El voto en Uruguay, Chile y Brasil y el nuevo mapa electoral latinoamericano - Real Instituto Elcano

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Tema
Las elecciones presidenciales en Uruguay y las locales en Chile y Brasil han cerrado el año electoral en América Latina, confirmando tendencias y adelantando algunas características que marcarán a la región en 2025.

Resumen
Las elecciones presidenciales y legislativas en Uruguay (más dos consultas constitucionales), las municipales en Brasil, y las municipales y provinciales en Chile han confirmado las nuevas dinámicas electorales propias de América Latina. Por un lado, persistencia del voto de castigo contra los gobiernos (Gabriel Boric en Chile) y partidos (Partido de los Trabajadores –PT– en Brasil) que no cumplen las expectativas ciudadanas, y, por otro, respaldo a los oficialismos con buenas gestiones, merecedoras del apoyo popular, como fue el alto número de alcaldes reelectos en Chile y Brasil y el respaldo a la coalición oficialista en Uruguay. El predominio de las distintas derechas, las más votadas en Brasil y Chile, va unido a su gran fragmentación. Las diferentes izquierdas no sólo no evitan la dispersión –salvo en Uruguay–, sino también afrontan problemas para aumentar significativamente su caudal electoral, dadas sus dificultades para conectar con las nuevas sensibilidades y preocupaciones, sobre todo de las clases medias urbanas y los más jóvenes.

Análisis
Electoramente, 2024 termina con las elecciones presidenciales y legislativas en Uruguay, aún pendiente la segunda vuelta (más dos consultas constitucionales), las municipales en Brasil, y las municipales y regionales en Chile; y también resta el balotaje para los responsables de las regiones. Estas elecciones se han celebrado tras diversas victorias oficialistas: El Salvador (reelección de Nayib Bukele), República Dominicana (reelección de Luis Abinader) y México (continuidad del lopezobradorismo y MORENA con Claudia Sheinbaum). También hubo dos victorias opositoras: José Raúl Mulino en Panamá y Edmundo González Urrutia en Venezuela (no reconocida por Nicolás Maduro). Estos resultados quebraron la tendencia predominante desde 2018, salvo en Paraguay, del voto de castigo a los oficialismos. Este año proyecta, en el corto plazo, una coyuntura electoral latinoamericana más heterogénea: triunfos opositores, tras una mala gestión gubernamental, en paralelo a victorias (plebiscitarias) de aquellos oficialismos exitosos en su lucha contra la inseguridad (Bukele), en promover el crecimiento económico (Abinader) o reducir la pobreza (López Obrador).

Los resultados en Uruguay, Chile y Brasil han consolidado esas tendencias y han redibujado otras. El voto de castigo primó en Brasil y Chile, mientras en Uruguay el oficialismo ha ido separado a los comicios. Por mandato constitucional están prohibidas las coaliciones en la primera vuelta. Así y todo, sumando los votos de las diferentes fuerzas que respaldan al gobierno, los partidos que conforman la Coalición Republicana han sido la opción más votada, aunque de forma individualizada el Frente Amplio (FA) tuvo mayor respaldado popular. El voto de castigo convive con el apoyo a aquellas gestiones municipales exitosas, con numerosos alcaldes reelectos (el 80% en Brasil y un elevado porcentaje en Chile), con preponderancia del centroderecha.

Los resultados han mostrado las dificultades de las fuerzas tradicionales –como el Partido de los Trabajadores (PT) de Luiz Inácio “Lula” da Silva– para conectar con el electorado, en especial los jóvenes, las clases medias urbanas y los evangélicos, y sus demandas. Frente al problema de crecimiento de las izquierdas, incluso en Chile, hubo un avance del centroderecha en Chile y Brasil. También se han visto crecer opciones rupturistas, lideradas por outsiders de la derecha extrema, como el brasileño Pablo Marçal, que canalizan la desafección y la frustración popular ante los problemas económicos y de seguridad. En un tono más “a la uruguaya” otros políticos han adoptado formas rupturistas, como el colorado Andrés Ojeda y sobre todo el outsider antisistema Gustavo Salle. Finalmente, se ha producido el crecimiento de un voto más proclive a aquellos candidatos eficaces (o que prometen serlo) en su respuesta a las demandas ciudadanas, un voto que no se mueve tanto por ideología o vinculación partidaria sino que busca buenos gestores y no liderazgos ideológicos.

