Cómo la farmacia puede convertir a sus rivales en aliados

Compatibilità
Salva(0)
Condividi

Durante años, la relación entre farmacias, laboratorios y grandes marketplaces ha estado marcada por la competencia. Cada actor ha defendido su terreno con recelo, viendo al otro como un rival más que como un posible aliado. La farmacia comunitaria, cercana y confiable, quedaba limitada a su radio de influencia. Los laboratorios dependían de intermediarios que controlaban el acceso al mercado. Y los grandes retailers se apoyaban en volumen y precios bajos para ganar. Esa dinámica de desconfianza derivó en tensiones permanentes: farmacias luchando entre sí en guerras de precios, laboratorios incapaces de atender directamente la demanda, y grandes marketplaces inseguros frente a nuevos jugadores más ágiles.

Este modelo, sin embargo, no es natural ni inevitable. Es más bien el reflejo de una historia anclada en el comercio presencial y en la lógica de “cada uno por su cuenta”. Hoy, la digitalización abre un nuevo escenario: no como un simple canal de venta, sino como un medio para transformar la manera en que el sector se conecta, coopera y genera valor. La pregunta ya no es si digitalizarse, sino cómo hacerlo de manera que refuerce la esencia de la farmacia y potencie al conjunto.

La esencia de la farmacia no está en competir por precio ni en replicar catálogos infinitos. Su verdadero valor está en la proximidad y en su labor asistencial: en la capacidad de estar cerca, de atender rápido, de construir confianza con cada persona que cruza la puerta o busca orientación de un profesional. Esa cercanía es un activo que ni laboratorios, ni retailers, ni plataformas masivas pueden replicar. Y es precisamente desde esa identidad única, como comercio de proximidad,  desde la que la farmacia debe repensar su futuro.

El error de muchos proyectos digitales en el sector fue intentar copiar modelos de comercio masivo: trasladar la farmacia al mundo online con la promesa de “vender más”, sin detenerse a considerar qué la hace diferente. Esto llevó a experiencias impersonales, catálogos sin identidad y esfuerzos que terminaron compitiendo en el mismo terreno de los grandes marketplaces. Pero la digitalización no se trata de vender como los demás, sino de utilizar la tecnología para fortalecer lo propio: cercanía, confianza y servicio. Una perspectiva que ha permitido desarrollar un nuevo paradigma, que consiste en que la guerra no es entre las farmacias, que forman parte de un mismo modelo, si no que precisamente es el modelo de las farmacias digitalizadas el que compite con otros modelos puramente mercantilistas. 

Aquí surge una idea fundamental: la unión hace la fuerza. Una farmacia aislada puede parecer pequeña frente a grandes distribuidores o plataformas digitales, pero miles de farmacias conectadas entre sí pueden convertirse en una red sólida, capaz de negociar mejores condiciones, compartir recursos, optimizar y mejorar la logística, al mismo tiempo que  aumentan su visibilidad. Colaborar no significa perder independencia, sino amplificar la capacidad de cada una sin renunciar a su identidad.

Este enfoque abre la puerta a nuevas formas de colaboración. Las farmacias, al integrarse en apps de entrega rápida como Glovo, Uber o Just Eat, pueden explotar su principal fortaleza, la cercanía, para competir en un terreno donde tienen ventaja, evitando además comisiones abusivas gracias a su poder de negociación colectivo. Los laboratorios, como P&G, Danone, Nordic Phama o Enna, encuentran en la red de farmacias un canal directo y confiable para llegar al cliente final, garantizando calidad y proximidad, a la vez que respetan el canal farmacia. Incluso actores tradicionalmente vistos como competidores, como Carrefour, han entendido este valor: hoy las farmacias colaboran con su plataforma online (en exclusiva), sumando alcance sin perder identidad. La cooperación no implica subordinación, sino construir un ecosistema donde cada parte aporta para generar beneficios compartidos. 

En este punto, se puede decir que la transformación que se necesita es, por tanto, triple. Tecnológica, porque requiere plataformas que permitan conexión real y gestión y procesos ágiles. Cultural, porque exige dejar atrás la mentalidad de desconfianza y rivalidad para adoptar una lógica de red y colaboración. Y estratégica, porque obliga a responder con claridad a la pregunta central: ¿qué tipo de valor se quiere aportar como sector y cómo sostenerlo en el tiempo?

El dilema es claro. Seguir compitiendo de manera aislada, replicando modelos que desgastan y diluyen la esencia de la farmacia, o dar un paso hacia la cooperación apoyada en la tecnología y en la confianza mutua. La primera opción conduce a la fragmentación y a la pérdida de relevancia frente a actores más grandes y mejor organizados como ha estado pasando desde hace décadas. La segunda abre la posibilidad de un sector más fuerte, sostenible e innovador, donde cada farmacia conserva su independencia, pero suma a una fuerza colectiva mucho mayor.

La farmacia del futuro no se definirá solo por sus productos, sino por su capacidad de integrarse en redes, de aprovechar la tecnología sin perder cercanía, y de colaborar con laboratorios, proveedores y hasta con grandes retailers en un marco de respeto e independencia. El ciudadano será el mayor beneficiado: con un servicio que combina lo mejor del mundo físico con las oportunidades del entorno digital.

En definitiva, el desafío no es meramente tecnológico: es cultural y estratégico. No se trata de preguntar “¿qué pierdo si coopero?”, sino “¿qué dejamos de ganar todos si seguimos aislados?”. El sector tiene en sus manos la posibilidad de reescribir su historia: de pasar de la competencia fragmentada a la colaboración inteligente, de la venta basada en precio al servicio basado en valor, y de la desconfianza crónica a la construcción de un ecosistema resiliente.

En este punto, solo quedan dos preguntas ineludibles: ¿es posible imaginar un escenario en el que la tecnología sea un puente y la colaboración una estrategia que haga más fuerte a la farmacia? Y la segunda: ¿es esto realmente posible?

La primera pregunta se refiere a la capacidad del farmacéutico de entender que la historia que hasta ahora ha marcado su camino no es inamovible. La segunda, en cambio, es más sencilla de responder: sí, existe un ejemplo que demuestra que el cambio es posible.

Hace años, las farmacias españolas comenzaron a unirse en torno a una red que hoy no solo opera en España, sino también en otros mercados europeos: LUDA Partners. Este modelo ha demostrado que la colaboración digital entre farmacias no solo es viable, sino altamente beneficiosa. Permite a las farmacias entrar en el mundo online sin inversiones, manteniendo su esencia de cercanía. A los laboratorios les ofrece un canal directo para llegar al cliente final a través del profesional sanitario de referencia: la propia farmacia. Y a distribuidores y retailers les permite optimizar sus procesos a través de colaborar con las boticas. 

El resultado es evidente: la farmacia recupera su lugar, siendo parte del ecosistema digital. No compite ni en precio ni en catálogo, sino que potencia su ventaja más valiosa: la proximidad. Y lo hace multiplicando su fuerza, no como una sola farmacia aislada, sino como parte de una red cohesionada de miles.

Así, lo que parecía algo imposible, convertir la competencia en colaboradores y aliados, es hoy una realidad que transforma el presente del sector y abre el camino hacia un futuro en el que la farmacia es más fuerte.

Recapiti
David Gómez