“Los mercados pueden permanecer irracionales más tiempo”

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“Los mercados pueden permanecer irracionales más tiempo del que tú puedes permanecer solvente”. – Keynes. Una frase que viene como anillo al dedo tras la montaña rusa de la semana pasada.

Porque, a pesar del tropiezo del viernes, la mayoría de los índices bursátiles de EE.UU. cerraron la semana en positivo: el Nasdaq Composite avanzó un 1,14%, el S&P 500 sumó un 0,33%, mientras que el Dow Jones, más expuesto a la economía real y menos tech-friendly, perdió un 0,32%. Incluso las pequeñas compañías, más sensibles a los movimientos de tipos, cogieron aire gracias al renovado optimismo en torno a una Fed más moderada.

El sector tecnológico juega en su propia liga

El sector tecnológico, fatigado las últimas semanas tras meses de rally, tuvo un respiro gracias a Broadcom, cuyos resultados superaron expectativas y recordaron a los inversores que los semiconductores estratégicos aún juegan en su propia liga. Sumemos el buen comportamiento de Apple y Alphabet tras el fallo antimonopolio, y se entiende por qué el Nasdaq se desmarcó del resto de índices. En cambio, en el caso europeo, el resultado semanal fue mixto.

Hasta el viernes al mediodía, el guion era sencillo: el mercado coqueteaba con los máximos históricos. Pero decidió complicarse la vida (para eso está). Tras abrir en verde, el S&P 500 y compañía se dieron la vuelta al asumir que quizá los recortes de tipos no basten para reanimar un mercado laboral que se enfría más rápido de lo previsto. El dato estrella de la jornada eran las cifras de creación de empleo de agosto: 22.000 nóminas no agrícolas (vs. 77.000 esperadas), la lectura más baja desde 2020. Para más inri, junio se revisó tan a la baja que acabó resultando negativo (-13.000), algo que no pasaba desde la pandemia. La tasa de paro subió al 4,3%, el nivel más alto desde 2021. En resumen: la narrativa del “mercado laboral indestructible” se tambalea.

El impacto en el mercado fue inmediato y los futuros ya descuentan al 100% un recorte de 25 p.b. en la reunión del 17 de septiembre, y la probabilidad de un recorte de 50 p.b. subió al 10%. Las tires de la deuda pública americana se desplomaron: el diez años marcó mínimos desde abril y el dos años coqueteó con niveles de 2022.

Pero el mercado laboral no fue la única señal de debilidad de la semana: el ISM manufacturero encadenó su sexto mes en contracción (48,7 en agosto vs. 49,1 esperado), aunque con un leve respiro en los nuevos pedidos. En contraste, el ISM de servicios sorprendió al alza (52 vs. 50,1), recordando que la economía estadounidense sigue teniendo un pie en el crecimiento. Eso sí, los precios siguen altos, una incomodidad añadida para la Fed.

En otras palabras: la Fed está atrapada entre la espada de un empleo que se resquebraja y la pared de una inflación que aún no da su brazo a torcer. Y es que, “bad news es good news” … hasta que deja de serlo.

Dimisión del primer ministro japonés

En Asia, la sorpresa política del fin de semana vino de Tokio, donde asistimos a la dimisión de Shigeru Ishiba tras un nuevo revés electoral. Ishiba era visto por los inversores extranjeros como un gran defensor de la disciplina fiscal, y su marcha abre la puerta a una mayor incertidumbre. Por lo que podemos esperar más volatilidad en el yen y presión al alza en las rentabilidades de los bonos de mayor plazo, ya en máximos de varias décadas.

La Fed y políticas de Washington

En paralelo, la política de Washington vuelve a escena: el Congreso tiene apenas catorce días hábiles para aprobar la financiación del Administración antes del 30 de septiembre y evitar un shutdown. La probabilidad de cierre federal es más alta que en episodios anteriores, dada la falta de cooperación entre partidos y los incentivos políticos de corto plazo. Aunque históricamente estos episodios apenas dejan huella macroeconómica, esta vez el riesgo es que la parálisis se prolongue y termine afectando incluso a la publicación de datos clave, como los de la oficina federal de estadística, en un momento en que cada cifra de empleo o inflación pesa como una losa en la balanza de la Fed. Para los mercados, el mayor peligro no es tanto el impacto directo en el PIB como el recordatorio de la creciente disfunción política en EE.UU., algo que ya preocupa a agencias de rating y a inversores extranjeros en Treasuries. En definitiva, otro factor que puede acentuar la pendiente de la curva y añadir volatilidad a un septiembre ya de por sí cargado.

En ese mismo frente político-institucional, el nombramiento de Stephen Miran para cubrir de forma temporal un asiento en la Reserva Federal añadió matices al debate sobre la independencia del banco central. En su comparecencia del jueves, Miran insistió en que sus decisiones de política monetaria se basarán en los datos macroeconómicos y no en directrices de la Casa Blanca, subrayando la importancia de preservar la autonomía de la Fed. Además, aclaró que podría tomar una excedencia no remunerada de su puesto en el Consejo de Asesores Económicos, lo que le permitiría regresar en 2026 sin pasar por una nueva confirmación del Senado. Aunque se trata de un mandato breve y sin gran impacto operativo, el episodio recuerda que la política monetaria está cada vez más expuesta al escrutinio político en un entorno de máxima sensibilidad.

Petróleo

Por su parte, la OPEP+ volvió a demostrar que la geopolítica energética se puede dirimir en una reunión exprés: en once minutos decidieron añadir 137.000 barriles diarios en octubre, primera entrega de los 1,65 millones que, en teoría, debían seguir fuera de mercado hasta 2026. Con un Brent ya un 12% abajo en lo que va de año, Arabia Saudí y aliados apuestan por el volumen sobre el precio.

Ucrania

Mientras tanto, en Europa, un nuevo ataque ruso sobre Kiev volvió a poner a prueba la resiliencia ucraniana. Zelenski y Macron volvieron a lanzar un mensaje sobre la necesidad de mejorar la cooperación defensiva, aunque el mercado sigue clasificando estas noticias en la carpeta de “ruido recurrente”. No olvidemos, sin embargo, que la geopolítica suele colarse por la ventana cuando los inversores creen haberla cerrado con llave.

La agenda de esta semana viene cargada. En Estados Unidos, los focos estarán puestos en el dato de inflación (IPC del jueves), junto con el PPI, las revisiones de empleo y la confianza del consumidor, todo ello con la Fed en periodo de blackout y un mercado prácticamente convencido de que Powell sacará las tijeras en la reunión de la próxima semana. En Europa, el BCE no cambiará los tipos, pero la atención se centrará en Francia, donde la crisis política amenaza con transformarse en un riesgo sistémico. En este contexto, las palabras de Lagarde serán analizadas al detalle para comprobar si el banco está dispuesto a ejercer de cortafuegos. Desde Asia llegarán las cifras de comercio e inflación en China, con la sombra persistente de la deflación, además del PIB revisado de Japón y decisiones de tipos en Turquía e India. Por último, en Latinoamérica, el foco se pondrá en la inflación de México, Brasil y Chile, y en las decisiones de política monetaria de unos bancos centrales que siguen atrapados en el delicado equilibrio entre recortar para estimular el crecimiento y mantener la credibilidad.

En resumen, empezamos la semana con los inversores bailando sobre una cuerda floja: esperanza de recortes de tipos en un lado y miedo a que la economía se quede sin pulso en el otro, impulsando al oro hasta máximos históricos cerca de los 3.600 dólares la onza y superando por primera vez los 3.000 euros.

Buena semana.

Jorge González Gómez
Director de Análisis
Recapiti
Armando