Al hilo de un crimen no resuelto, la novela sugiere temas como la necesidad de motivos para vivir, el encuentro de la amistad o el amor
Volviendo al territorio habitual de su narrativa, Crisanto Pérez Esain ha construido una trama evocadora e impecablemente conducida
‘Donde muere el río’
Crisanto Pérez Esain
XXVII Premio de Novela Ciudad de Badajoz
Ambientada en el norte del Perú, escenario habitual de la narrativa de Crisanto Pérez Esain, Donde muere el río gira en torno a una búsqueda, la del protagonista, Rafael Velásquez, que regresa a San Miguel, trasunto de Piura, tras una larga ausencia. Al preguntar por Martha, su novia en el pasado, se entera de que esta apareció muerta en el interior de un taxi hace ya varios años. Entiende entonces que, cuando estaba en Undarre, ciudad imaginaria del norte de España, recibiera un paquete con todas las cartas que se habían escrito desde su marcha. Descubre además que ella nunca dejó de quererle, por lo que su principal misión será encontrar al asesino. Para ello contará con la ayuda de Ricardo, guachimán o vigilante callejero, y de Alonso, profesor universitario con quien vivió en Undarre mientras hacía su doctorado. Un billete falso de 20 soles, cargamentos de licor ocultos en distintos puntos de la ciudad, investigaciones paralelas que confluyen en un mismo resultado, son algunos de los elementos de una trama en la que se sobreponen temas como la necesidad de motivos para seguir viviendo, el encuentro de la amistad o el hallazgo del amor sereno, encarnados en personajes a los que la vida escatima momentos de plenitud. La acción se abre con la crecida del río, metáfora del cambio incesante, y hacia el final nos lleva a la laguna de Ñapique, donde muere el Piura en mitad del desierto. Con ecos del realismo mágico, la novela discurre sobre lo que perdemos y lo que anhelamos, a lo largo de un proceso cambiante en el que uno mismo termina siendo el objeto de la pesquisa.
Entrevista con el autor
—Pese a sus raíces navarras, reside desde hace años en Piura, ¿siente como propia la tradición peruana que también ha abordado como estudioso?
—Sí, quizás porque llevo ya la mitad de mi vida en Piura, 26 años. Cuando murió Vargas Llosa me puse a pensar sobre la primera novela que leí suya y fue Quién mató a Palomino Molero. La leí en la biblioteca de mi pueblo, Huarte, con 14 o 15 años. En ella aparece Talara, una ciudad de esta misma región de Piura. Si bien tengo claros mis orígenes personales, como escritor debo mucho a la tradición hispanoamericana y peruana y a todos los años que llevo viviendo en Perú.
—La ciudad imaginaria de San Miguel, trasunto de Piura, es un escenario habitual de sus novelas y relatos, de nuevo en Donde muere el río.
—El nombre completo de Piura es San Miguel de Piura, aunque apenas nadie la llame así. Llamarla San Miguel es una forma de crear una versión más propia, más personal de la ciudad. A veces se parece, otras no, pero me da una cierta sensación de libertad creativa y me permite también crear un mundo propio, autónomo y también reconocible para los posibles lectores.
—¿Cuánto tiene Undarre, la ciudad asimismo inventada del norte de España que aparece en la novela, de su Pamplona natal?
—Si San Miguel es Piura de una manera bastante clara, Undarre tiene cosas entre Huarte y Pamplona. No es un lugar que haya explotado tanto literariamente, todavía. Undarre no existe como población, el nombre me lo saqué de la manga, buscando también crear un espacio con resonancias a mi tierra de origen, pero también con la libertad de quien crea un espacio imaginado. Hay muchos guiños a Huarte, que quizás un lector local descubrirá, pero al mismo tiempo un lector no tan vinculado al terruño la entenderá perfectamente. Una vez, en una librería de viejo, en Lima, descubrí la primera edición de La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, con la que ganó el premio Biblioteca Breve de Seix Barral. En ella aparece el plano de Lima, aunque el lector no lo necesita para comprender qué se le está contando. En mi caso, San Miguel y ahora Undarre, demuestran que la tentación de recurrir al mapa es tan imposible como innecesaria; la realidad que interesa es la que se entreteje con las palabras.
—La historia puede enmarcarse en el género negro, dado que cuenta la investigación de un asesinato, pero también tiene algo de búsqueda personal, de invitación al conocimiento de uno mismo.
—Efectivamente. No me considero un autor de novela negra, pero sí me gusta la idea de tomar elementos de un género tan definido como punto de partida, para que la novela discurra después por otros caminos. La búsqueda es la clave, en la novela, como en la vida. Todos buscamos algo, y muchas veces lo que encontramos nos satisface o no. Más importante que el hallazgo, quizás sea entender la búsqueda como un proceso de aprendizaje, de transformación por el que pasamos. Los personajes deben estar preparados para poder asumir lo que van a encontrar. En la novela hay un asesinato, absurdo e innecesario, como todos, obviamente, pero que en este caso resulta aún, por la inocencia de la víctima, más innecesario todavía. La novela trata también sobre la violencia como respuesta ante la insatisfacción personal. Hay personajes perdidos por la ausencia o la imposibilidad de recibir amor en sus vidas y ante esa situación se responde de distintas maneras. Como autor intento no caer en tópicos ni estereotipos, entender que cada personaje tiene un mundo dentro de él, que su respuesta es personal. El protagonista descubre que la mujer que ha amado ha sido asesinada; otro lo va perdiendo todo, también el amor, por el alcohol; otro, profesor, busca su lugar en la realidad. Todos buscan algo, con la urgencia de querer encontrarlo antes de que “muera el río”.
