CASA-MIENTO (Bodas sin sangre) irrumpió en la cartelera madrileña el pasado mes de octubre, con funciones en El Umbral de Primavera, dentro de la programación del Surge Madrid en Otoño. Desde ahí, y fuera del festival, no ha parado de representarse, lo que demuestra el interés y buen recibimiento de público y crítica y su buen hacer artístico.
La autora, directora e intérprete Carolina África construye un solo escénico que funciona como un bululú moderno; un único cuerpo-personaje que se fragmenta en múltiples voces, tiempos y recuerdos. La dramaturgia se construye no solo con un texto formidable, sino también con objetos, danza y recursos al detalle que configuran una puesta singular y tierna, con un diseño de iluminación, sonido, escenografía y vestuario cuidados hasta para casi abrazarnos.
La intimidad de varias generaciones se desliza por la escena como un hilo secreto que alguien, con paciencia de artesana, hubiese ido bordando a lo largo de los años. Esos hilos se tensan y se aflojan dentro de un solo cuerpo: el de Carolina África, que se convierte en ovilladora de todo un linaje. Su presencia prepara y da a luz a madres, abuelas, hermanos, novios, ausencias y sombras que parecen haber estado ahí desde el principio, sobre el escenario, esperando a que alguien les avisase para salir. Hay algo profundamente delicado en ese tránsito: cada gesto, cada giro de voz, cada objeto manipulado funciona como una pequeña puerta temporal que nos permite asomarnos a un instante recóndito, a un recodo emocional que la actriz explora con mimo, sin prisa.
La conexión con Bodas de sangre aparece aquí despojada del trágico destino lorquiano: no hay cuchillos ni luna inquisidora, pero sí un viaje por las raíces, por los impulsos que atraviesan a una familia cuando el amor, el miedo, el abuso o la pérdida dejan huellas que perduran. Pero en lugar de la fatalidad, África nos ofrece una constelación de memorias, una sucesión de álbumes familiares que desfilan ante nuestros ojos como si alguien pasara las páginas con suavidad, permitiéndonos escuchar hasta el crujido de cada fotografía al ser evocada. Ese recorrido –emocional, muy sensorial y, sobre todo, visceral y literario–, desemboca inevitablemente en su propio presente, donde la creadora se atreve a compartir vivencias de una gran crudeza. Entre ellas, el relato de su primer parto, un trance tan salvaje como luminoso, en el que la vida y la muerte se rozaron peligrosamente. Es en ese umbral, precisamente, donde la obra encuentra su latido más profundo, en la valentía de transformar la vulnerabilidad extrema en un acto de comunión escénica.
En el tramo final, la función se abre a una celebración compartida. La protagonista revive su boda y la escena se convierte en un ritual comunitario donde el público deja de ser testigo para convertirse en invitado, llamado a participar de una alegría que se reconstruye con humor, cercanía y una honestidad muy contagiosa. Se celebra no solo el matrimonio, sino todo aquello que nos sostiene cuando compartimos la vida.
Y al salir, queda la sensación de haber asistido a una experiencia bellísima. Para mí, esta es una obra que reconforta y te salva de lo que necesites, que te cuenta una historia como cuando nos narraban cuentos en la infancia, en voz baja, con luz cálida y con la certeza de que, pese a todo, la vida continúa su curso con una terquedad preciosa. Y una solo puede agradecer que eso pase, en la ficción y en la realidad, hasta que la muerte nos llegue.
¿Puede un costurero ser una madre? ¿Un padre, unos zapatos? ¿Un novio, una chaqueta? ¿Un fantasma, un pañuelo azul? Una mujer se prepara para pasar por el altar. En los instantes previos a este proceso ritual le asaltarán recuerdos y fantasmas del pasado, dudas y anhelos del futuro. Un viaje emocional donde se darán cita personajes trascendentales de su historia: familiares, amigos, muertos y vivos, encarnados por objetos que dialogarán con la protagonista en un recital interpretativo multigénero. Cuestionar el sentido del casamiento hoy en día, bucear en las razones que nos llevan a festejar una unión, confrontar y hacer balance de la vida para exprimirla antes de que sea demasiado tarde. La realidad y la ficción, la cordura y el delirio, el tiempo y el espacio se dilatarán y contraerán en una historia alocada, conmovedora, divertida y profunda. Desnudar el alma mientras se adorna el cuerpo de la NOVIA para la ceremonia iniciática que está a punto de celebrar con todos los espectadores. ¿Nos acompañas?
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