1. El voto de castigo en Brasil y Chile y el caso especial de Uruguay

Brasil abrió el turno de un intenso mes electoral en la región. Sus elecciones municipales se desarrollaron en octubre: la primera vuelta el 6 y la segunda el 27. Ese mismo día Uruguay celebró la primera vuelta de las presidenciales, las legislativas y dos consultas constitucionales y Chile municipales y, por segunda vez en la historia, la primera vuelta de las regionales (en Chile también se votó el 26).

Figura 1. Comicios en Uruguay, Brasil y Chile, 2024

BrasilUruguayChile
Elecciones municipales
(Primera vuelta: 6-X)
(Segunda vuelta: 27-X)
Elecciones presidenciales
(Primera vuelta: 27-X)
(Segunda vuelta: 24-XI)
Elecciones municipales
(Una sola vuelta: 26/27-X)
 Elecciones legislativas
(27-X)
Elecciones a gobernadores
(Primera vuelta: 26/27-X)
(Segunda vuelta: 24-XI)
 Dos referéndums
(27-X)
 
Fuente: elaboración propia.

La primera vuelta de las elecciones municipales brasileñas deja tres conclusiones. Primero, el bolsonarismo creció y se consolidó como referente de la derecha, y el lulismo avanzó, aunque de forma insuficiente. Segundo, ni el bolsonarismo ni el lulismo son mayoritarios ni hegemónicos, el país se decanta por otras fuerzas vinculadas al centro, bien de centroderecha (Partido Social Democrático, PSD), bien de centroizquierda (Partido Socialista Brasileño, PSB) o bien de derecha moderada (Partido Republicano, PR), que por su pragmatismo y flexibilidad son potenciales aliados de Lula o de Bolsonaro, pero también los pueden desafiar. De hecho, pueden estar simultáneamente en gobiernos de distinto signo en diferentes administraciones. Tercero, el centroderecha y la derecha son más fuertes pero están divididos y la izquierda afronta problemas para crecer dada su dificultad para canalizar las demandas de jóvenes y clases medias urbanas. Se vuelve a mirar a Lula para las presidenciales de 2026, aunque emergen otras alternativas, como el PSB.

Tanto la primera como la segunda vuelta mostraron que la derecha en general y el Partido Liberal (PL) –que respaldó a Bolsonaro en 2018 y 2022– en particular son más fuertes en las grandes ciudades. El lulismo se recuperó en la primera vuelta de su crisis electoral de 2016 y 2020. Cuatro años después pasó de 182 prefecturas a 251, aunque esto fue insuficiente. El PT no gobernaba ninguna capital estadual desde 2016, pero esta vez recuperó terreno y disputó el balotaje en cuatro: Fortaleza, Cuiabá, Natal y Porto Alegre, aunque sólo ganó la primera. El avance del bolsonarismo fue mayor y pasó de controlar 344 prefecturas a 523. En la primera vuelta, mientras el lulismo no ganaba ninguna capital, el bolsonarismo conquistó dos: Maceió (Alagoas) y Rio Branco (Acre).

Figura 2. Desempeño del PT y el PL en primera vuelta, 2024

Capitales de estado en disputa26
Triunfos del PT en primera vuelta en capitales de estado0
Triunfo del PL en primera vuelta en capitales de estado2
Duelo PT-PL en segunda vuelta en capitales de estado2
PT luchó en segunda vuelta4
PL luchó en segunda vuelta9
Ciudades de más de 200.000 habitantes (52)PL ganó en 10 en primera vuelta PT ganó en 2 en primera vuelta
Ciudades de más de 200.000 habitantesPT aspiraba en segunda vuelta a ganar 23 PT aspiraba en segunda vuelta a ganar 13
Fuente: elaboración propia.

Los resultados de la primera y la segunda vuelta muestran que el PT tiene crecientes problemas para captar el voto joven y urbano frente a la mayor capacidad del PL. Éste ganó en cuatro capitales, aunque en ninguna de las 10 mayores: a Rio Branco y Maceió añadió Aracaju y Cuiabá, pero perdió en Goiânia, Belém y Manaus. Más éxito tuvieron las fuerzas del centrão. Los dos partidos con más prefecturas fueron el PSD, de Gilberto Kassab, 887, y el MDB, 853. El PSD ganó en Rio en primera vuelta y en Belo Horizonte en segunda. La fuerza del PSD y el MDB mostró, a escala local, el menor impacto de la dicotomía bolsonarismo-lulismo. En segunda vuelta, el bolsonarismo y el lulismo se enfrentaron en Cuiabá (Mato Grosso) y Fortaleza (Ceará), solo dos de las 15 capitales estaduales que se decidían en el balotaje. De hecho, el MDB y el PSD gestionan más capitales (10) y gobiernan más habitantes (27 millones frente a casi 2,5 millones del PL y otro tanto del PT).

