“Los hombres no saben tratar a las mujeres. Son egoístas: si se saben amados nos olvidan; no se dan cuenta que la mujer necesita más caricias del alma que del cuerpo”.
Carmen Karr (1865-1943)
En una sociedad en la que ampliamente se prioriza el dinamismo y la globalización pensamos que convendría aplicar un enfoque conjunto de sí mismo y del entorno, una perspectiva de lo Personal inmerso en el mundo, con la visión preferencial del “quien soy, de donde vengo y hacia dónde voy”.
Es decir, hay que contar con la consideración de la propia naturaleza, pero, recordando a Ortega y Gasset, “yo soy yo y mi circunstancia” junto al añadido “y si no la salvo a ella no me salvo yo”.
El título de estas líneas nos recuerda el del libro del apreciado colega, Ignacio Jáuregui, psiquiatra aragonés y sevillano, destacado experto en los Trastornos de la Conducta Alimentaría (TCA).Este tema es marcadamente psicosomático y se presenta cargado de atrevimiento al atribuir al Cuerpo ─al elemento corporal de la persona─ la principal razón del enfermar en este tipo de procesos. El Espíritu parecería quedar encarcelado, sería como la víctima de las deficiencias metabólicas o funcionales del enfermo.
En nuestra experiencia, tras años de quehacer clínico en el ámbito de la Medicina Psicosomática, aclaramos que podemos dividir los factores que influyen la aparición de los T.C.A. en dos grandes grupos:
- Los propios del nivel individual:
- Sesgo perceptivo: Distorsión de la percepción de la propia imagen corporal, un “defecto de refracción” en este campo. La “corrección oftalmológica” que se consigue mediante las lentes equivaldría aquí a la compensación de la deformación en la percepción de la imagen.
- Sesgo atributivo: Distorsión que conlleva una minusvaloración o desprecio de la femineidad (mutatis mutandis en los varones) y de sus manifestaciones funcionales y anatómicas. Es generalmente debida a ignorancias o malas explicaciones al respecto.
- Subjetivismo marcado, una adhesión a la propia perspectiva, una escasa receptividad para con el terapeuta, el médico y la familia que puede acompañarse de impulsividad en atracones bulímicos.
- Pero también existe el imprescindible nivel sistémico:
- Disfunción relacional en familia y amigos. Desde los allegados surgen actitudes recriminatorias infravaloradoras, que agravan la situación al ser percibida como refrendo de lo que se pensaba respecto al escaso valor propio y nulo significado para los demás.
- El componente social, la transformación de los cánones de belleza estética por “la moda de las tallas” (“El feminismo ha muerto. Viva la Mujer”, Josefina Figueras). Y también, el consumismo y el marketing que lo acompañan sobrevalorando el tipo de marcada delgadez. (“La moda es algo más”, Covadonga O´Shea).
“El cuerpo como cárcel” no pretende priorizar al cuerpo sobre la psique sino llamar la atención sobre la unidad psicosomática de la persona que exige un diagnóstico etiopatogénico total, que incluya la afectación somática y reconozca la pluralidad causal condicionante de la génesis, desarrollo, evolución, tratamiento y curación de los T.C.A.
Nuestro título expresa significativamente la materialización en estos pacientes de la persona en la conciencia y en el inconsciente. En su prevención y tratamiento resulta universalmente admitida la primordial eficacia de una Psicoterapia Sistémica de la Persona por doble vía: intervención sobre la persona y ─lo que resulta esencial─ con las familias y el entorno social. Y tal como en el mundo de los accidentes de tráfico, es fundamental la prevención. Pensemos en vacunar, educando en valores capaces de equilibrar en la propia y personal dignidad al niño, al adolescente y a su familia, también con el entorno. Tarea motivadora y ardua, pero que merece sin duda el notable esfuerzo que solicita.
Dr. Manuel Álvarez Romero, Médico Internista
Dr. José Ignacio del Pino Montesinos, Médico Psiquiatra