‘Lo mejor de Europa’, una novela satírica, en los límites del esperpento, donde los grandes escritores comparecen como presencias fantasmales - Fundación José Manuel Lara

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Humor, ingenio e imaginación confluyen en un relato que rinde homenaje a los creadores del pasado y proyecta una visión crítica sobre el presente

La prosa brillante y alucinada de Juan Manuel Muñoz Aguirre renueva la gran tradición burlesca de la literatura española

‘Lo mejor de Europa’

Juan Manuel Muñoz Aguirre

XXVIII Premio de Novela Ciudad de Badajoz

Poblada por personajes estrambóticos, a menudo grotescos, Lo mejor de Europa es una novela satírica, situada en los límites del esperpento, que describe un día cualquiera en una pequeña biblioteca pública de una vieja ciudad anclada en el pasado y reacia a todo progreso. Su protagonista, Andrés, un meritorio sin sueldo, es un muchacho con severos problemas locomotores que pese a su aspecto posee una gran inteligencia, un alma cándida y una memoria prodigiosa. Lector incansable, recuerda todos los libros que ha leído, vive más en la literatura que en la realidad, al modo de Alonso Quijano, y conversa con autores fallecidos cuyas presencias fantasmales recorren el relato. También intervienen varios objetos inanimados –un ordenador zalamero y vigilante, una escalera con tendencias asesinas, un cuadro cuyos personajes lo observan todo y todo lo juzgan– que al cobrar vida contribuyen a crear una atmósfera entre cómica y alucinatoria. Sumados a las apariciones de escritores célebres, con citas expresas, la novela contiene homenajes implícitos, por lo común en forma de parodia, a pasajes de algunas obras literarias: la cena de Trimalción, por ejemplo, o el descenso del protagonista al infierno dantesco guiado no por Virgilio, sino, de forma más castiza, por un personaje insospechado. Juan Manuel Muñoz Aguirre se acoge a la vieja tradición burlesca de la literatura española, esa que va del Lazarillo a Cervantes, de Juan Ruiz a Valle-Inclán, y muestra, bajo las capas de modernidad y renovación, a menudo aplicadas torpe y apresuradamente, una realidad que remite, por decirlo con palabras de Gil de Biedma, a un viejo país ineficiente.

Entrevista con el autor

—¿Ha tenido algo que ver su profesión de bibliotecario con la génesis y el planteamiento de Lo mejor de Europa?

—Sí, naturalmente, ha sido mi profesión durante muchos años y por eso la novela transcurre en una biblioteca. Y aunque visto desde fuera una biblioteca pueda parecer un lugar aburrido, poco favorable al humor, es todo lo contrario. En una biblioteca pública, al revés de lo que ocurre por ejemplo en un bar, no está reservado el derecho de admisión, de tal modo que por allí se dejan caer personas de toda clase, pelaje y condición, incluyendo locos divertidos, locos peligrosos o locos a secas. Cualquier bibliotecario podría contar historias tan descabelladas como las que se cuentan en mi novela. Como observatorio del comportamiento humano es un lugar privilegiado.

—La novela deja ver un formidable aparato de lecturas, relacionadas en la “Galería de aparecidos” que figura al final.

—Es uno de los elementos que caracterizan la novela, pero no por pedantería (no soy ningún erudito, solo un lector apasionado), sino más bien como una declaración de amor a la literatura. He pasado la vida entre libros y los libros me han proporcionado mucha felicidad, de tal modo que convocar a todos esos fantasmas o aparecidos, autores ya muertos que intervienen en la acción y aconsejan o riñen al personaje principal, era una manera de pagar la deuda de gratitud que he contraído con ellos. Como decía Borges, que otros presuman de los libros que han escrito; yo presumo de los que he leído. También funciona como un juego que se propone al lector. La novela puede leerse de manera convencional, siguiendo el desarrollo de la acción; pero el lector puede jugar a adivinar quiénes son los aparecidos que se manifiestan ante el protagonista y a cuáles de sus obras pertenecen las citas. Y no solo eso. Hay múltiples fragmentos en la novela que son parodias de pasajes célebres de la literatura: el episodio de la magdalena proustiana, la cena de Trimalción o la Divina Comedia, entre otros.

—El retrato satírico podría remitir a la picaresca del Renacimiento y el Barroco, pero también al esperpento, y en realidad abarca todos los tiempos.