Figura 3. Gobiernos en las capitales estaduales

PartidoCapitalesPoblación
MDB514,9 millones
PSD511,8 millones
PL42,6 millones
União45,4 millones
Podemos2763.000
PP21,7 millones
Avante12 millones
PSB11,4 millones
Republicanos1322.000
PT12,4 millones
Fuente: elaboración propia con datos de Folha de São Paulo.

La primera y segunda vuelta de las municipales confirmaron la preponderancia de los partidos del centrão, configurándose como posibles alternativas al bolsonarismo, pese a su avance, y al PT. En la batalla por la prefectura de São Paulo ganó de forma contundente, en segunda vuelta, el alcalde, Rodrigo Nunes del MDB, con apoyo del PSD, del Partido Republicano (PR) del gobernador paulista Tarsicio de Freitas y del bolsonarismo. Se impuso a Guilherme Boulos, respaldado por “Lula”. A la hora de reconocer apoyos, Nunes mencionó a De Freitas como el hombre del futuro, relegando a Bolsonaro que solo apoyó con desgana al alcalde. En la primera vuelta emergió la figura del outsider Pablo Marçal, que con su discurso agresivo, antipolítico y antisistema, conquistó al bolsonarismo. Sin tener un partido fuerte sumó el 28,14% de los votos, quedándose solo a 55.000 votos del balotaje, disputado por Nunes y Boulos, con el 29,49% y 29,06%.

Otras fuerzas de izquierda, con mayor penetración social, emergen como alternativa al PT. El prefecto de Pernambuco, João Campos, fue electo en primera vuelta con casi el 80%, y confirma la importancia del PSB que sumó un 20% más de prefectos. Campos basó su éxito en su capacidad de adaptar su mensaje y acción a lo que “la gente espera”, que los alcaldes y políticos mejoren sus vidas y gestionen con calidad y eficiencia. “Hay que tener mucho cuidado con las discusiones acaloradas desde el punto de vista ideológico, porque la agenda concreta sale de este campo. el centro también tuvo un mayor crecimiento en las elecciones, porque tiene una agenda menos ideologizada”.

3. Uruguay

Uruguay celebró elecciones presidenciales y legislativas el 27 de octubre, tras una campaña fría, alejada de la polarización existente en la región y otras partes del mundo. La lucha se sigue resolviendo de forma binaria, pero no como en el siglo XIX y hasta comienzos de la década de 1990 (entre colorados y blancos), sino entre dos grandes coaliciones: el Frente Amplio (FA), que va del centro a la izquierda, y la Coalición Republicana, desde el centro a la derecha y reúne a los dos partidos históricos (blancos y colorados) y otros dos más recientes, Cabildo Abierto y Partido Independiente.

Uruguay volvió a mostrar que, aunque afectado por problemas similares a los demás países de la región (inseguridad y crisis de representación política), los aborda de forma diferente. Primero, la segunda vuelta la disputarán los dos candidatos más centrados: Yamandú Orsi, del centroizquierda, y Álvaro Delgado, del centroderecha. Frente a elecciones polarizadas (Bolsonaro frente Lula, Fujimori frente a Castillo o Massa frente a Milei), en Uruguay el escenario electoral se mueve en el centro. El resultado confirma lo que apuntaban las encuestas. En el balotaje presidencial, el 24 de noviembre, se enfrentarán los candidatos del FA (Orsi) y del Partido Nacional (Delgado). En la primera vuelta Orsi, con el 43.9%, fue el más votado, seguido de Delgado (delfín del presidente Luis Lacalle Pou), con el 26,7%, algo mejor de lo esperado. La suma de las cuatro fuerzas que conforman la Coalición Republicana (que apoyan a Lacalle Pou) supera los votos del FA: 47% y 44%. El Partido Colorado tuvo el 16%, Cabildo Abierto el 2,4% y el Partido Independiente 1,7%.

