Desde que sabemos que una camiseta de poliéster puede tardar un par de siglos en desaparecer de la faz de la Tierra, cada vez somos más conscientes de la importancia de saber cuál es la procedencia y qué destino le depara a una prenda antes de comprarla. ¿Dónde se ha fabricado y en qué condiciones? ¿Cómo está confeccionada? ¿Dónde acabará? Y, a partir de ahora, también podemos añadir: ¿Utiliza tejidos biodegradables?
Según datos de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER), en España se generan aproximadamente 890.000 toneladas de residuos textiles al año, lo que equivale a unos 19 kg por persona. De estos residuos solo se recogen selectivamente 108.296 toneladas, mientras que 781.990 terminan en vertederos. En cuanto a la tasa de reciclaje, según datos de Moda re- en su Análisis de la recogida de ropa usada en España (2021), solo el 12,16% de los residuos textiles se reutilizan o reciclan; el resto, casi el 88%, se desecha.
En este sentido, entre las alternativas de moda más sostenibles, los tejidos biodegradables se perfilan como una de las más interesantes. Estos tejidos, ¿realmente se descomponen sin contaminar? ¿Qué podría impedir que una prenda, en teoría biodegradable, realmente no lo fuera? Como consumidores, ¿cómo podemos identificar prendas biodegradables de otras que no lo son? Respondemos todas estas cuestiones con ayuda de expertos.
¿Qué es la ropa biodegradable?
Una prenda es biodegradable cuando sus materiales pueden descomponerse de forma natural, gracias a la acción de microorganismos, sin liberar sustancias tóxicas ni dejar residuos contaminantes en el entorno.
¿Qué tejidos pueden ser biodegradables?
“Los tejidos naturales sin tratamientos químicos agresivos son los principales candidatos”, nos cuenta Pepa González, fundadora de Agile Seller, empresa impulsora de r-evolucionmoda, marca de certificación de la UE para diseñadores, emprendedores y marcas locales de la industria textil y del calzado. “Algodón (mejor si es orgánico), lino, cáñamo, lana, seda… Todos tienen potencial para degradarse, siempre que no hayan sido tratados con tintes tóxicos, acabados sintéticos y mezclas con fibras no naturales”, continúa. “También existen fibras celulósicas regeneradas como el TENCEL™ o el modal, aunque su biodegradabilidad depende del proceso de fabricación. En cambio, los tejidos sintéticos derivados del petróleo como el poliéster o el nylon no son biodegradables, aunque a veces se presenten como reciclables o eco”.
En el Basque Biodesign Center de Güeñes (Bizkaia) trabajan con materiales biodegradables que provienen sobre todo de fuentes naturales. “Algunos se obtienen a partir de residuos de alimentos, otros de fibras vegetales como el algodón, el lino o el cáñamo, siempre que no estén tratados con productos químicos sintéticos. También investigamos materiales innovadores que se “cultivan”, como los que se desarrollan a partir de hongos (micelio) o de fermentaciones bacterianas, similares a los procesos que se usan en la cocina o la biotecnología. Lo que buscamos es que estos tejidos no solo sean sostenibles en su producción, sino que también puedan descomponerse de forma natural al final de su vida útil, ayudando a reducir el impacto ambiental de la industria de la moda”, explica Olga Iradier, Directora de Proyectos del centro.
¿En qué consiste el proceso de biodegradación de los tejidos?
Como cabe imaginar después de recibir estas nociones básicas, biodegradarse no equivale a desaparecer por arte de magia. En realidad se trata de un proceso natural que sucede cuando ciertos microorganismos –”como bacterias, hongos y otros agentes presentes en el entorno”, explica Iradier- descomponen la materia orgánica en elementos más simples. Además de estos microorganismos activos, para que este sistema funcione correctamente se necesitan temperaturas moderadas, humedad y oxígeno.
“En esta fase -continúa la experta del Basque Biodesign Center-, el material se convierte en un residuo orgánico que puede ser reincorporado al ciclo natural, ya sea reutilizándolo de otra forma o incluso como compost, enriqueciendo el suelo en lugar de contaminarlo. Esto permite cerrar el ciclo del producto y avanzar hacia modelos más circulares y sostenibles”.
¿Qué dificultades existen actualmente para utilizar estos tejidos biodegradables?
A pesar de sus ventajas medioambientales -reducen el impacto en vertederos y océanos, utilizan menos energía y agua en su producción (en muchos casos), y fomentan una moda circular real-, lo cierto es que el uso de los tejidos biodegradables aún no está muy extendido. ¿Cuáles son los retos que implica su utilización? “No todas las fibras biodegradables están certificadas o con garantías sólidas de origen y proceso”, explica Jon Curutchet, responsable de sostenibilidad de la marca de moda SKFK. “Garantizar la trazabilidad completa —desde el cultivo hasta la prenda final— sigue siendo complejo en muchos casos. Todo esto implica más tiempo, más coordinación y, muchas veces, más inversión. Además, algunos materiales biodegradables pueden ser menos duraderos”.
Cortesía de SKFK.
Por su parte, Olga Iradier, a partir de su experiencia en el Basque Biodesign Center, añade otro conjunto de barreras: “Muchos de estos materiales aún están en fase de desarrollo o en procesos muy experimentales, por lo que no se ha escalado su producción a nivel industrial. Esto limita su disponibilidad, encarece su fabricación y dificulta su integración en procesos productivos convencionales. Además, al trabajar con residuos orgánicos o procesos biotecnológicos, cada material necesita su propio sistema de producción, adaptado a las propiedades del residuo original. Esto requiere tiempo, inversión en I+D y, en muchos casos, rediseñar completamente la cadena de valor. Otra barrera habitual es la expectativa de que estos nuevos materiales se comporten igual que los convencionales, especialmente en aspectos como la resistencia o la lavabilidad”.
