatir la violencia machista.
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