Mensajes clave
- La segunda mitad de 2025 será un período de alta intensidad electoral en América Latina con tres elecciones presidenciales y legislativas, en Bolivia, Honduras y Chile, y legislativas de medio término en Argentina. Todas marcadas por la fragmentación, la polarización y el avance de los discursos de corte trumpista/bukelista.
- El cansancio de chilenos, hondureños, argentinos y bolivianos con sus viejos liderazgos y partidos ha conducido a ese nuevo escenario de fragmentación.
- Bolivia es el caso más preocupante, un posible foco de inestabilidad regional (económica, social y política). La situación puede exceder las capacidades de los vencedores: tanto de la derecha dividida, que desea borrar la época evista, como de Andrónico Rodríguez, capaz de liderar el evismo sin Morales.
- En Chile, la centroderechista Evelyn Matthei podría ganarle a cualquier rival en la segunda vuelta, pero su reto es pasar al balotaje. Si el ultraconservador José Antonio Kast y la oficialista Carolina Tohá unifican el voto de la derecha y de la izquierda, respectivamente, podrían desplazar a Matthei. Con todo, el futuro gobierno deberá convivir con un parlamento fragmentado, probablemente con los Republicanos como primera minoría, lo que dificultará la gobernabilidad.
- La posible victoria de Salvador Nasralla en Honduras tensionará el sistema político y podría entrar en colisión con los poderes legislativo y judicial y hasta con el Partido Liberal que le apoya. Su estilo es autoritario, demagógico y polarizante.
- En Argentina, los comicios legislativos y en la provincia de Buenos Aires indican un final de época, tanto por la decadencia de los viejos liderazgos (Cristina Kirchner en el Partido Justicialista y Mauricio Macri el PRO), como por la consolidación del mileísmo o el ascenso de nuevos liderazgos en el peronismo, como Axel Kicillof, aunque sin perder de vista lo que ocurre en algunas provincias del interior.
Análisis
1. Introducción: características generales de las elecciones
América Latina vivirá en el segundo semestre de 2025 tres elecciones presidenciales y locales y legislativas en Argentina. También es posible una consulta popular en Colombia. Eligen presidente y parlamentarios en Bolivia en agosto, en Honduras en noviembre y en Chile en noviembre/diciembre. La intensidad electoral añade incertidumbre político-institucional al complejo panorama existente. La mayoría son elecciones polarizadas y con propuestas muchas veces incompatibles. En este contexto emergen gobiernos en minoría y legislativos fragmentados, lo que dificulta los consensos para impulsar reformas estructurales.
Figura 1. Elecciones en América Latina, primer semestre de 2025
| País | Elección |
|---|---|
| Ecuador | Primera vuelta presidenciales, 9 de febrero Segunda vuelta presidenciales, 13 de abril |
| Uruguay | Locales, 11 de mayo |
| Argentina | Elecciones en la Ciudad de Buenos Aires, 18 de mayo |
| Venezuela | Legislativas y locales, 25 de mayo |
| México | Judiciales, 1 de junio |
Figura 2. Elecciones en América Latina, segundo semestre de 2025
| País | Elección |
|---|---|
| Bolivia | Presidencial y legislativas, 10 de agosto (primera vuelta) Octubre (segunda vuelta) |
| Argentina | Legislativas, 28 de octubre |
| Honduras | Presidencial y legislativas, 30 de noviembre |
| Chile | Primarias, 29 de junio Presidenciales, primera vuelta y parlamentarias, 16 de noviembre Presidenciales, segunda vuelta 14 de diciembre |
También habrá un ambiente preelectoral en aquellos países con presidenciales y legislativas en 2026: Perú, Costa Rica, Brasil y Colombia, además de Nicaragua. Es un calendario intenso que, más allá de las especificidades nacionales, presenta tres características comunes: fragmentación partidista, polarización y emergencia de candidatos con un discurso trumpista o bukelista (o ambos combinados).
La fragmentación afecta a las oposiciones y a los oficialismos, de izquierda o de derecha, aumentando la imprevisibilidad de los resultados y cuestionando, tras Ecuador, una teórica tendencia regional hacia la derecha. La ventaja inicial de la derecha en Bolivia, Chile y Honduras se equilibra, especialmente en los países andinos, por su desunión. En Chile hay tres grandes tendencias (centro-derecha, ultraconservadores y derecha libertaria), mientras en Bolivia la fragmentación es mayor, con cinco candidatos antimasistas, que van del centro a la derecha trumpista. Esto abre el abanico de posibilidades, sin excluir posibles triunfos del oficialismo de izquierda en los tres países.