—Otros temas de fondo son en efecto el amor y la amistad, que parecen refugios frente a los golpes y los perfiles más ingratos de la realidad.
—Sí, la amistad es clave, y es también una forma de amar. El ser humano necesita vivir hacia fuera, por eso busca a quien querer. En latín quaerere significaba ‘buscar’, y en castellano dio ‘querer’. Quizás sea porque buscamos lo que queremos y aprendemos a querer lo que andamos buscando. La amistad, como el amor de pareja, permite mostrar cómo somos y también aceptar lo que somos.
—¿Desempeñan el río al que se alude en el título y la geografía del desierto un papel de algún modo simbólico?
—Sí, claro. El río Piura suele perder fuerza y acabar muchas veces en las lagunas de Ñapique y San Ramón. El paisaje hasta llegar allá parece lunar, por la sequedad del terreno y el salitre, es bastante impactante. El paisaje configura la vida de sus habitantes, también sus preocupaciones. En Piura las lluvias, el fenómeno del Niño, que se da de manera regular, marca la historia de la ciudad, pues en el resto del tiempo apenas llueve. El río divide la ciudad en dos, como una ancha cicatriz que casi siempre está seca, y se le mira de reojo para saber si viene crecido o seco, para saber si habrá agua o no la habrá. El río es también, a un nivel metafórico, la vida. “Nuestras vidas son los ríos”, recuerda uno de los protagonistas en un momento. Esa idea subyace en toda la novela y se interpreta de múltiples maneras según el personaje y sus preocupaciones.
—En la escritura pueden detectarse algunos ecos del realismo mágico.
—Sí, me lo han dicho. Quizás porque autores como García Márquez, Asturias o Carpentier están entre mis preferidos, o porque considero como ellos que la literatura más que sumergirnos en un mundo de ficción amplía nuestro sentido de la realidad. Creo que cada escritor encuentra su camino, su forma de decir las cosas, pero al mismo tiempo, leer sigue siendo fundamental para aprender a escribir, en un sentido literario, claro. Por eso quizás sea inevitable que en las palabras de un escritor resuene el eco de otras voces, de otros autores que se han disfrutado tanto y de los que tanto se ha aprendido, voces de autores que han calado tan hondamente.
—¿Tendrá continuidad en otros relatos el ciclo narrativo de San Miguel? ¿Qué proyectos de ficción tiene en curso?
—Supongo que sí. Sigo trazando las calles de San Miguel y hablando de sus pobladores en mis relatos y en las novelas que escribo. Es algo que comenzó en mis cuentos. Ahora, cuando escribo relatos, las referencias a San Miguel son mínimas, casi inexistentes, pero en las novelas la ciudad sigue siendo protagonista. El espacio es vital para dar sentido a una buena historia y poco a poco voy creando ese mundo autónomo que me permite mirar la realidad de otra manera. Después de escribir esta novela he escrito un libro de cuentos centrados en Undarre, en mi familia, en el sentido de lo que soy en el ámbito familiar, pero de una manera muy libre. También una novela sobre las lluvias en San Miguel, que ya asoman en Donde muere el río pero que merecen también un protagonismo especial. La ciudad merece más novelas, hay muchas historias por contar. Por supuesto, todo depende de la forma de mirar las cosas. Se escribe primero con los ojos, al descubrir en la realidad algo que merece la pena ser contado.
el autor
Crisanto Pérez Esain (Pamplona, 1972) reside desde hace 26 años en Piura, ciudad del norte desértico del Perú que se transforma en San Miguel en sus novelas y relatos. Doctor en Teoría Literaria y Literatura Hispánica por la Universidad de Navarra, es profesor en la Universidad de Piura, donde imparte cursos de literatura peruana, literatura hispanoamericana y literatura clásica. Ha publicado diversas monografías sobre escritores peruanos, como Los trazos en el espejo, identidad y escritura en Julio Ramón Ribeyro (2006) y coeditado libros sobre historia, cultura y literatura como Julio en El Rosedal, memoria de una escritura (2008) o Túpac Yupanqui, el resplandeciente (2016), entre otros. Como escritor de creación, ha publicado un libro de cuentos, La casa escondida y otros relatos (2013), y las novelas La última muerte de Silvino Forossi (Premio Altazor, 2016), El tiempo ausente (Premio Ciudad de Salamanca, 2021) y Donde muere el río (Premio Ciudad de Badajoz, 2025).
XXVII PREMIO DE NOVELA CIUDAD DE BADAJOZ
Donde muere el río
Crisanto Pérez Esain
Distribución: 14/05/2025
EAN: 9788419132574
Código: 0010366472
15 x 23 cm / 352 pp
PVP: 17,31 / 18 euros
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