Tras la conclusión de las convenciones de los partidos Republicano y Demócrata del verano de 2024, el mes de septiembre se presenta como la recta final de una campaña presidencial de EEUU con un resultado totalmente abierto. Tras un período sin precedentes en la que se ha visto al presidente Biden retirar su candidatura sorpresivamente en respuesta a presiones de los lideres de su partido por su desastroso debate frente a Trump y su reemplazo por la vicepresidenta Harris en la cabecera del ticket Demócrata y un proceso relámpago que unificó al partido, es este un momento crucial en el que las encuestas muestran un posible vuelco. Tras meses en los que Biden iba por detrás de Trump en las encuestas, la elección de Harris como candidata ha cambiado la dinámica de una campaña que ahora muestra un resultado mucho más impredecible. La media de las encuestas a nivel nacional pone por delante a Harris, con un ligero margen de unos dos puntos según el análisis de The Guardian, como muestra la Figura 1.
Figure 1. Elecciones de 2024: Biden frente a Trump y Harris frente a Trump
Sin embargo, una encuesta que acaba de publicar el New York Times pone por delante a Trump por un punto, como muestra la Figura 2.
Figura 2. “¿Si se celebraran elecciones presidenciales hoy, por quién votaría si los candidatos fueran Kamala Harris y Donald Trump?”
La inmensa mayoría de los votantes probablemente ya se han decidido: tan sólo un 5% de los encuestados por el New York Times se declararon indecisos o dijeron que no se inclinaban por ninguno de los dos candidatos. Pero estas encuestas muestran que todavía está todo por decidir. Por ponerlo en perspectiva histórica, Hillary Clinton lideraba por unos cuatro o cinco puntos porcentuales a nivel nacional antes del otoño y acabó perdiendo las elecciones, y Trump está ahora mismo por encima en estas encuestas de lo que estaba en el otoño de 2016 y 2020. Por último, hay que recordar que las encuestas infravaloraron su apoyo entre dos y tres puntos en esas dos elecciones en comparación con los resultados finales.
Además, es importante resaltar el valor relativo de las encuestas a nivel nacional, ya que el candidato que gana el voto popular puede perder las elecciones, como sucedió recientemente en las elecciones de 2000 (Bush-Gore) y 2016 (Trump-Clinton). La clave en EEUU son los resultados en el colegio electoral y las encuestas en los estados considerados clave o “campos de batalla” (los llamados battleground/swing states) de Arizona, Georgia, Michigan, Pensilvania y Wisconsin, que serán fundamentales para determinar la victoria en los colegios electorales que, a su vez, decidirán el ganador de las elecciones y que son mucho más cerrados. La encuesta del New York Times refleja los resultados dentro de un margen de error, como muestra la Figura 3.
Figura 3. La votación en los swing states
Estos pequeñísimos márgenes no inspiran ninguna confianza. En 2016 Clinton lideraba en Michigan, Pensilvania y Wisconsin por cuatro a ocho puntos antes del otoño, pero aun así perdió el día de las elecciones. En definitiva, a 60 días de la elección del 5 de noviembre, está todo por decidir. Harris parece tener el “viento tras sus velas”: su candidatura ha devuelto la energía a los votantes Demócratas que estaban deprimidos y desmovilizados con la candidatura de Biden que, pese a apreciarlo y reconocer sus logros como presidente, pensaban que su edad era un impedimento y una garantía de derrota ante Trump. A su favor Harris tiene no sólo la juventud y energía que faltaban a Biden, sino también la oportunidad de presentarse como candidata del cambio, de la esperanza y del futuro. El éxito del vuelco de su candidatura, así como el entusiasmo generado por la convención Demócrata y por la elección de su candidato a vicepresidente, el gobernador Tim Walz, le han dado nuevas alas y esperanzas de victoria.
Pese a todas esas circunstancias favorables, su margen en las encuestas, como se ha visto, es mínimo. Harris ha sido capaz de recuperar gran parte del apoyo de grupos clave que Biden estaba perdiendo, como las mujeres, los votantes jóvenes y los votantes de color, pero todavía no ha conseguido la ventaja sólida que tradicionalmente han tenido los Demócratas entre algunos de estos grupos, como los votantes latinos, un grupo demográfico crucial.
Sin embargo, 60 días es una eternidad en política y todo puede pasar. Con independencia de la tendencia de Trump de sabotear su propia campaña disparándose en el pie con sus publicaciones en redes sociales y sus comentarios ofensivos, insultantes y extemporáneos, así como su falta de disciplina en centrarse en el mensaje, sigue siendo un candidato formidable. Tiene un fuerte apoyo por parte de su base (que representa un 40%-46% de los votantes), que le es muy leal y que no cambia de opinión con independencia de los acontecimientos, ya sean favorables o no. Esto le da posibilidades reales de victoria, aunque no haya alcanzado todavía el umbral mágico del 50%.