A la fragmentación partidaria se añade la polarización política, lo que supera a América Latina. El estancamiento económico frustra las expectativas de mejora personal e intergeneracional. La región entraría, según la CEPAL, en su tercera década perdida, la segunda consecutiva tras 2014-2023. Tal frustración inclina a la ciudadanía hacia opciones rupturistas en los extremos del sistema, que incentivan la polarización, atacan el statu quo y plantean propuestas incompatibles con el diálogo.
La polarización favorece candidaturas iliberales, como la mano dura contra la inseguridad (bukelismo) o el giro ultraconservador (trumpismo). Estas propuestas se ven favorecidas por un viento a favor de quienes exhiben victorias sectoriales: Javier Milei en economía, Bukele en seguridad y Trump en su cruzada contra la elite política y el “wokismo”. Bukelismo, trumpismo y mileísmo están de moda y se han convertido en una tendencia regional, como lo fue el chavismo y el “socialismo del siglo XXI” entre 2005 y 2015.
2. Bolivia (17 de agosto)
Las elecciones bolivianas del 17 de agosto apuntan al fin de la hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), la única fuerza con implantación nacional, que ha gobernado casi ininterrumpidamente entre 2006 y 2025. La experiencia se ha agotado tras sus reiteradas victorias en 2005, 2009, 2014 y 2020. Tres causas, que se retroalimentan, lo explican: el fin del liderazgo de Evo Morales, la división del masismo y la crisis económica.
El liderazgo carismático de Morales (2006-2019) es contestado desde dentro del MAS, que finalmente ha abandonado. El MAS, una laxa coalición de movimientos sociales, se ha partido en tres. El caudillismo de Morales se quebró tras romper con el presidente Luis Arce, a quien había ungido como sucesor. Desde su bastión cocalero del Chapare lo boicoteó durante todo su mandato y allí se refugió, protegido por los suyos, cuando fue acusado de estupro. Desde el Chapare sigue movilizando a sus partidarios para ser inscrito como candidato, pese a que el Tribunal Constitucional se lo impide. Fuera del MAS, Morales ha tratado de forzar, mediante movilizaciones, el marco jurídico-constitucional. Finalmente, el Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) canceló la personalidad jurídica de la organización política con la que pretendía buscar la presidencia a la vez que autorizó al partido del presidente del Senado, Andrónico Rodríguez, el Movimiento Tercer Sistema (MTS) para que participe en las próximas elecciones.
La figura de Andrónico Rodríguez, el joven presidente del Senado, con serias opciones de futuro, ha emergido en medio del duelo Arce-Morales. Rodríguez podría impulsar un evismo sin Morales (siempre se lo consideró su delfín), o bien la renovación del evismo o del masismo. Su pragmatismo lo convierte en un posible referente de unidad de la izquierda, de los movimientos sociales y del evismo. Rodríguez impulsa su candidatura al margen de Morales y del candidato del MAS, que finalmente no será Arce, tras renunciar a serlo por su bajo apoyo social. Será Eduardo del Castillo, ex ministro del Interior de Arce y un duro antievista.
Figura 3. Candidatos de las izquierdas en Bolivia
| Candidato | Partido |
|---|---|
| Eduardo del Castillo | MAS (antievista) |
| Andrónico Rodríguez | Alianza Popular (alternativa al liderazgo de Evo) |
| Eva Copa | MORENA (ex evista y antievista) |
La fragmentación del MAS y la situación socioeconómica es una oportunidad para la oposición de derechas, que, tras fracasar los intentos de unidad, se dividió en cuatro coaliciones. El que por ahora encabeza las encuestas es el ex presidente Jorge “Tuto” Quiroga (2001-2002), a quien apoyan líderes y dirigentes de derecha del departamento de Santa Cruz. Su principal rival es el empresario Samuel Doria Medina quien cuenta con el respaldo de políticos y exparlamentarios de centro así como del ex gobernador de derecha de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, preso desde 2022 en una cárcel de alta seguridad. Por detrás de ellos se encuentran un viejo representante de la política tradicional boliviana como Manfred Reyes Villa, alcalde de Cochabamba, y Jaime Dunn, ex operador de la Bolsa de Nueva York, de estilo mileista. Tras ellos va el outsider de turno y presidente del club deportivo San José, Pablo Rodríguez, que lleva como candidato a vicepresidente al analista liberal Antonio Saravia. Más en el centro está el alcalde de Santa Cruz, Jhonny Fernández, quien ve con buenos ojos un acercamiento a Rodríguez, y el senador Rodrigo Paz, hijo del ex presidente Jaime Paz Zamora (1989-1993).
