Cuando en 2019 Funcas publicó su estudio Más allá de los negocios, una de las conclusiones que se extraían era que la percepción que tenía el empresariado español de sí mismo contrastaba con la que tenía la sociedad de este segmento. Cinco años, una pandemia, varias crisis -sanitaria, energética, bélica, de suministros…- y un ciclo político completo después, la organización ha repetido el experimento para ver cómo había influido todo esto a esa paradoja perceptiva. La situación, según descubrieron tras una encuesta en línea a 404 empresarios y 60 entrevistas personales, ha empeorado. Empresarios y directivos «no se consideran reconocidos socialmente» y «están mayoritariamente convencidos de que su imagen social es negativa y piensan que ha empeorado en los últimos años». También hay otro cambio respecto a 2019: aunque no atribuyen de forma directa, sí mencionan el papel que han tenido en esto el discurso y el trato de la clase política y los medios de comunicación.
De entrada, destaca que tan solo un 15,9% de los empresarios españoles se ven peores en comparación con los de otros países del entorno. La postura mayoritaria, del 69,9%, es verse iguales, mientras que un 14,2% responde que son mejores. El porcentaje es aún mayor (30,8%) cuando la pregunta versa sobre la disposición a asumir riesgos o su resistencia y voluntad de mantener sus empresa (40,2%). Otra de las claves puedes estar en la visión que tienen de sí mismos respecto a su compromiso con la sociedad: si bien mayoritariamente creen que están al mismo nivel (58,4%) o por encima (15,1%) de sus vecinos, un nada desdeñable 26,5% se ve peor.
Desde el otro lado del espejo en el que se miran asoma este pesimismo. Preguntados por la imagen que tiene la sociedad española de los empresarios, un 55,8% cree que es bastante negativa, un 10,3% la ve muy negativa y un 20% opta por un equidistante ni positiva ni negativa. Tan solo un 13,2% cree que es bastante positiva y el 0,8% restante la considera muy positiva.
Si la visión es negativa, la tendencia que detectan los directivos, desde luego, no ayuda. Solo un 17,9% cree que la imagen de los empresarios ha mejorado en España en los últimos cinco años y prácticamente la mitad (49,3%) dice que ha empeorado. Cabe destacar, eso sí, que el pesimismo es más notable entre quienes creen que la imagen de partida es negativa: el 41,4% cree que ha empeorado y solo el 5,5% se consuela pensando que ha mejorado.
Esto no quiere decir que los empresarios siempre hayan sentido que su valoración es positiva, pero la imagen que describe la nueva publicación es bastante más pesimista que la anterior. Así, si en 2019 reconocían que «consideran que cargan con una ancestral mala imagen», concedían que esta había mejorado «un poco» al inicio del siglo, cayó con la crisis y volvió a subir posteriormente. Pero en esa anterior publicación las culpas parecían repartirse más y se aludía, por ejemplo, a «una cultura de base católica en la que ‘la ganancia está mal vista’«. Respecto a la clase política, se decía que les había «ninguneado» o convertido en «chivo expiatorio». En 2024, el análisis, todavía comedido, es bastante más extenso.
«Los empresarios son cuidadosos», contextualiza en conversación con Actualidad Económica Elisa Chuliá, investigadora senior de la Funcas y profesora de Sociología de la UNED y coautora de ambos informes. «No les gusta mucho hablar de política, por eso tampoco se obtienen, ni siquiera repreguntando, afirmaciones muy contundentes sobre la situación política», explica. Prefieren moverse con prudencia y, a pesar de que se les garantizaba el anonimato, optaban por no señalar directamente a nadie: «Ellos hablan más bien de instituciones; pueden decir el Gobierno o la clase política, pero muy pocas veces hacen consideraciones sobre una persona en particular«. Pero, a pesar de ello, Chuliá apunta que «bastantes entrevistados sí que mencionaban el discurso político en general».
El estudio detalla que una amplia mayoría de los entrevistados atribuye el empeoramiento de su imagen, en gran parte, «al discurso muy beligerante contra el empresariado«, en palabras de uno de ellos. Y, si bien alguno cree que esta hostilidad se enmarca más en la retórica -«los políticos de cierta trayectoria sí ponen en valor a la empresa», según otro- hay «unos partidos políticos o gente dentro de unos partidos políticos que tratan fatal a los empresarios» y «tienen un concepto del empresario como un ladrón que no hace nada más que amasar y contar billetes que se lleva a su casa», como opina un tercero. Para Chuliá, esto significa que «sienten que no han tenido suficiente apoyo y que eso ha podido redundar en su prestigio», sobre todo «cuando ha habido declaraciones de determinados líderes políticos en un sentido crítico y, algo que les molesta bastante, generalizador».
