La vigilancia sanitaria de personas expuestas al amianto no puede limitarse a pruebas básicas cuando existen indicios clínicos o radiológicos de posible enfermedad. En estos casos, resulta fundamental recurrir a estudios más sensibles y específicos, como la tomografía computarizada de alta resolución (TCAR), que permite detectar lesiones que pasarían desapercibidas en una radiografía convencional. La decisión de aplicar este tipo de técnicas debe basarse en criterios clínicos bien definidos, con el objetivo de confirmar diagnósticos, valorar la extensión del daño y orientar adecuadamente el seguimiento médico.
La tomografía computarizada
La TCAR es especialmente útil en la detección precoz de placas pleurales, engrosamientos subpleurales y fibrosis pulmonar difusa, hallazgos comunes en trabajadores con historial de exposición prolongada al asbesto. Su elevada resolución permite observar estructuras pulmonares con mayor detalle que la radiografía, facilitando un diagnóstico más preciso, especialmente en los casos en que los síntomas respiratorios son persistentes pero los resultados de las pruebas convencionales no son concluyentes. También es de gran valor en la diferenciación entre alteraciones benignas y sospecha de procesos malignos, como el mesotelioma pleural.
Otras pruebas complementarias
Además de la TCAR, existen otras pruebas que pueden ser indicadas cuando se sospechan complicaciones relacionadas con el amianto. En algunos contextos, la tomografía axial computarizada (TAC) con contraste puede aportar información adicional en el estudio de masas pleurales o adenopatías mediastínicas. Asimismo, la evaluación de biomarcadores tumorales en sangre, aunque no es un método de diagnóstico definitivo, puede contribuir a la identificación de procesos neoplásicos en fases tempranas si se combina con los hallazgos clínicos y radiológicos.
En situaciones particulares, especialmente si existe derrame pleural o sospecha de malignidad, pueden indicarse técnicas más invasivas como la toracocentesis diagnóstica, la biopsia pleural o incluso procedimientos toracoscópicos. Estas intervenciones deben reservarse para casos bien justificados, y siempre bajo un enfoque multidisciplinar que incluya neumología, medicina del trabajo y, en su caso, oncología.
¿Qué prueba realizar según el riesgo acumulado?
El uso de tomografía y estudios complementarios no debe aplicarse de forma sistemática, sino que debe estar justificado por la sintomatología, los antecedentes de exposición, los hallazgos en pruebas previas y el tiempo transcurrido desde el contacto con el amianto. De esta forma, se evita una medicalización innecesaria, se optimizan los recursos sanitarios y se garantiza una atención eficaz y centrada en los casos de mayor riesgo.
En resumen, la TCAR y las pruebas diagnósticas avanzadas son herramientas fundamentales en la vigilancia de personas expuestas al amianto cuando existen signos clínicos o radiológicos sugestivos de enfermedad. Su aplicación oportuna permite mejorar la precisión diagnóstica, personalizar el seguimiento médico y aumentar la probabilidad de intervención temprana en procesos potencialmente graves.