Mariana Torres es psicóloga de profesión y desde hace cuatro años trabaja como docente orientadora en una institución de la zona rural del suroccidente colombiano, donde el conflicto armado, la pobreza y el abandono estatal han afectado profundamente a sus comunidades. Su labor no se limita a lo académico, también acompaña emocionalmente a niñas, niños y familias que han visto afectada su cotidianidad por la violencia, el desplazamiento forzado, el confinamiento y la inseguridad alimentaria.
Su centro educativo cuenta con doce sedes rurales, varias de ellas con difícil acceso y rodeadas por escenarios de riesgo. En al menos cuatro de estas sedes, el conflicto se ha intensificado en los últimos años, obligando a implementar educación en emergencia. Dos sedes realizan clases virtuales por razones de seguridad, situación que ha generado profundas brechas educativas. La asistencia ha caído drásticamente para el año 2025: de 400 estudiantes inscritos, hoy solo asisten 239.
Mariana señala que el miedo ha desplazado a muchas familias, y otras, aunque permanecen, no cuentan con los medios ni el conocimiento para acompañar los procesos escolares de sus hijos. “Muchos padres deben salir a trabajar y dejan a sus hijos solos. No hay conexión, no entregan tareas. Incluso hemos visto situaciones de maltrato porque no saben cómo acompañar su aprendizaje”, explica.
Además del impacto educativo, la crisis ha agudizado las situaciones de inseguridad alimentaria, especialmente en las familias donde las mujeres son cabeza de hogar. Muchas de ellas viven del trabajo informal en cultivos de uso ilícito, sin ingresos estables. En este contexto, el proyecto humanitario liderado por Alianza -ActionAid, centrado en la seguridad alimentaria y protección integral de niñas, niños y mujeres, ha marcado una diferencia significativa.
Mariana recuerda un caso que la marcó: “En la sede principal, un padre fue herido por unas esquirlas. Su esposa estaba embarazada, y ella tenía que trabajar para poder comer. Me decía: ‘Si yo no trabajo, no como y mi hija tampoco come’.”
Mariana destaca la importancia de los kits alimentarios entregados a estudiantes y familias: “Cualquier ayuda que se le dé a un niño es alegría. En estas zonas rurales, donde hay tanto abandono, los niños y sus familias reciben esta ayuda con mucho amor y agradecimiento”. La entrega de alimentos no solo ayuda a cubrir una necesidad básica, sino que también refuerza el vínculo con la escuela y ha contribuido a prevenir el abandono escolar.
El proyecto también contiene acciones de protección, un aspecto que para Mariana es fundamental, ya que, desde su rol como orientadora, ha liderado actividades de contención y acompañamiento psicosocial, especialmente con niños y niñas expuestos a situaciones traumáticas. “Hemos llegado a algunas sedes a hablar con los niños, a preguntarles cómo se sienten, qué deben hacer en situaciones de riesgo. A ellos les gusta que los escuchen. Ese desahogo emocional es vital”.
En medio de la adversidad, las mujeres de la comunidad han asumido un papel clave. Muchas lideran juntas de padres de familia, organizan movilizaciones y alzan la voz para exigir garantías “En nuestra zona las mujeres son grandes lideresas. En la institución tenemos juntas de padres de familia, en su mayoría mujeres, que han venido liderando procesos muy importantes”, destaca.
Desde su experiencia diaria, Mariana sueña con un futuro en el que la educación rural sea digna, equitativa y transformadora, que no sólo forme académicamente, sino que brinde herramientas para la vida:
“Yo digo, ¿por qué tenemos una excelente calidad educativa en una zona urbana y por qué en una zona rural no?,¿Por qué no tenemos esa calidad en la educación de nuestros campesinos y nuestros niños? Ellos también lo merecen. Ellos también merecen una educación de calidad, una educación digna”.
La historia de Mariana refleja la resiliencia de una comunidad golpeada, pero que sigue luchando. Y también evidencia cómo la intervención humanitaria, con enfoque en seguridad alimentaria y protección, puede contribuir significativamente a dignificar la vida, proteger la infancia y empoderar a las mujeres, aun en los contextos más adversos.