El Ayuntamiento de Terrassa sorprendió a todos hace unos días con la instrucción que prohibía que se adoptaran gatos negros alrededor del 1 de noviembre, para “evitar posibles maltratos o usos rituales de estos animales coincidiendo con el periodo de Halloween”.
Como la noticia es la excepción (así nos lo enseñan en primero de periodismo), todos los medios se hicieron eco de ello, con conexiones en directo entrevistando al concejal en cuestión, responsables de entidades animalistas y de las protectoras de animales en adopción.
Ahora bien, la realidad es que, en Catalunya, de rituales de este tipo con animales nadie tiene ninguna constancia. Como explica Carlos Baraibar, jefe del equipo de 3catinfo Verifica, “ni hay ninguna denuncia a Mossos, ni tienen constancia; ni las protectoras tienen más demanda de gatos en adopción en otoño, ni hay conocimiento por parte de nadie de ningún ritual de este tipo”.
Por lo tanto, la decisión se ha fundamentado en una desinformación pura que ha tenido un impacto negativo para nuestra imagen. Y es que resulta que la noticia ha aparecido en medios de medio mundo, donde se nos ha presentado como un país en el que hacemos vete tú a saber qué rituales con los gatos.
Este es uno de los casos “lights” que se han explicado como ejemplo de desinformación en la III Jornada de Comunicación Municipal, organizada por la Diputación de Barcelona, el Col·legi de Periodistes de Catalunya y el del Màrqueting i la Comunicació, con la colaboración de la Xarxa Audiovisual Local.
Vista la pesadilla que representa para los directores de comunicación de pueblos y ciudades tener que pasar el día contrastando y desmintiendo mensajes, la Diputación de Barcelona ha presentado la primera Guía para ayudar a los municipios a combatir la desinformación.
Es una guía práctica que ha trabajado un equipo formado por directores de comunicación de pueblos de distinto tamaño y dinámica del área de Barcelona.
La guía alerta que “la desinformación puede formar parte de una estrategia organizada con propósitos planificados y que circula a gran velocidad gracias a las redes, los whatsapp y las potenciales de la IA”. Contra esta agilidad, las administraciones continúan respondiendo con debilidades como “la desconfianza con la labor de los departamentos de comunicación y medios locales y la falta de celeridad y claridad en las respuestas”, entre otras.
¿Cuáles son los antídotos? No hay una solución mágica y fácil. Ahora bien, sí que hay una manera de hacer que ayuda a generar credibilidad y confianza y que puede servir para superar la situación en el supuesto que nos encontremos en ella de lleno.
La guía define cuatro fases para luchar contra la desinformación, y cada una de ellas recoge ideas para hacerle frente. Vale la pena repasarlas todas en el documento, pero pongo algún ejemplo:
- En la fase de prevención. Para anticiparnos a la desinformación, puede resultar útil disponer de un código ético de la comunicación institucional e incluso crear un sello de calidad para los medios profesionales que hacen bien el trabajo, entre otras medidas.
- En la detección, plantea crear un sistema local de alertas colaborativas, fomentar la verificación participativa, hacer escucha activa y atenta a las redes y a grupos locales y mantener reuniones periódicas y frecuentes del equipo de comunicación con el alcalde o la alcaldesa.
- Para dar respuesta a la desinformación, plantea establecer un protocolo de crisis comunicativa que incluya identificación y formación de portavoces, preparación de materiales y definición de canales para desmentidos ágiles. También destaca la necesidad de tener una colaboración activa y estable con los medios locales, públicos y privados.
- Y después será necesario hacer un seguimiento, evaluando el impacto que ha tenido y si ha quedado o no neutralizada.
En este escenario, es evidente que los responsables de comunicación tenemos mucho que decir y hacer. Así que resulta más necesario que nunca confiar en nuestro criterio y en nuestros conocimientos y aplicarlos. Y que nos dejen hacer y que nos escuchen.
Intuyo que, si hubieran hecho caso al equipo de comunicación del Ayuntamiento de Terrassa, no habría habido ninguna prohibición para adoptar gatos negros en la ciudad y nadie hubiera hablado de rituales satánicos con animales en Catalunya. Tú también lo piensas, ¿no?