“Estábamos en el salón, pegando unas letras con mis compañeras, y de repente cayó la bomba… Por unos minutos no nos alcanzó. Al otro día llegué a mi casa, abracé a mi mamá y lloré mucho. Pensaba que pudo haber sido el final. Pero no, volví. Mis niños me necesitan.”
Así habla Vanesa, docente de primera infancia en la Institución Educativa Técnica Miguel Zapata, en El Plateado, municipio de Argelia, Cauca.
En medio de las montañas del suroccidente colombiano, donde la guerra parece nunca irse del todo, Vanesa ha elegido volver, porque, aunque salió de El Plateado durante un tiempo, sabía que su historia en este lugar no había terminado.
La maestra que decidió regresar
Llegar a El Plateado no es fácil. Desde Popayán el trayecto puede tardar ocho o nueve horas por una carretera montañosa. Durante los últimos años, esta región ha vivido una de las crisis humanitarias más persistentes del Cauca. En varios corregimientos, los enfrentamientos entre grupos armados han provocado desplazamientos, confinamientos y la suspensión temporal de clases para cientos de niños y niñas. Vanesa conoció la zona en 2016, cuando empezó a trabajar en distintas veredas de Argelia. En 2019 llegó a El Plateado y desde entonces sintió que debía estar en ahí.
“Al principio uno tiene miedo, por las bombas, por lo que se escucha, pero también siente cariño, porque aquí la gente es buena, amable, muy colaboradora con nosotras. Los niños son un amor. Uno termina quedándose porque crea otra familia.”
Durante varios años trabajó allí, en medio del conflicto, hasta que encontró otra vacante, en una región distinta donde iba a tener estabilidad y tranquilidad.
“Me fui pensando que era lo mejor, pero sentía que me faltaba algo. Siempre decía: algún día tengo que volver al Plateado.”
Cuando se abrió nuevamente una oportunidad, no lo dudó, regresó. “Yo sentía que aquí era donde debía estar¨.
Enseñar entre el eco de las bombas
Aunque hoy se respira algo más de calma, las huellas del miedo siguen presentes.
“A veces los padres todavía tienen temor de mandar a los niños al colegio: explica Vanesa. Pero poco a poco la comunidad ha vuelto a confiar. Ahora se sienten más tranquilos, más unidos”.
Vanesa enseña a los más pequeños, niños de tres, cuatro y cinco años. En la vida inicial, los impactos del conflicto, el temor, la inestabilidad, la incertidumbre pueden dejar huellas profundas, tanto en lo emotivo como en lo cognitivo. Sin embargo, estar en el aula, para ella, también es una forma de mitigar: ofrecer contención, cariño, un espacio seguro, sobre todo cuando el hogar o el entorno puede estar cargado de miedo.
Recuerda algunos momentos muy duros, cuando las bombas sonaban durante las clases.
“El año pasado la violencia estuvo terrible. Dábamos clase mientras sonaban bombas en todos lados. Yo les decía a mis estudiantes: amores, si suenan bombas, nos tiramos debajo de la mesa. Ellos lo toman como un juego. Se meten debajo de la mesa y el que primero se mete, gana. Y eso duele. Duele ver cómo algo tan grave se vuelve normal para ellos.”
Después de lo ocurrido con la bomba cerca del colegio, Vanesa pensó en no volver.
“Me decían en mi casa: renuncie, que de hambre no nos vamos a morir. Si pudimos sobrevivir antes, ahora también. Pero yo decía: no, yo soy fuerte, yo tengo que volver. Mis niños me necesitan. Y uno toma valentía y fuerza y sale otra vez.”
La escuela, un refugio y entorno seguro
En medio del conflicto que azota al territorio, la escuela se convierte en un entorno de protección. Por eso, Alianza -ActionAid ha acompañado a las comunidades educativas de Argelia, fortaleciendo la seguridad escolar, la alimentación y la convivencia.
En las escuelas de la zona, se han instalado vallas para identificar las instituciones como espacios seguros, sin armas, recordando que el aula debe ser un lugar libre de violencia. También se han entregado kits alimentarios y materiales pedagógicos, vitales para que las niñas y los niños puedan continuar aprendiendo en condiciones dignas.
“Cualquier ayuda que a ellos se les brinde es genial”, dice Vanesa. “Yo les digo siempre a ellos, aprovechen toda la oportunidad que les llega, porque acá hay mucha gente vulnerable, muchos niños que necesitan apoyo, una comida… hay muchas situaciones. Yo también les agradezco mucho por pensar en nuestros estudiantes”.
Soñar en medio de la incertidumbre
Pese al miedo, Vanesa no ha dejado de soñar.
“Yo tengo muchas esperanzas en esos niños”, dice. “Yo visualizo a muchos de mis estudiantes como unos excelentes profesionales (…) apoyo mucho a los padres, les digo que sus hijos tienen un excelente futuro”.
Ella también tiene sus propios sueños: terminar su doctorado, ganar una plaza fija como docente y seguir apoyando a su familia.
Donde el miedo no apaga la vocación
Conversamos con Vanesa en un día tranquilo, de esos que parecen anunciar que por fin habrá paz. Pero esa misma tarde, los enfrentamientos regresaron a El Plateado. Otra vez las bombas, el miedo.
Aun así, Vanesa no pierde la fe. Cada mañana abre la puerta del aula, limpia el polvo del pizarrón y recibe a sus niños con una sonrisa. Para ella enseñar en El Plateado se convierte en una forma de lucha y resistencia.
(El nombre de la docente ha sido cambiado para proteger su seguridad y privacidad).