Infografía sobre el proyecto. Fuente: Marta San Martín García.
Proyecto Mujeres en la Historia: arte, ciencia y educación (III)
Blog escrito por Jorge Salinas Santos y Seila Axa Soler.
La educación, entendida como un proceso de transformación social, no puede permanecer ajena a las desigualdades estructurales que configuran nuestras sociedades. Entre ellas, la desigualdad de género constituye una de las más persistentes y normalizadas y la escuela ha sido históricamente una de sus principales reproductoras. Como bien advirtió Paulo Freire (1970), "la educación no cambia el mundo: cambia a las personas que van a cambiar el mundo". Desde esta premisa, el proyecto Mujeres en la Historia: arte, ciencia y educación no se limita a introducir nuevos contenidos en el currículo, sino que propone un giro epistemológico profundo: cuestionar qué enseñamos, desde qué relatos lo hacemos y a quién dejamos fuera en nuestras narraciones pedagógicas.
En el caso de la Formación Profesional Básica, donde se concentra una parte significativa del alumnado en situación de vulnerabilidad educativa, la incorporación de enfoques que integren la perspectiva de género no solo es pedagógicamente pertinente, sino moralmente imprescindible. La FPB representa, para muchos jóvenes, una de las últimas oportunidades que ofrece el sistema para reconectar con el aprendizaje. Por tanto, se convierte en un espacio especialmente fértil para desplegar estrategias que promuevan la reflexión crítica, el desarrollo personal y la construcción de referentes diversos e inclusivos.
Desde una perspectiva pedagógica, los beneficios de implementar este tipo de propuestas en FPB son múltiples y profundamente conectados con las necesidades del entorno educativo. Por un lado, el acceso a referentes femeninos reales mejora significativamente la autoestima de las estudiantes, fortalece su identificación con el conocimiento y genera mayor compromiso académico. Por otro, el alumnado masculino se ve interpelado a revisar sus esquemas de socialización y a desarrollar habilidades relacionales más igualitarias, contribuyendo así a una convivencia más justa y respetuosa en el aula.
El proyecto mencionado, desarrollado por un equipo interdisciplinar de la Universidad Isabel I, se plantea una intervención educativa Mujeres y participación social, cuyo objetivo es visibilizar la ciudad, los espacios públicos y cuestionar a nuestro alumnado sobre las dificultades, miedos, discriminación y vulneraciones en materia de género. Así, el contramapeo propuesto en esta intervención concreta, se alinea con un currículo que debe concebirse como una construcción social y política que ofrece a cada generación herramientas para interpretar y transformar su realidad. En este sentido, la actividad permite ofrecer un marco analítico complejo, capaz de visibilizar el poder, las identidades, las relaciones sociales y las estructuras que configuran nuestras formas de estar en el mundo.
¿Hay una única manera de hacer contramapeo?
Cuando hablamos de contramapeo lo primero que solemos imaginar es un mapa distinto al oficial, uno que muestra lo que no se enseña: memorias barriales, territorios invisibles, conflictos urbanos, voces que normalmente no aparecen. Pero aquí surge la pregunta clave: ¿existe solo una forma de llevarlo a cabo? La respuesta es sencilla y liberadora: no. El contramapeo es una herramienta flexible, adaptable y profundamente situada en cada contexto. No se impone, se construye.
Modelo 1: de ver a transformar
El contramapeo puede desarrollarse en cuatro pasos: Primero, la conciencia: observar la ciudad y notar lo que el mapa borra o silencia. Luego, la investigación territorial mediante escucha, registro y documentación. Después, el diálogo crítico, donde se interpretan datos y se cuestiona la versión oficial del espacio. El proceso culmina en la acción transformadora, cuando el mapa deja de describir y pasa a denunciar, proponer o reparar.
Modelo 2: cuando el mapa se vuelve experiencia
El modelo S4K (Saber, Sentir, Saber-hacer y Saber-ser) convierte la cartografía en aprendizaje vivo. Saber implica identificar ideas previas; Sentir es caminar, escuchar y vincularse con el territorio; Saber-hacer consiste en crear contramapas que revelan desigualdades e identidades; y Saber-ser es presentar, reflexionar y transferir el aprendizaje al ámbito ciudadano y educativo.
Una ciudad, muchas versiones posibles. Ambos modelos recuerdan lo mismo: los mapas no son neutrales. El contramapeo los abre, cuestiona y reescribe colectivamente para que aparezcan otras voces y otras formas de habitar la ciudad.
Y en esa multiplicidad de formas, surge la pregunta que sostiene todo este ejercicio:
¿Qué ciudades aparecerían si fueran las personas que la viven quienes la dibujaran?
En definitiva, introducir esta mirada cívica y ciudadana en la FPB puede generar un punto de inflexión tanto en el alumnado como en el cuerpo docente. Para quienes enseñan, es una oportunidad para reconectar con la dimensión más transformadora de la educación: esa que no solo transmite saberes, sino que también forma conciencias, impulsa procesos de emancipación y humaniza el acto educativo.
Así, Mujeres en la Historia no es solo un proyecto sobre el pasado. Es una intervención directa sobre el presente social y educativo. Es una invitación al profesorado a enseñar con una mirada crítica, situada y comprometida. Y es, sobre todo, una apuesta por unas organizaciones escolares que se atrevan a contar otra historia: más inclusiva, más rigurosa y, sin duda, más justa.
Puedes descargar el contenido de esta actividad en el siguiente pdf que es gratuito y puede utilizarse en las aulas.
Editor: Universidad Isabel I
Burgos, España