En este sentido, y sin salir de la retórica, destaca también la diferenciación que perciben entre el concepto de empresario y el de emprendedor. «Hay una valoración negativa por parte de la sociedad desde el punto de vista ético, como que ganar dinero y la ética no fueran de la mano o no pudieran ir de la mano», contextualiza uno de ellos, que cree que «hay una minusvaloración de la función empresarial» mientras que «el emprendedor no está mal visto». Como ilustra otro de ellos, «el empresario es caricaturizado históricamente como un señor con sombrero de copa, puro, gordo y con bigotes», algo que ha entrado «en el imaginario popular». Mientras, el emprendedor «es alguien joven, con camiseta, tenis, playeras, con una sudadera, disruptivo». Para él, no obstante, no es más que un eufemismo: «Empresario es alguien que paga una nómina«.
La imagen que creen que se tiene de ellos, en cualquier caso, es mala y de las respuestas se desprende que a los empresarios les duele. De hecho, en el estudio también subyace un sentimiento de que la actitud del empresariado hacia el país, pero también hacia el Estado y respecto a todos los puntos en los que ambos conceptos se cruzan, es ambivalente. Por un lado, ven a España como un lugar con potencial, pero con limitaciones respecto a otros países, especialmente Estados Unidos y, en menor medida, Alemania. Esto se debe en gran medida a la fiscalidad (razón principal del escaso atractivo empresarial de España para el 29,9% de los encuestados y secundaria para el 25,2%), la excesiva burocracia (20,4% y 13,1%) y la regulación laboral (15% y 18,8%; es decir, la suma está ligeramente por encima del motivo anterior).
Pero, al mismo tiempo, empresarios y directivos señalan la calidad del capital humano (48,9% y 16,9%), la seguridad jurídica (26,1% y 14,1%) y la disponibilidad de mano de obra (3,3% y 17,8%) como razones del atractivo del país. Apuntan a reformas en la Administración, el sistema tributario y el sistema educativo como reformas necesarias en España y ven como retos el envejecimiento de la población y el crecimiento económico. Además, al ser preguntados por la responsabilidad colectiva del empresariado nacional apuntan mayoritariamente hacia este mismo crecimiento económico (un 59,9% entre primer y segundo lugar) y la creación de empleo (50,2%). Incluso cuando se les pregunta por la responsabilidad individual, del empresario hacia la empresa, aparece en tercer lugar -por detrás de producir bienes o servicios útiles y obtener beneficios- el mantener o hacer crecer la plantilla (31,6%).
Es decir, según detalla el propio documento, «no respaldan un liberalismo radical, sino que defienden, más bien, un liberalismo pragmático». «Muestran una actitud en absoluto contraria a la regulación, la inversión pública en infraestructuras o el gasto público en servicios sociales, pero sí subrayan la necesidad de moderación y racionalidad en esas actuaciones públicas».
Autocrítica
La ambivalencia que se desprendía anteriormente es todavía más evidente en este apartado. La opinión general de los empresarios sobre unos sindicatos que consideran necesarios -cumplen la «función inalienable» de «velar por los intereses de los trabajadores y proteger sus derechos», según un entrevistado- no es especialmente favorable -«están en el siglo pasado», sostiene otro-, pero sí lo es la que tienen cuando ahondan en su experiencia personal.
Para Carlos Gutiérrez, responsable de estudios de CCOO, un motivo de esta paradoja entre la preparación y la visión que creen que tiene la sociedad de ellos puede ser que los empresarios «están un poco desconectados de la realidad de una gran parte de lo que viven los trabajadores y las trabajadoras de nuestro país». «Esto irá por barrios y cada caso es un mundo, pero en términos generales, si las condiciones laborales que tiene un trabajador las percibe como precarias y malas, si la gestión que llevan a cabo en la empresa de los recursos humanos de la fuerza de trabajo imposibilita, por ejemplo, el cuidado de tus hijos, la opinión que se va a tener de un empresariado necesariamente tiene que ser negativa», desgrana Gutiérrez. «Un buen empresario, una buena gestión de los recursos humanos de las plantillas en una empresa condiciona muchísimo la vida que un trabajador pueda llevar, por ejemplo», zanja.
Es normal, por tanto, que surja la duda de si falta algo de autocrítica para acortar el espacio entre la valoración propia y la percibida. Sin embargo, el estudio también lo refleja. Varios de los entrevistados reconocen comportamientos concretos que dan mala imagen general: «Es verdad que hemos tenido ejemplos de empresarios poco éticos, como lo ha habido de deportistas, de políticos o de músicos». Para Chuliá, esto se debe a la misma prudencia que emplean a la hora de hablar de política: «Siempre arriesgan con un riesgo medido». «Si bien pueden controlar esos riesgos en el ámbito que ellos entienden, que es el ámbito empresarial, en el ámbito de la opinión pública tienen más dudas y por eso yo creo que son extraordinariamente prudentes», insiste.
Sin embargo, alguno de los que se atreven a tomar ese riesgo y hace un diagnóstico en las entrevistas parece dar en el blanco: «Yo soy una persona que tengo responsabilidad social. Si yo la tengo, entonces se la podré pedir a otra persona o a otra organización; porque si yo no lo hago, ¿cómo voy a pedir que lo hagan otros?».
Fuente: ElMundo