Un factor clave en el resultado será cómo se percibe y define a la vicepresidenta Harris, porque para muchos votantes sigue siendo una desconocida: de acuerdo con la encuesta citada del New York Times, el 28% de los encuestados dijeron que necesitaban saber más sobre ella (mientras que sólo el 9% dijo lo mismo sobre Trump). Si los Republicanos quieren ganar las elecciones, su objetivo prioritario deberá ser definir a Kamala Harris como una progresista ultraliberal de San Francisco, con ideas y propuestas radicales que están lejos de las del norteamericano convencional, y hacerla corresponsable de problemas como la inflación, la inmigración y el deterioro en la seguridad, que han lastrado a la Administración Biden. Y ya tienen el camino bastante trillado: de acuerdo con la encuesta del New York Times, el 47% de los encuestados ve a Harris como demasiado liberal, en comparación con el 32% que ve a Trump como demasiado conservador. Sorpresivamente, en las últimas semanas Trump se ha perdido en ataques personales, racistas y sexistas que lo han desviado de ese objetivo. Pero aún tiene tiempo para hacerlo.
Además, Trump cuenta con una serie de ventajas que favorecen su candidatura. En primer lugar, la economía, que sigue siendo el tema más importante para los votantes. De acuerdo con la encuesta del New York Times, Trump tiene una ventaja de 13 puntos porcentuales en el tema de la economía, mientras que Harris posee una ventaja de 15 puntos porcentuales en otro tema importante, el aborto (véase la Figura 4). Pese a que los datos económicos de crecimiento, empleo e inflación son positivos en general, el norteamericano medio siente que ha perdido poder adquisitivo y responde negativamente a la pregunta de si está mejor que hace cuatro años. La persistente inflación (véase la Figura 4), pese a la tendencia a la baja (los datos de septiembre de 2024 muestran que el índice de precios al consumo subió un 2,5% en agosto respecto al año anterior, un nivel de inflación notablemente más lento que el 2,9% de julio y una fuerte caída desde un máximo del 9,1% en 2022), y con las concomitantes altas tasas de intereses, se ha convertido en el albatros de la Administración Biden. El país está creciendo más rápidamente que muchos pares, pero los votantes se centran en la inflación (y su impacto en el crecimiento acumulado de los precios en los últimos tres años, con la pérdida de poder adquisitivo) para explicar su desaprobación de la gestión de la economía por parte del presidente Biden. Además, la persistente inflación está afectando no sólo al consumo sino también al mercado inmobiliario. Los precios de las viviendas y las tasas hipotecarias han subido (estando la tasa hipotecaria fija media cerca del 7%), frustrando las esperanzas de que los costes de financiación caigan rápidamente y faciliten el acceso a la vivienda, añadiendo otro factor de descontento que está impactando la campaña electoral y perjudicando a los demócratas.
Figura 4. Inflación: subida y caída
La inmigración también se ha convertido en un factor divisivo que favorece a los Republicanos. En este asunto, muchos Demócratas, que aceptan en gran medida los altos niveles de inmigración, no están en sintonía con la mayoría de la opinión pública, que prefiere límites. El debate migratorio (frecuentemente conectado con la inseguridad) ha sido uno de los temas estrella de Trump, que sigue hablando de la construcción de un muro con México, y ha sido un frente de ataque constante contra la Administración Biden. En EEUU la proporción de población nacida en el extranjero está actualmente cerca de su máximo histórico del 15% (en 1890). Este aumento es impopular entre millones de votantes porque alimenta la sensación de que las leyes del país no importan y porque se percibe que perjudican a los trabajadores de bajos ingresos. Imágenes de miles de inmigrantes viviendo en campamentos y hoteles, colapsando recursos, han sido pura dinamita política que ha retroalimentado el apoyo a Trump y los Republicanos, y ha forzado a Biden a tomar medidas para reducir el flujo de inmigrantes. Muchos responsabilizan a Harris: de acuerdo con la encuesta del New York Times, casi dos tercios de los votantes de todo el espectro político opinan que ella tenía al menos parte de culpa por los problemas en la frontera suroeste.
Por último, el Partido Demócrata es percibido por millones de votantes, no sin parte de razón, como el partido de las elites que se centran en promover políticas radicales que en muchos casos son antitéticas con los valores y tradiciones del país, y favorecen a las minorías a costa de los trabajadores blancos. Históricamente el partido Demócrata ha sido el partido de los trabajadores, los sindicatos, las políticas públicas y el campeón del estado del bienestar. Pero ahora la gran brecha divisoria no es tanto la clase sino la educación, y la percepción es que las elites más educadas han tomado control del partido y de su agenda a costa de los trabajadores. Estos ciudadanos se sienten como “extranjeros en su propio país” (Hochschild). Un reciente estudio sobre movilidad intergeneracional examina la capacidad de las personas para ascender a las clases media y alta a lo largo de dos generaciones recientes, y muestra que había mejorado entre los afroamericanos y se había deteriorado entre los blancos pobres. Dicho estudio muestra que los afroamericanos que nacieron pobres han ganado terreno, mientras que sus homólogos blancos han perdido terreno y han visto cómo su movilidad se ha ralentizado o incluso revertido. Este cambio puede ayudar a explicar por qué las actitudes de algunos votantes se han modificado en las últimas dos décadas, lo cual ha beneficiado a Trump, que ha capitalizado el rencor y el resentimiento de los votantes blancos que perciben que otros se están saltando la cola mientras que ellos están siendo dejados atrás.