Figura 4. Candidatos de las derechas en Bolivia
| Candidato | Partido |
|---|---|
| Manfred Reyes Villa – Juan Carlos Medrano | Autonomía Para Bolivia – Súmate – Centro-derecha |
| Jorge “Tuto” Quiroga – Juan Pablo Velasco | Alianza Libre – Derecha |
| Samuel Doria Medina – José Luis Lupo | Alianza Unidad – Centro-derecha |
| Jaime Dunn – Edgar Uriona | Nueva Generación Patriótica – Derecha mileísta |
| Rodrigo Paz – Edman Lara | PDC – Centro |
| Jhonny Fernández – Felipe Quispe | Alianza La Fuerza del Pueblo – Centro |
| Paulo Rodríguez Folster – Antonio Saravia | Libertad y Progreso – Derecha |
El ocaso del milagro económico boliviano, liderado por Arce cuando fue ministro de Economía de Morales entre 2006 y 2019, ha profundizado la fragmentación y la polarización. Gane quien gane, encontrará un panorama político crispado, con complejos desafíos económicos, como realizar un profundo ajuste, convertir el déficit primario en superávit, devaluar el tipo de cambio oficial y abrir espacios para la inversión privada. El gobierno debería reducir el sector público, la inversión pública ineficiente y los subsidios a la energía.
Bolivia, que hace una década fuera ejemplo de crecimiento económico y estabilidad para el FMI, atraviesa hoy una grave crisis económica. Tras 15 años con el mismo tipo de cambio, se encuentra sin reservas de divisas. Está al borde de una crisis monetaria. Como ha advertido el FMI, el país se encuentra en una situación insostenible, con una inflación superior al 15% en 2025 y 2026 y una deuda pública en torno al 95% del PIB. La producción de gas natural y petróleo, principales fuentes de ingresos, cayó un 13% entre 2014 y 2023 y la contribución del sector energético al PIB bajó un 40% en los últimos años. El déficit fiscal rondará el 11% del PIB en 2025 y llegará al 13% en 2026. Con una deuda próxima al 98% del PIB, el país no tiene acceso al crédito externo.
Los gobiernos de Morales y de Arce no quisieron aplicar reformar estructurales para no socavar sus apoyos y no impulsaron políticas fiscales prudentes durante la bonanza, que hubieran requerido una reforma tributaria y ajustes del gasto público. Por el contrario, mantuvieron un elevado déficit público (7,3% del PIB en 2022), financiado por el Banco Central. Se agotaron las reservas internacionales, se racionaron las divisas y apareció con fuerza el mercado negro. Moody’s rebajó la calificación de la deuda de Caa3 a Ca, lo que elevó el riesgo de crisis de la balanza de pagos y un posible default. En este escenario, el gobierno debe decidir entre destinar sus escasos dólares a pagar los intereses de la deuda externa o cubrir las importaciones esenciales, especialmente combustible, mientras persiste la paridad fija con el dólar. En diciembre de 2024 las reservas de divisas apenas llegaron a 50 millones de dólares, menos del 1% del PIB, frente a los 13.200 millones disponibles 10 años antes. A esto se suma la penetración del narcotráfico, especialmente el brasileño Primer Comando de la Capital (PCC). El tema deberá ser afrontado por el futuro gobierno, sin mayoría en la Asamblea y en medio de una creciente polarización.
Las encuestas, como la de Ipsos, todavía son meramente orientativas, pero muestran tres dinámicas. Primero, el bloque de derecha (tomado en su conjunto) es mayoritario, cerca del 51%, frente a las diferentes facciones del MAS, que tradicionalmente superaban el 50% y ahora apenas llegan al 22%. Segundo, dentro de una gran fragmentación del voto, ningún candidato supera el 20%, destacando los derechistas Doria Medina, 19,1%, y Quiroga, 18,4%. Tercero, en la izquierda sobresale Rodríguez, 14,2%, seguido de Fernández, 3,7%, del Castillo, 2,5% y Eva Copa, 1,7%.
