Cómo Plan International apoya a las familias desplazadas por la crisis en Haití: la historia de Ma ...

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“Salí de Puerto Príncipe a comienzos de septiembre de 2024. Todo el mundo huía y nos fuimos a Jacmel con nada más que la ropa que llevábamos puesta y el dinero que teníamos encima. No pudimos llevarnos nada más”, cuenta Marceline, de 28 años. Hasta entonces había construido una vida tranquila en la capital junto a su marido, Yves, y su hijo pequeño, Samuel. 

La decisión de marcharse no fue fácil, pero la violencia creciente de las bandas dejó a la familia sin alternativa. “Cuando a mi primo le alcanzó una bala perdida, mi marido dijo que debíamos volver a Jacmel. Además, una tía fue baleada en su lugar de trabajo, y eso me hizo querer volver todavía más”. 

Originaria de Jacmel, en el sureste de Haití, Marceline se había mudado a Puerto Príncipe en 2017 tras la muerte de su padre. Regresar le parecía un paso atrás, pero la seguridad era lo primero. Hoy, Haití enfrenta una crisis que ha desplazado a más de 1,3 millones de personas, incluidos 700.000 niños y niñas, dejando a familias como la suya expuestas a riesgos extremos y sin acceso a servicios básicos. 

Un refugio, pero sin estabilidad 

En Jacmel, la familia se instaló en casa de la tía de Marceline. Pero el hacinamiento pronto generó tensión. “Estamos en una situación precaria porque uno de sus hijos nos causa problemas por la falta de espacio. Ya me ha dicho que busque otro lugar donde vivir”, explica. 

La amenaza de quedarse en la calle es constante y los conflictos familiares se intensifican por la falta de espacio, lo que refleja la difícil situación de muchas familias desplazadas en Haití. 

Un golpe económico difícil de superar 

La mudanza también ha sido devastadora económicamente. En Puerto Príncipe, pese al peligro, la familia conseguía salir adelante. En Jacmel, los costes son más altos y las oportunidades muy limitadas. 

“Mudarnos a Jacmel nos ha hecho retroceder económicamente. Antes, cuando necesitaba algo, lograba conseguirlo. Aquí no puedo permitirme nada”, relata Marceline. 

Los alimentos básicos como arroz, plátanos y especias son más caros, y el acceso al agua es irregular. Marceline sueña con montar su propio negocio para ganar independencia: “Mi mayor sueño es tener un ingreso sin depender de nadie, trabajar duro y ser autosuficiente. Me gustaría establecerme en algún lugar para no preocuparme más por encontrar dónde vivir”. 

La emergencia de Samuel 

En medio de tantas dificultades, llegó una crisis médica. Samuel, de cuatro años, desarrolló graves problemas en las amígdalas. “Un domingo le miré dentro de la boca y me eché a llorar. Estaba completamente hinchado por dentro y tenía un trozo de carne colgando desde la nariz”, recuerda Marceline. 

Los médicos diagnosticaron la necesidad de una cirugía de emergencia para evitar una ruptura, con un coste de 175.000 gourdes (aproximadamente 1.150 euros), una suma imposible para la familia. 

“Cuando el médico me dijo que necesitaba la operación, lloré. Y cuando me dijo cuánto costaría, lloré otra vez. No sabía de dónde sacaría el dinero”, explica. 

Plan International al rescate 

En su desesperación, Marceline recurrió a Plan International, organización que recordaba de su infancia. A través de su proyecto de protección infantil en Jacmel, financiado por UNICEF, los niños y niñas más vulnerables reciben apoyo. Samuel es uno de los más de 510 niños y niñas a los que la organización ha dado asistencia, incluidos los derivados a servicios médicos. 

“Me puse muy feliz cuando Plan International aceptó cubrir el coste de la operación. Ha sido lo mejor que me ha pasado este año”, celebra Marceline. 

La cirugía fue un éxito. Samuel lo cuenta con orgullo: “Me operaron de la garganta. No tuve miedo. Fui fuerte”. 

Espacios seguros para jugar y aprender 

Además, Plan International ha creado seis espacios seguros para la infancia, donde casi 4.500 niños y niñas reciben apoyo psicosocial, superando ampliamente los objetivos iniciales. Samuel asiste a uno de estos espacios, donde puede jugar, aprender y sobrellevar el trauma del desplazamiento. 

“Siempre llevo a Samuel al espacio seguro. Es importante porque allí ves a muchos niños y niñas desplazados como él. Cuando llegan, se sienten cómodos”, explica Marceline. 

Estos espacios, junto con comités comunitarios y formación de facilitadores, fortalecen la protección frente a la violencia de género y contribuyen a la resiliencia comunitaria. 

Desafíos diarios 

A pesar de la ayuda, los retos continúan. Pagar la escuela de Samuel sigue siendo difícil. “No es fácil gestionar su escolarización, pero hacemos lo que podemos”, admite Marceline. 

Su alimentación también se ha visto afectada: las comidas especiales que Marceline preparaba en Puerto Príncipe ya no pueden mantenerse. No obstante, mantiene la esperanza: “Cuando estoy triste, miro a mi alrededor y veo a alguien con un problema peor que el mío. Eso me anima”. 

Su historia refleja tanto el colapso del sistema sanitario haitiano —4,2 millones de personas necesitan atención urgente— como el impacto de la ayuda humanitaria. Tras la operación de su hijo, Marceline puede dormir algo más tranquila: “Solo puedo dar las gracias a Plan International y a los países que lo financian por lo que han hecho por Samuel y por mí”. 

El trabajo humanitario de Plan International en Haití 

Además de su labor en Jacmel, Plan International trabaja con organizaciones haitianas para llegar a las zonas más afectadas y ampliar la provisión de alimentos, educación y atención a quienes más lo necesitan. 

El futuro de este trabajo requiere una acción urgente de la comunidad internacional. La organización continuará actuando como un actor humanitario basado en principios y hace un llamado a todas las fuerzas de seguridad haitianas a respetar el Derecho Internacional Humanitario, proteger a la población civil y garantizar los derechos humanos.

Recapiti
Sadaya Delaossa