Analizan la respuesta inmune de un paciente que permaneció con un trasplante de riñon porcino durante 61 días

Dos recientes estudios publicados en Nature han logrado trazar con precisión el “mapa” de la respuesta inmunitaria frente a un trasplante de riñón de cerdo en un paciente con muerte cerebral, observado durante un periodo de dos meses. Estos trabajos aportan claves para entender por qué los xenotrasplantes —trasplantes de órganos de animales a humanos— suelen fracasar.

Las investigaciones, realizadas por equipos del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia y de NYU Langone Health (EE.UU.), demostraron que el riñón porcino trasplantado funcionó de manera estable durante dos meses. Este hallazgo representa un paso decisivo en la búsqueda de alternativas a la escasez de órganos disponibles para personas con insuficiencia renal avanzada.

Con el objetivo de ampliar la oferta de órganos, los especialistas trabajan con riñones de cerdo sometidos a modificaciones genéticas. Estas alteraciones buscan impedir que el sistema inmunitario humano identifique el órgano como extraño y lo ataque, desencadenando su rechazo. Aun así, las defensas del receptor pueden provocar daños y comprometer la función del injerto tras la cirugía.

Para profundizar en los mecanismos que conducen al rechazo, uno de los estudios —dirigido por NYU Langone Health— analizó el trasplante de un riñón porcino modificado en un hombre de 57 años con muerte cerebral, mantenido con soporte vital y cuyo cuerpo fue donado a la investigación científica.

Durante 61 días posteriores a la intervención, los investigadores recogieron de forma sistemática muestras de sangre, tejidos y fluidos corporales, algo inviable en pacientes vivos o en primates. Esto les permitió observar de manera única cómo interactúan las células inmunitarias cuando el órgano es aceptado y cuando comienza a ser rechazado.El informe inicial describe un mapa detallado de la actividad inmunitaria tanto del riñón humano como del cerdo tras el trasplante. Los científicos identificaron que el rechazo estaba impulsado por la acción de anticuerpos —proteínas que marcan elementos extraños para su destrucción— y por células T, encargadas de reconocer y eliminar invasores específicos.