La reciente liberación de Gena Heraty, de seis colaboradores haitianos de NPH, y un niño de 3 años con discapacidad, tras casi un mes de secuestro en Kenscoff, ha traído un profundo alivio a toda nuestra comunidad. Aunque celebramos su regreso seguro, esta experiencia pone de manifiesto la gravedad de la crisis humanitaria que atraviesa Haití y los enormes retos que enfrentamos para proteger y cuidar a los niños, jóvenes y adultos vulnerables que dependen de NPH.
Durante casi cuatro semanas, Gena vivió en condiciones extremas: caminatas nocturnas bajo la lluvia, dormir en el suelo sin apenas mantas, pasar hambre y soportar la violencia de sus captores. En una entrevista concedida a Midwest Radio, relató con serenidad:
“Fue la primera vez en mi vida que entendí lo que significa sentir hambre de verdad. Nos daban apenas un vasito de arroz para todos y siempre intentábamos guardar algo para el niño que estaba con nosotras. Nuestro mayor miedo era no tener suficiente comida o agua para él”.
Pese a la dureza de la experiencia, Gena nunca perdió la fe ni el compromiso con su misión: “Los secuestradores nos robaron un mes de vida, pero no les daré ni un segundo más. Esta es mi familia y mi compromiso. Cuando enfrentas el mal, la única respuesta es redoblar el bien”.
Su fuerza no solo radica en la resistencia, sino también en el amor hacia los niños de NPH. Apenas unos días después de su liberación, pudo celebrar su 56º cumpleaños rodeada de ellos, compartiendo helado como símbolo de esperanza tras el horror vivido.
“Si tengo alguna fortaleza, es porque Dios me la da y porque estoy rodeada de personas maravillosas. No soy especial; hice lo que cualquiera habría hecho en mi lugar. Pero lo que pasa en Haití es inaceptable y necesitamos que el mundo no nos olvide”.
Su relato es un recordatorio del coraje y el compromiso de todo el equipo de NPH en Haití, que continúa trabajando incansablemente para asegurar el bienestar de cientos de niños y jóvenes, a pesar de la violencia, la inseguridad y la pérdida de hogares.
Una situación que obliga a adaptarse
Tras el secuestro y la creciente inseguridad en la zona, las autoridades ordenaron evacuar nuestro hogar principal en St. Hélène, Kenscoff. La operación se llevó a cabo de manera pacífica, sin que ningún niño ni miembro del personal sufriera daños, pero supuso un desafío logístico y humano enorme.
En consulta con las fuerzas de seguridad y bajo recomendación directa, nos trasladamos a Tabarre, en la capital, donde hemos tenido que reorganizar y adaptar todos nuestros programas para dar continuidad a la atención. Hoy, más de 250 niños del programa residencial han sido reubicados:
- 58 niños y jóvenes con necesidades especiales viven en Kay St. Germaine, nuestro centro de terapia transformado ahora en residencia.
- Enfrente, el antiguo centro de formación St. Sebastian se ha convertido en su escuela, donde recibirán educación adaptada y donde podremos seguir atendiendo a los niños con necesidades especiales de la comunidad.
- Los más de 200 niños del programa residencial se encuentran ahora en la escuela Father Wasson’s Angels of Light (FAWL), un centro originalmente público para niños vulnerables y desplazados, que hoy también funciona como hogar para nuestros pequeños.
A pesar de las dificultades, el espíritu de NPH permanece fuerte. El 8 de septiembre, coincidiendo con el Día Internacional de la Fisioterapia, Ste. Germaine reabrió sus servicios de rehabilitación tras más de un mes de cierre. Para muchos pacientes fue un alivio regresar, aunque algunos habían sufrido retrocesos. Uno de ellos, de 23 años, relató haber sufrido un derrame cerebral durante la interrupción y expresó su gratitud por volver a recibir atención.
Estos testimonios muestran la importancia de la continuidad de los programas, especialmente en tiempos de crisis, cuando los más vulnerables son los que más sufren.
Retos inmediatos
La crisis ha generado necesidades urgentes para garantizar condiciones dignas y seguras a los niños:
Medicinas y atención médica.
Transporte para traslados seguros.
Colchones, ventiladores y ropa de cama.
Materiales para adaptar los nuevos espacios de acogida y educación.
En contextos de crisis humanitaria como el de Haití, puede parecer que la ayuda “no alcanza” o que los problemas son demasiado grandes. Sin embargo, cada gesto de solidaridad sí transforma vidas concretas: un colchón permite que un niño duerma seguro, una medicina salva una vida, un aula adaptada garantiza la educación de quienes más lo necesitan.
Como recuerda Gena: “Cuando enfrentas la oscuridad, la única respuesta es multiplicar la luz. No podemos rendirnos porque los niños de Haití merecen un futuro digno”.
Por qué tu apoyo es más importante que nunca
El testimonio de Gena Heraty y la fortaleza de nuestros colaboradores en Haití muestran que, incluso en medio del miedo y la pérdida, la misión de NPH se mantiene firme: proteger, educar y acompañar a los más vulnerables. Pero no podemos hacerlo solos.
Hoy, más que nunca, NPH necesita el apoyo de su comunidad internacional. Gracias a tu ayuda podemos mantener vivos los programas, dar seguridad a los niños y seguir siendo un refugio de esperanza en medio de la violencia y la incertidumbre.