El pasado domingo, 3 de agosto, este periódico tituló “La plantilla del Gobierno ya cuesta (cierre 2024) 1.849 millones, un 31% del presupuesto de Navarra”. Con una información basada en los datos del propio Gobierno, se adjuntaban también una serie de gráficos que explicaban detalladamente el aumento exponencial de este gasto, que en 2015 era de 1.111 millones. La subida es del 66%.
Como todos los datos económicos, este hay que ponerlo en contexto, pero este contexto tampoco ayuda a nuestros gobernantes. En ese mismo período la inflación subió un 25,1%, y la población navarra experimentó un crecimiento del 4,9%. La subida del gasto en personal, repito, es del 66%. Es decir, casi tres veces la inflación, sin nuevas transferencias y con un leve aumento de población.
¿Y cómo se paga? Pues sí, lo que está pensando, querido lector. Con su dinero. El Gobierno recauda un 66% más que en 2015. IRPF, IVA, Patrimonio, Sociedades… todos los impuestos han aumentado su recaudación de manera muy sustancial, tanto por el incremento de la actividad como por las diferentes y repetidas subidas de impuestos. Es decir, el Gobierno ha detraído más, mucho más de la sociedad y lo ha dedicado a gasto corriente. No a inversiones, no. A gasto.
Bueno, si nos gastamos más, muchísimo más, en personal, tendremos unos servicios públicos de campanillas. Una Sanidad espectacular, por ejemplo, pensará alguien desde fuera. A la vista está, ya sin discusión, el deterioro del servicio sanitario desde 2015. Entonces el drama era que, con la mejor sanidad pública de España, la tortilla que se servía en los hospitales “era de un huevo”. Ahora hay zonas literalmente desatendidas y las listas de espera están disparadas y no bajan. La equidad del sistema, por los suelos. Bueno, y ¿en Educación? La única manera objetiva de medir la calidad de la Educación son las pruebas PISA, y en ellas hemos descendido en las materias clave.
En cualquier empresa, cuando se negocian las condiciones laborales, se sientan dos partes y ambas defienden sus posiciones. La empresa quiere ser rentable (porque si no desaparece) y los trabajadores quieren, legítimamente, tener mejores condiciones. Pero en Navarra parece que una parte no defiende a sus jefes (los contribuyentes) y que las condiciones (no solo económicas) van mejorando sin tener en cuenta resultados, eficiencia, productividad, digitalización… Total, “no es mi empresa”.
Y lo que es peor, cuando vengan mal dadas, que vendrán, y baje la recaudación, el Gobierno no podrá, como las empresas, “hacerse pequeño”. Este gasto es estructural, permanente. Los navarros nos lo comeremos igual y habrá que reducir importes de otras partidas para equilibrar las cuentas.
Álvaro Bañón Irujo. Economista y miembro del think tank Institución Futuro.