Historias con Denominación de Origen: Territorio

Compatibilità
Salva(0)
Condividi

La D.O. Rías Baixas es un mosaico de paisajes, climas y culturas vitivinícolas que dan vida a algunos de los blancos más singulares del mundo. Cada subzona ofrece una identidad propia marcada por suelos, altitudes y tradiciones que han evolucionado durante generaciones. 

En este video descubrimos cómo las bodegas Castrobrey, Maior de Mendoza y As Laxas interpretan sus paisajes, desde el interior del Ulla hasta las laderas atlánticas del Salnés y el valle del Miño en el Condado do Tea, para elaborar vinos que reflejan mineralidad, biodiversidad, la sal del océano y una viticultura profundamente ligada a la historia familiar.  

Tres bodegas, tres visiones y un mismo compromiso: preservar la riqueza que hace singular el territorio de la D.O. Rías Baixas. 

Ramón Blanco, director general de Adegas Castrobrey

“La singularidad del Ulla está en sus suelos minerales y en una biodiversidad que nos obliga a trabajar con máximo respeto”. 

La subzona de Ribeira do Ulla, incorporada a la D.O. Rías Baixas en el año 2000, es la más interior de la Denominación. Sus viñedos, situados a entre 100 y 150 metros de altitud y asentados en la cuenca del río Ulla, ofrecen vinos más minerales y con menos salinidad que los de las áreas próximas al mar. “El valle de Camanzo nos da un paisaje único, con una fuerte biodiversidad que condiciona cómo cultivamos”, explica Ramón Blanco. 

Adegas Castrobrey se encuentra a 20 km de Santiago de Compostela, en un enclave singular: entre el Convento de San Salvador de Camanzo y la Red Natura 2000 Ulla-Deza. Pendientes del 20 al 30%, 2.400 horas de sol anuales y un clima húmedo obligan a trabajar en emparrado, buscando ventilación y una correcta maduración. Con 10 hectáreas repartidas en 17 parcelas, la bodega se asienta sobre suelos arcillosos con hierro, cuarzo y esquisto. “Esto significa que nuestros vinos son muy peculiares, tienen una mineralidad muy alta y una acidez mucho más equilibrada”. 

La incorporación del Ulla a la D.O. supuso la culminación de un esfuerzo histórico para la familia: “El abuelo fue uno de los precursores de este reconocimiento”. Castrobrey fue la primera bodega de la subzona en el año 2000 y continúa siendo un referente. 

Su viticultura es regenerativa: sin herbicidas y con ovejas y ocas para controlar la vegetación. Además, mantienen su propio banco de genoplasma a partir de antiguas cepas seleccionadas para conservar un clon único de albariño. 

Hoy exportan a 16 países y defienden la diversidad de la denominación. “Las distintas subzonas enriquecen a la D.O. Rías Baixas porque hay diferentes suelos, diferentes tipos de clones, diferentes tipos de climatología, con lo cual básicamente mayor diversidad, mejor para un mercado difícil y competitivo”. 

Marcos Barros, gerente de Maior de Mendoza

La singularidad de nuestro viñedo nace del océano, del monte Xiabre y de cepas que ya son historia dentro del Salnés”.  

Maior de Mendoza se sitúa en las laderas que descienden hacia Carril, en Vilagarcía de Arousa, en el punto más norteño del Valle del Salnés. Sus viñedos, plantados en los años 70, cuentan con una edad poco común dentro de la D.O. Rías Baixas. Orientados de este a oeste para recibir de frente los vientos atlánticos, aprovechando ese aire marino como un aliado esencial. “Aquí tenemos mucha humedad; esos vientos que vienen del océano secan esa humedad y nos ayudan a realizar una viticultura más sostenible”, explica Marcos Barros. 

La finca, a unos 80 metros de altitud sobre el monte Xiabre, se asienta sobre suelos de xabre, granito descompuesto, que confiere una mineralidad marcada a los vinos. “Tuvimos que sacar carretas y carretas de xabre, de toda esa roca. Ese granito hace muy característicos estos suelos de montaña, y eso es lo que le va a dar una mineralidad muy importante”, señala. 

La tradición vitícola de la familia Barros comenzó con su abuela, cuando el vino era un cultivo de subsistencia. Su padre impulsó una de las grandes cooperativas de la zona y llegó a plantar 10 hectáreas de albariño antes incluso de la creación de la Denominación. De ahí surgió la bodega familiar en los años 90, en paralelo al despegue de Rías Baixas. 

La crianza sobre lías es hoy uno de sus pilares. Eliminar herbicidas fue clave para trabajar con levaduras vivas y obtener vinos más limpios, complejos y longevos. “Las lías siempre estuvieron en la tradición; nuestros abuelos y antes los bisabuelos que trabajaban el vino, ellos no sabían por qué, pero sabían que si dejaban el vino y lo trasegaban con algún poso, el vino iba a mejorar”, recuerda. 

Para Marcos, Rías Baixas es diversidad: de suelos, de climas y de estilos. “Aquí nada es homogéneo. Un montón de variables que dependen de la orografía del territorio, que es tremendamente diferente, y eso le da una riqueza espectacular”. Cada vino, afirma, es “un reto” y una forma de entender un territorio único marcado por el océano. 

José Simón Ferro, presidente de Bodega As Laxas

La esencia de nuestros vinos nace del río Miño, de sus laderas y de viñedos que guardan historias de generaciones en el Condado do Tea”.   

Bodegas As Laxas se ubica en Arbo, en la ribera norte del Miño, justo en la frontera con Portugal. Sus viñedos, repartidos en pequeñas parcelas, aprovechan la orientación sur de las laderas para recibir sol durante todo el día. “Aquí amanece a primera hora de la mañana y no se pone el sol hasta última hora de la tarde, lo que favorece la buena maduración de la uva y que se genere con un buen equilibrio entre aromas, alcohol y madurez”, explica Pepe. 

Los suelos graníticos y arenosos aseguran un buen drenaje y bajos rendimientos, aportando concentración y carácter a cada vino. La tradición vitícola familiar comenzó sobre el año 1975, y desde entonces la bodega ha combinado herencia y modernidad, manteniendo el minifundismo extremo que obliga a trabajar a mano cada racimo. “Cada parcela nos da matices que hacen único al Condado do Tea”, afirma José. 

La mitad de la uva proviene de pequeños agricultores con los que mantienen relaciones de décadas. “El éxito de nuestra empresa está precisamente en ir de la mano de esos viticultores; al final vamos juntos. Nosotros, entre todos, producimos y llevamos la parte comercializadora, pero bueno, nos entendemos con ellos como una gran familia”, añade. 

Los albariños del Condado do Tea se distinguen por su equilibrio, menor acidez y una expresión mineral y frutal única. Para José, “Dios hizo el Albariño para las Rías Baixas, y las Rías Baixas las hizo para el Albariño”. Cada botella refleja un territorio vivo, marcado por el río, el clima y la historia de sus gentes. 

Recapiti
contenido