La urgencia de reindustrializar España (y Navarra)

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La industria manufacturera española atraviesa un largo declive. Según un reciente y alarmante estudio del Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE) y la Fundación BBVA, desde principios de siglo ha perdido una cuarta parte de su empleo y 6,1 puntos de aportación a la renta nacional. Si en el año 2000 las manufacturas suponían el 17,9% del Valor Añadido Bruto (VAB), hoy apenas alcanzan el 11,8%. En términos de empleo, la caída es aún más drástica: del 17,3% en 2000 al 9,9% en 2024. Esta tendencia, y el paulatino distanciamiento de las cifras españolas de la media europea, explica en buena medida por qué nuestra economía resiste peor las crisis y crece con menor vigor.

Este proceso de desindustrialización debilita y empobrece a la economía española. Como es conocido, la industria aporta una productividad superior a la de los servicios, concentra buena parte de la inversión en innovación y es responsable de más del 80% de las exportaciones europeas. Además, sus empleos son de mayor calidad y estabilidad, y arrastran a otros sectores, generando entre 0,5 y 2 puestos adicionales por cada empleo industrial. Renunciar a la industria es renunciar a competitividad, innovación y resiliencia frente a crisis y tensiones geopolíticas.

En contraste, Navarra ha mantenido hasta ahora una posición mucho más sólida. Con casi un 30% del PIB regional procedente de la industria manufacturera, lidera el ranking nacional y supera ampliamente tanto la media española como la europea. También en empleo, la industria navarra está por encima de España y la UE, y representa el 26% del total, según datos de la oficina estadística de la Unión Europea, Eurostat. Este tejido industrial ha sido uno de los pilares del bienestar de la Comunidad foral, sosteniendo salarios y exportaciones. También ha permitido pagar mejores salarios, lo que repercute de manera positiva y directa en el bienestar de los navarros.

Sin embargo, también en la Comunidad foral se observan síntomas de debilidad. El empleo industrial se mantiene estancado y su peso relativo, aunque aún alto, tiende a reducirse con el paso de los años. La transición energética, la digitalización y la competencia internacional suponen desafíos de enorme magnitud para nuestras empresas. El riesgo es claro: si la industria navarra sigue perdiendo peso, la comunidad entera se empobrecerá. Negar la evidencia -los últimos cierres de empresas están ahí- no hará que deje de ocurrir.

La experiencia internacional es elocuente. Los países que mejor han resistido crisis como la de 2008 o la pandemia son aquellos con un tejido industrial fuerte. Allí donde se ha optado por dejar caer la industria en favor de los servicios, las economías se han vuelto más vulnerables y dependientes del exterior.

Navarra y España necesitan, por tanto, una estrategia decidida de reindustrialización. El proceso pasa por apoyar a las pymes en su digitalización, apostar por la innovación y reforzar los sectores estratégicos. Ahora mismo cuatro ramas de actividad concentran casi el 60% de la producción manufacturera en España: industria agroalimentaria, metalurgia, química y farmacéutica, y la fabricación de material de transporte. En nuestra tierra, la automoción, el sector agroalimentario y las renovables lideran y, además de seguir potenciándolos para que crezcan, habrá que buscar nuevos nichos con alto valor añadido donde la productividad sea elevada. También hay que garantizar un suministro energético competitivo, mejorar infraestructuras y fomentar el tamaño empresarial para ganar músculo en los mercados internacionales. Qué decir de la fiscalidad, un tema recurrente y que, pese a quien pese, condiciona la llegada de inversiones, y de la necesidad de retener el talento de quienes se forman en nuestra región para poder atender las demandas de personal de las empresas.

El mensaje es claro: sin industria no hay futuro próspero. Navarra todavía mantiene una ventaja frente al resto de España, pero esa posición no está asegurada. Tampoco parece que la futura Ley de industria, que acumula retrasos inexplicables, vaya a cambiar mucho las cosas. Pero reforzar la industria debe ser una prioridad si no queremos asistir a un progresivo empobrecimiento económico y social.

José María Aracama Yoldi. Vicepresidente del think tank Institución Futuro.

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