El FA creció casi cinco puntos respecto a la elección anterior y los partidos de la Coalición oficialista retrocedieron. Pero, mientras blancos y colorados se reforzaron, Cabildo Abierto quedó fuera del Senado. El FA dominó en las zonas más pobladas (Montevideo y Canelones) y ganó 12 de los 19 departamentos, frente a seis del Partido Nacional (Blanco) y uno del Partido Colorado. Queda en el aire la gobernabilidad, tanto si gana Orsi como Delgado, ya que ninguno tiene mayoría en el legislativo bicameral. El FA domina el Senado, con 16 escaños sobre 30, por 14 del actual oficialismo (nueve blancos y cinco colorados). En Diputados, de 99 escaños, 48 son del Frente Amplio, 29 del Partido Nacional, 17 del Partido Colorado, dos de Cabildo Abierto, uno del Partido Independiente y dos del partido de Salle. La Coalición Republicana suma una banca más (49) que el FA (48).

Además de las presidenciales y legislativas, la atención se centró en dos consultas constitucionales, en especial el referéndum sobre la reforma del sistema de jubilaciones, que buscaba bajar la edad de retiro de 65 a 60 años, equiparar las jubilaciones mínimas al salario mínimo y eliminar los fondos privados de pensiones. Su atención fue mayor que la de la elección presidencial, por sus consecuencias trascendentales sobre el futuro institucional y económico del país. La propuesta fue impulsada por la central sindical PIT-CNT, el Partido Comunista (PC) y otras fuerzas minoritarias más a la izquierda en el FA. Sin embargo, causó el rechazo de buena parte del FA.

Tanto el presidente Lacalle Pou, como los ex presidentes Julio María Sanguinetti, Luis Lacalle Herrera e incluso José Mujica, pese a ser de distintos partidos, apoyaban el “No”. Mujica dijo que respaldar el “Sí” era provocar un caos, mientras Lacalle Pou pedía al resto del FA inclinarse por el rechazo y abandonar la ambigüedad. Las papeletas por el “Sí” sumaron el 38,81% de los votos. Al no alcanzar el 50% más uno de los votos, la propuesta fue rechazada.

Mientras la región se inclina por la mano dura contra la delincuencia, como en El Salvador y Argentina, en Uruguay el plebiscito sobre allanamientos nocturnos, con un 39,35% de respaldo, no pudo superar el mínimo para ser aprobado.

Finalmente, si bien Uruguay no escapa del fenómeno de la antipolítica, que en Brasil tuvo como figura destacada a Marçal, su impacto fue mucho más contenido. En esta elección emergió la figura de Gustavo Salle, de Identidad Soberana, que logró dos legisladores y el 2,69% en las presidenciales.

4. Chile

El 26 y el 27 de octubre Chile voto en elecciones municipales y regionales para elegir alcaldes y concejales, además de gobernadores y consejeros regionales. Estas elecciones confirmaron, como en Brasil, el proceso de fragmentación del sistema de partidos, el avance de la derecha –sobre todo del centroderecha– y el retroceso de las diferentes izquierdas.

La desunión fue la tónica dominante. El oficialismo fue unido sólo a la elección de alcaldes, donde el centroizquierda y la izquierda oficialista, además del Partido Demócrata Cristiano (DC), conformaron la alianza Contigo Chile Mejor. Para concejales y gobernadores se establecieron cuatro listas separadas. Las derechas moderadas fueron unidas en Chile Vamos (Renovación Nacional –RN–, Unión Demócrata Independiente –UDI– y Evópoli) para elegir alcaldes y gobernadores regionales, pero se dividió para concejales y consejeros regionales. La derecha histórica afrontó el desafío de la extrema derecha, dividida entre el Partido Republicano (PR) de José Antonio Kast y el Partido Social Cristiano (PSC) –una formación conservadora vinculada a las iglesias evangélicas–. Chile Vamos se enfrentó a los centristas de Centro Democrático (Amarillos y Demócratas) y al populista Partido de la Gente (PDG), del ex candidato presidencial Franco Parisi, que fue por separado.

Las municipales y provinciales fueron vistas como test al gobierno de Gabriel Boric. A diferencia de Uruguay, Boric partía con unos bajos índices de popularidad. Las elecciones se dieron en un doble cont

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Carlos Malamud, Rogelio Núñez Castellano.