¿Toda la ropa biodegradable es realmente sostenible?
La respuesta de Pepa González, de r-evolucionmoda, es tajante: “No. Y este es un punto crucial. Una prenda no es sostenible solo porque su tejido principal sea biodegradable. Hay que mirar el conjunto: ¿Qué tintes y tratamientos se han utilizado? ¿Lleva cremalleras, botones, etiquetas o acabados no degradables? ¿Cómo se ha fabricado? ¿En qué condiciones laborales? ¿Cuál es su durabilidad? Una prenda biodegradable que se usa dos veces y se desecha no es más sostenible que una no biodegradable que se usa durante años”. En la misma línea responde Jon Curutchet, de SKFK: “Una prenda puede estar hecha con una fibra biodegradable, pero si incluye acabados químicos, tintes sintéticos, mezclas de fibras difíciles de separar o elementos como etiquetas o hilos no biodegradables, su impacto ambiental sigue siendo alto. En SKFK entendemos la sostenibilidad con un enfoque global que abarca todas las partes del proceso de producción pero también de final de vida de una prenda”. Por su parte, Olga Iradier también reflexiona sobre la logística, el transporte y el impacto energético de la producción: “Una prenda no es sostenible solo por su material, sino también por cómo, dónde y para qué se produce, y qué ocurre con ella al final de su vida útil. La verdadera sostenibilidad se consigue cuando todo el sistema está diseñado para reducir el impacto ambiental, no solo el producto final”.
Por todos estos motivos cada vez cobra más sentido y fuerza el diseño circular, que busca cerrar el ciclo de vida de las prendas, maximizando su durabilidad, fomentando su reutilización y minimizando el desperdicio (al contrario que el modelo lineal de ‘usar y tirar’). Esto implica en muchos casos, desde el inicio, la utilización de tejidos biodegradables o que se puedan reutilizar y reciclar al final de su vida útil.
“Diseñar de forma circular implica anticipar todo el ciclo de vida del producto: cómo se fabrica, cómo se usa, cómo se repara, y cómo se reintegra en el sistema una vez que ya no se utiliza. Esto exige tomar decisiones conscientes desde el inicio: reducir mezclas, seleccionar materiales compatibles entre sí, evitar elementos difíciles de separar… En nuestro caso, por ejemplo, el 70% de nuestras colecciones son monomaterial”, añade Curutchet.
Cómo identificar ropa realmente biodegradable como consumidores
“Este es el gran reto. Hoy por hoy, no existe una regulación específica y clara para etiquetar una prenda como biodegradable”, asegura Pepa González, de r-evolucionmoda, quien a su vez comparte 4 pistas muy interesantes que sirven de guía a la hora de detectar qué ropa es realmente biodegradable:
- 1. Etiqueta de composición: “Busca fibras 100% naturales. Si hay mezcla con sintéticos, probablemente no será biodegradable”.
- 2. Acabados: “Si la prenda es impermeable, antiarrugas o antimanchas, probablemente ha sido tratada con sustancias que impiden su biodegradación”.
- 3. Certificaciones fiables: “Busca sellos como GOTS, Cradle to Cradle, Oeko-Tex (en su versión Made in Green) o Global Recycled Standard, aportan garantías aunque cada una cubre distintos aspectos”.
- 4. Transparencia y trazabilidad: “Una marca que afirma que su ropa es biodegradable debe poder explicar: qué parte de la prenda lo es, cómo se ha testado y en qué condiciones se degrada”.
Imagen de Anna Voss en Unsplash.
Avances en tejidos biodegradables: casos reales y marcas pioneras
Stella McCartney ha sido, desde su origen, una de las firmas de moda más concienciadas con el medio ambiente y también una de las primeras en investigar con micelio: una fibra biodegradable procedente de los hongos y que se ofrece como alternativa al cuero y otros textiles sintéticos. A nivel nacional, la firma de calzado El Naturalista trabaja, entre otros, con fibras como el algodón natural, rafias y bambú, como principales elementos textiles, y la firma de moda urbana SKFK tiene amplia experiencia con tejidos biodegradables. “Incorporamos fibras como el algodón orgánico, el lino o el TENCEL™, que tienen una trazabilidad y un impacto social y ambiental mucho más bajo que los materiales convencionales. En la medida de lo posible, también tenemos en cuenta otros componentes, como los botones o el hilo. Trabajamos para que todos los niveles del proceso sean lo más sostenibles y conscientes posibles”, comparte Jon Curutchet, responsable de sostenibilidad de la marca.
En cuanto a nuevos biomateriales en tendencia merece la pena tener en el radar la fibra de hoja de piña -más conocida como Piñatex-, utilizada sobre todo en bolsos y calzado; Orange Fiber, un tejido realizado a partir de residuos de naranja; y otras fibras en desarrollo a partir de algas, leche o plátano.
Desde el Basque Biodesign Center, su Directora de Proyectos comparte, además, las peculiaridades del biocuero de kombucha “un material que se genera a partir de la fermentación del té y que ya hemos utilizado para confeccionar prendas”, y del biocuero de zanahoria “elaborado a partir de residuos de este vegetal, con el que también se han llegado a crear trajes completos. Ambos son biodegradables y muestran el potencial real de estos nuevos materiales aplicados al diseño de moda sostenible”.
Los tejidos biodegradables tienen grandes beneficios y son parte del camino hacia una moda más limpia, pero no la solución total. Como consumidores tenemos el poder de preguntar para saber (lo acabamos de hacer) y tomar decisiones informadas que nos lleven a elegir mejor para vestir mejor.