—Siempre he creído, aunque puede que solo sea una percepción personal que cualquier historiador podría rebatir sin esfuerzo, que en la historia de la literatura española hay un momento de quebranto, una esquina peligrosa donde las cosas se tuercen y dejan de ser como fueron para ser de otro modo y, en mi opinión, peores. Desde sus orígenes siempre fue una literatura gozosa, libérrima, deslenguada y crítica; pensemos en la poesía juglaresca, en el Arcipreste, en el Lazarillo, en La Celestina, en Quevedo, en el Cervantes que escribe el Quijote. Pero a partir de un cierto momento histórico, quizá como reacción de encastillamiento frente a la Ilustración, la literatura española parece sufrir un pasmo de rigidez, una esclerosis de solemnidad. Por supuesto que siguió habiendo autores que escribían obras libres de esos corsés, pero muchas veces lo hacían en secreto, bajo seudónimo o de forma anónima como fue el caso de Espronceda, Samaniego o Moratín. Y fue así durante una larga etapa, con excepciones gloriosas como la de Valle-Inclán, que no en vano es el primero de mis aparecidos.

—¿Podría decirse que el protagonista tiene el síndrome de Alonso Quijano?

—Sí, pero del Alonso Quijano que ya no es el Quijote, de aquel que justo antes de morir, a salvo ya de la locura, reconociéndose, dice: “Yo sé quién soy”.

—Sorprende del personaje su combinación de limitaciones físicas, una memoria prodigiosa y una especie de lucidez en el desvarío.

—El personaje protagonista, Andrés, es un ser cuyas limitaciones físicas le han impedido acceder al mundo real, a las experiencias que cualquiera tiene en la vida y sirven para conformar una personalidad; eso le ha transformado en alguien ingenuo, casi seráfico, que sin proponérselo está por encima de casi todos los pecados capitales: la avaricia, la lujuria, la envidia y no digamos la soberbia. Pero como la naturaleza a menudo es justa, o no completamente injusta, esas limitaciones físicas han sido compensadas con una memoria oceánica, infalible, que le permite recordar todo lo leído. Y para alguien como él, que a duras penas puede relacionarse con los demás, ¿qué mejores amigos, más comprensivos y más sabios, que los autores de esos libros que recuerda palabra por palabra? De ahí los aparecidos.

—Más allá del trasfondo alucinado, la novela deja una visión muy crítica de las sociedades anquilosadas, refractarias al progreso.

—A eso apunta el título, que una vez más está tomado de Valle-Inclán. Se trata de una novela satírica y la sátira solo tiene sentido si incluye la crítica de las costumbres. Probablemente esa visión burlesca acerca de cómo ha evolucionado nuestro país se debe al hecho de que tengo ya una cierta edad y he sido testigo de cómo hemos pasado en muy poco tiempo de una sociedad cerrada, en parte cuartel y en parte sacristía, a una modernidad a menudo construida apresuradamente, a brochazos rápidos. Eran cambios necesarios, por supuesto, y sin duda inevitables, pero cuando las cosas cambian muy deprisa es frecuente que por debajo de las apariencias permanezca una realidad menos brillante, no tan colorida y a pesar de eso muy satisfecha de sí misma. Conviene no olvidar de dónde venimos.

—Pese a los grandes autores que lo han cultivado, suele decirse que el humor es poco apreciado en España, ¿cree que se trata de un registro infravalorado?

—El humor es lo más difícil de aplicar en literatura. Si lo exageras corres el riesgo de acabar componiendo un repertorio de chistes, algo que no tiene valor literario; si, por el contrario, lo rebajas quitándole toda carga de crítica social, el resultado suele ser una obra inane. Y sí, en España, al contrario que en los países anglosajones, el humor no suele considerarse alta literatura. Y los primeros que no lo hacen son los escritores.

—Ha publicado libros de poemas, relatos y novelas, ¿está trabajando ahora en próximas entregas?

—Sí, he terminado una novela aún inédita que ahora está en período de reposo. Y he vuelto a escribir poesía después de varios años de haberla desatendido o, mejor dicho, después de que ella se hubiera desentendido de mí.

el autor

Juan Manuel Muñoz Aguirre (Madrid, 1959) es licenciado en Sociología y Ciencias Políticas y bibliotecario. En el campo de la poesía ha publicado los libros Omnia (1986, 1990), Adiós, dijo el duende (1991), Hacia el viaje (2006) y Un campo de batalla antes de la batalla (2015), además de la ‘plaquette’ Una casa en la montaña (2015) en edición bilingüe español/noruego, con traducción de Kirsti Baggethun e ilustrada con grabados de Gabriel Villalba. En el terreno de la narrativa, es autor de las novelas Un alma aparte (2009), Nuevas aventuras de Immanuel Kant (2017) y Lo mejor de Europa (2025), así como del libro de relatos Ligeramente a la izquierda (2013). Ha sido galardonado, entre otros, con los premios Hiperión, Miguel Hernández, Tiflos y Ciudad de Badajoz.

XXVIII PREMIO DE NOVELA CIUDAD DE BADAJOZ
Lo mejor de Europa
Juan Manuel Muñoz Aguirre
Distribución: 14/05/2025
EAN: 9788419132581
Código: 0010366473
15 x 23 cm / 320 pp
PVP: 17,31 / 18 euros
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