Desinformación: un riesgo del todo real - Institut Cerdà

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Jordi Martínez, director de Comunicación del Institut Cerdà

Aurora Masip, periodista experta en la gestión de crisis

El World Econòmic Fòrum, en su último informe de 2025, sitúa a la desinformación como el principal riesgo para las empresas en los próximos dos años. Incluso calcula que la desinformación genera cada año unas pérdidas para las corporaciones de 152 mil millones de dólares a nivel global.

Así que conviene prestar mucha atención a este concepto. Porqué, ¿qué es la desinformación?

A menudo confundimos desinformación con una noticia falsa, cuando en realidad el concepto es bastante más complejo. El Gobierno español define el término como “la acción o estrategia que consiste en la difusión intencionada de información falsa o engañosa, descontextualizada o parcial, con la finalidad de confundir, persuadir o manipular a las personas”.

Continuamente vemos ejemplos en cualquier ámbito de la sociedad, ya sea con el propósito de derrotar al adversario político comunicando un montón de falsedades, para hundir un producto alegando que no reúne las condiciones de calidad o de salud, o para competir con un determinado servicio, asegurando que el hecho de que sea público le resta eficiencia. Pero también con ataques contra personas individuales porque a alguien no le gusta su forma de actuar (el caso más significativo es el de Brigitte Macron, que vive una campaña de asedio mediático poniendo en duda su feminidad).

Al final, y a fuerza de insistir a través de todos los medios y canales, nos acabamos creyendo lo que quieren.

La desinformación, como tal, ha existido siempre. Cuántas veces hemos escuchado que la llega a la luna fue un montaje, por poner un ejemplo. O aún más allá, seguramente han oído que, en los Países Bajos, para asustar a los niños que no se portan bien, los amenazan diciendo que vendrá “el Duque de Alba” y se los comerá, atribuyendo este mito a un grabado del siglo XVI en el que se ve a este personaje zampándose a unos críos. La imagen refleja la violencia que, según dicen, aplicó el Duque de Alba en sus incursiones durante la Guerra de Flandes.

La diferencia entre la desinformación histórica y la actual es que ahora tiene las herramientas para expandirse de manera muy rápida y universal, gracias a las redes sociales y al hecho de que hoy son las personas las que comunicamos, generamos credibilidad y tenemos a nuestro alcance todos los canales para hacerlo circular por todos los sitios.

La consecuencia inmediata de ello es que hemos perdido las referencias que nos permitían distinguir entre lo que era verdad y lo que no. Y en este sentido, los medios de comunicación tienen un papel destacado para poder recuperar parte de su liderazgo como verificadores de la información.

El principal medio de comunicación es hoy la mensajería instantánea que, al darse entre personas, hace que todo parezca veraz cuando la mentira circula libre e intensamente cada minuto.

Recibimos centenares de inputs que nos envían otras personas y a las cuales damos credibilidad por el hecho de ser personas como nosotros, con intereses similares, con comportamientos similares, con creencias y opiniones similares. Eso resulta suficiente para dar por válidas las informaciones que difunden.

Precisamente, y a raíz de la importancia de este tema para las empresas, a través del Servicio de Gestión de Crisis del Institut Cerdà organizamos recientemente un ágora con los responsables de comunicación de las corporaciones que forman parte del servicio y pudimos tratar con profundidad las realidades y los riesgos asociados a esta problemática.

Esta realidad sitúa a las empresas, organizaciones e instituciones en un nivel de debilidad nunca visto hasta ahora. Hoy, la credibilidad pública no radica en las corporaciones sino en las personas. Entonces, ¿qué se puede hacer para combatir este nuevo escenario que se agrava en un momento en el que ya vivimos inmersos en una permacrisis? Las empresas parece que salen de un embrollo y ya tienen al siguiente llamando a la puerta, y no hay capacidad de respuesta posible para tanta crisis acumulada.

Como sucede en todos los procesos complejos, la solución no es fácil. De un lado, debemos aprender a detectar y evaluar los riesgos asociados a la desinformación. Por el otro, debemos culturizar todos los escalones de la estructura empresarial y capacitarlos para responder de forma unitaria a cualquier situación de desinformación. La transversalidad nunca es fácil cuando debes poner en marcha a toda la organización a la vez. Quizás, para simplificarlo y para que se entienda, deberíamos hacer un esfuerzo similar al que ya hemos hecho en materia de seguridad laboral o en materia de sostenibilidad.

En este marco deberán de contemplarse dos ejes de actuación: la creación de protocolos específicos vinculados a los riesgos asociados a la desinformación y la creación de los llamados círculos de confianza, capacitando a las personas de nuestra organización y de nuestro entorno para dar veracidad a la información de la empresa ante posibles desinformaciones.

El tsunami de la desinformación ya está presente en nuestra sociedad y, tarde o temprano, puede pasarnos por encima. Así que no hay salida: la única opción es prepararnos. Y hacerlo ya. Hoy. O ayer, de hecho.

Recapiti
AdminCerda