En Haití, donde la violencia y la inseguridad se han convertido en parte del día a día, la historia de Pierre Peterson es un testimonio de esperanza, compromiso y gratitud. Creció en NPH Haití desde muy pequeño, y hoy, a sus 28 años, es coordinador de proyectos del Programa de Necesidades Especiales de NPH, en el centro Kay St. Germaine, que brinda atención y acompañamiento a niños, jóvenes y adultos con discapacidad.
El testimonio de este joven haitiano que creció con NPH, hoy padre de una niña y que hoy dedica su vida al cuidado de personas con discapacidad en medio de la crisis humanitaria que sacude Haití.
Pierre nació en Cité Soleil, una de las zonas más vulnerables del país. Fue acogido por NPH cuando tenía apenas un año de vida, y allí encontró una familia, educación y seguridad. “Gracias a NPH soy quien soy hoy. Aprendí el valor del amor, del compartir y de la responsabilidad. Sin NPH, probablemente no habría tenido las mismas oportunidades que cambiaron mi destino”, recuerda con emoción.
Una misión que resiste en tiempos de crisis
La vida cotidiana en Kay St. Germaine no es fácil. La inseguridad ha obligado a miles de familias a desplazarse y los precios de los alquileres se han disparado. Las pandillas controlan amplias zonas de Puerto Príncipe, y los tiroteos son parte del paisaje sonoro diario. “Es raro que un día pase sin oír disparos. Vivimos con miedo, pero seguimos adelante porque los niños dependen de nosotros”, explica Pierre.
A pesar del contexto, el equipo del programa mantiene su compromiso con los más vulnerables. Cada mañana, desde muy temprano, los cuidadores ayudan a los residentes con su higiene, alimentación y terapias. “Cada gesto cuenta: ayudar a vestirse, alimentarse, sonreír… Son pequeñas victorias que nos recuerdan por qué estamos aquí”, dice Pierre.
«Intentamos mantener los mismos horarios y menús para que los niños tengan una rutina que les ayude en su evolución. Además, las cocineras siguen un menú establecido diariamente para la preparación de las comidas.«
El pasado 8 de septiembre, Día Internacional de la Fisioterapia, marcó un momento importante: la reapertura del centro St. Germaine tras más de un mes de interrupción a causa de la violencia. “Fue un día de esperanza. Nuestros pacientes y sus familias expresaron su alegría y sus oraciones por el regreso seguro de los rehenes. Una joven de 23 años nos contó que había sufrido un derrame cerebral por el estrés de la inseguridad y que durante el cierre del centro no pudo continuar su tratamiento. Volver a St. Germaine significó para ella recuperar un poco de vida”, relata Pierre.
Los terapeutas confirmaron el impacto de esa interrupción: muchos pacientes vieron retrocesos en su evolución, y otros no encontraron alternativas de atención. Hoy, el equipo trabaja con dedicación para garantizar la continuidad de los cuidados, la educación especializada y la integración social de los niños y jóvenes con discapacidad, incluso en un entorno tan hostil.
Una vida transformada por el amor y la responsabilidad
La historia de Pierre es la de un niño que, gracias al cariño y las oportunidades brindadas por NPH, transformó una infancia marcada por la pobreza en una vida dedicada al servicio de los demás.
Hoy, además de su trabajo en el Programa de Necesidades Especiales, Pierre es padre adoptivo de una niña a la que decidió acoger tras perder a sus padres durante los conflictos armados.
“Era mi deber ofrecerle la misma oportunidad que yo recibí: una infancia protegida, una educación digna y amor incondicional”, explica. Su gesto resume el espíritu de NPH: transformar el dolor en esperanza y romper el ciclo de vulnerabilidad con amor y compromiso.
Entre la esperanza y el miedo
Pierre no oculta su preocupación por el futuro. La reciente ola de secuestros, entre ellos el de 8 trabajadores de NPH, ha golpeado duramente al equipo. «Me siento profundamente preocupado por la situación actual y estoy constantemente inquieto» – confiesa Pierre.
Haití atraviesa una de las peores crisis humanitarias de su historia reciente. Según Naciones Unidas, más de la mitad de la población necesita ayuda urgente, la inseguridad alimentaria se agrava y miles de personas han tenido que abandonar sus hogares. La evacuación reciente de los niños de NPH Haití fue una medida dolorosa pero necesaria para proteger sus vidas. “Siento cansancio, pero también esperanza. Haití merece un futuro mejor, y sé que solo lo lograremos si seguimos unidos”, afirma Pierre.
Un mensaje de gratitud y esperanza
Pierre, como muchos otros miembros de la familia NPH, sigue creyendo en el poder del amor y la solidaridad. “La mejor forma de ayudarnos es no olvidarnos. Apoyar a nuestros programas, sensibilizar, compartir nuestra historia. Un simple gesto puede iluminar la llama de esperanza que aún arde en el corazón de nuestros niños”, dice con una sonrisa cansada pero firme.
Su deseo, pese a todo, sigue siendo el mismo: “que Haití encuentre la paz, que sus hijos puedan vivir en armonía y que podamos seguir ofreciendo amor y dignidad a los más vulnerables.”
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