Todo apunta a una segunda vuelta, que podría darse entre dos candidatos de derecha, uno más conservador, Quiroga, y otro más centrista, Doria Medina, o entre uno de ellos y Rodríguez, por su capacidad de concentrar el voto propio, el del “evismo sin Evo” y de parte del masismo. Una vez que el Tribunal Electoral le ha permitido participar su principal problema se encuentra en que difícilmente ganará en primera vuelta y en el balotaje puede toparse con el voto unificado de la derecha. Esto obligará al futuro gobierno a pactar en un ambiente de viejas rencillas internas, tanto en la izquierda como en la derecha, donde las animadversiones personales han impedido presentar candidaturas unitarias.
3. Honduras (30 de noviembre)
Honduras acude a las urnas tras 12 años de gobierno del Partido Nacional (PN), 2010-2022, y cuatro del zelayismo, 2022-2026. Juan Orlando Hernández, presidente entre 2014 y 2022, acabó detenido y extraditado a EEUU por sus vínculos con el narcotráfico. Este profundo deterioro institucional permitió al Partido Libre poner fin a más de un siglo de predominio de los dos partidos históricos, el Partido Liberal (PL) –golpeado por la escisión del zelayismo– y el PN. Libre es una coalición de izquierda liderada por el ex presidente Manuel Zelaya, desalojado del poder en 2009, tras abandonar el PL para aliarse con el chavismo a cambio de petróleo subvencionado. Libre, pese a su discurso renovador y progresista, ha estado manejado de forma personalista por Zelaya quien impuso a su esposa, Xiomara Castro, como candidata. Su gobierno ha sido decepcionante en materia de democratización, lucha contra la inseguridad y penetración del narcotráfico, así como en impulsar el crecimiento con desarrollo social.
Tras las internas partidarias, los tres principales candidatos serán Rixi Moncada, de Libre y ex ministra de Defensa, Salvador Nasralla (PL) y Nasry Asfura (PN). Las elecciones serán una pugna polarizada entre el zelayismo y Nasralla, una figura con carisma y mensajes trumpistas/bukelistas. Su discurso anticasta y populista es una constante desde que lideró el Partido Anticorrupción (2011 a 2017). Su caudillismo se tradujo en la creación, en 2019, del Partido Salvador de Honduras, donde al jugar con su nombre mostraba su apuesta personalista y mesiánica. Se perfila como favorito para ganar unas elecciones, que en el caso de serles desfavorables podrían desembocar en una crisis institucional ya que denunciaría el fraude de sus antiguos aliados políticos. De hecho, ya ha denunciado que el gobierno está tratando de inhabilitarlo y que figuras cercanas a Libre tratan de anular su candidatura. Nasralla, mostrando su pragmatismo ideológico, fue en coalición con Libre en 2021 y fue vicepresidente hasta que rompió con el zelayismo y con Castro en 2023-2024. Pero las elecciones son a una sola vuelta y las encuestas reparten las preferencias entre los tres. Cualquiera podría ganar. Las últimas mediciones sitúan a Nasralla con el 25% de intención de voto, Asfura con el 21% y Moncada con el 16%, y un 37% de indecisos. Una situación de alta incertidumbre, que pronostica un legislativo fragmentado y sin mayoría.
Nasralla, ex periodista deportivo, lo que lo lanzó a la fama, fue tres veces candidato presidencial y se impuso en las internas del PL pese a no ser del partido. Logró un acuerdo con los caudillos y rivales liberales, que lo apoyaron más por pragmatismo que por convencimiento, como una forma de propiciar la vuelta al poder del que fuera a lo largo del siglo XX un partido hegemónico. Han sido 16 años de travesía del desierto y una herida no sanada tras la división zelayista. La Convención del PL fue el ejemplo de un partido lanzado en brazos de un líder carismático, ajeno a la tradición liberal, para recuperar la presidencia. El propio Nasralla, apeló a los viejos mitos del partido (Francisco Morazán) y al nacionalismo: “El partido liberal no necesita más adornos ni más discursos vacíos