Fiscalidad, debate serio | Institución Futuro

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Se trata de ser atractivos y competitivos para que se creen empresas, empleos, inversión e impuestos

Las recientes declaraciones de la presidenta de Navarra, María Chivite, en las que afirmaba que “todas las organizaciones empresariales piden lo mismo: no pagar impuestos”, junto con la entrevista del Consejero de Economía del Gobierno de Navarra, José Luis Arasti, quien subrayaba que “la fiscalidad es una de las fortalezas de Navarra porque la mayor parte de las empresas paga menos impuestos”, vuelve a traer sobre la mesa un tema, por desgracia, recurrente y a menudo plagado de inconsistencias.

Partimos de la base de que la fiscalidad es una herramienta fundamental a la hora de atraer y retener empresas, inversiones y talento. O lo que es lo mismo: la fiscalidad impacta de lleno en la competitividad de las regiones, negarlo supone negar la evidencia. Una vez asumida esta premisa, el debate viene al valorar si en la Comunidad foral estamos mejor o peor que en otras regiones y si este hecho impacta en las empresas.

Nuestra tierra, al igual que el resto de España, es una región de pymes. Microempresas, muchas de ellas sin trabajadores, cuya fiscalidad es, efectivamente, un poquito mejor que en el País Vasco y, en determinados casos, mejor que el régimen común. Este tipo de empresas difícilmente va a moverse o deslocalizarse por un punto de diferencia en el impuesto de sociedades. Una empresa que factura un millón de euros al año y tiene un margen del 20% (más de uno lo firmaría), la diferencia fiscal entre un territorio u otro podría ser de apenas 2.000 euros, lo que supone el 0,2% de la facturación. No parece que esa cifra pueda llegar a ser motivo de preocupación para plantearse un cambio de domicilio.

Lo que no resulta presentable es que las empresas medianas y grandes paguen un tipo de impuesto de sociedades del 28%, mientras que nuestros vecinos lo hacen al 24% y el régimen común al 23%. Y no solo hablamos de multinacionales, también de empresas que facturan a partir de 20 millones de euros. Las compañías de más de 50 trabajadores, de mayor tamaño, y facturación, suponen en Navarra el 40% de todo el empleo de la región. Buscan, o al menos lo intentan, atraer a directivos y empleados con sueldos elevados que, además, se ven penalizados en Navarra, por un marginal de IRPF del 52%, que roza lo confiscatorio y supera en ocho puntos el tipo de otras comunidades. Esas empresas grandes son las que atraen inversiones que enriquecen y generan más empleo.

En este momento, con esta foto de presentación, Navarra ha dejado de ser atractiva y como ejemplo basta con ver las inversiones que están viniendo trimestre tras trimestre. Absolutamente ninguna, cuando en otras comunidades más competitivas lo están obteniendo. Aragón y Madrid podrían servirnos de ejemplo.

Y de esos polvos, estos lodos. No hay empresa grande que vea ventajas en instalarse en Navarra. Dejando a un lado el retraso que llevamos en las infraestructuras clave como el TAV y Canal de Navarra, las conexiones tanto aéreas como terrestres, la a veces falta de estabilidad institucional… El escaparate fiscal para las grandes empresas no es atractivo. Siguiendo con este símil, quizá una empresa que se decide a entrar en la tienda encuentra algo que le encaja (véanse deducciones, que también las hay en otras regiones) pero primero tiene que entrar. Y lo que los expertos en la materia nos dicen es que la fiscalidad es una línea roja, los que están en el día a día así lo confirman. La experiencia también confirma que hace años Navarra era vista con envida por el resto de España en esta materia; quien quería invertir tenía facilidades y condiciones únicas, al menos como el mejor de todas las regiones. Y con la llegada de empresas privadas, llegaba el empleo. Es decir, no era solo la fiscalidad, era todo un ecosistema facilitador y cercano.

Capítulo aparte merecen las declaraciones de la presidenta del Gobierno. Los empresarios no se plantean no pagar impuestos. Vivimos en un estado del bienestar y la función redistributiva de la fiscalidad navarra es clara y asumida por todos. Plantear cambios fiscales no supone tener una visión reduccionista. Ahora bien, si se escuchara más a los empresarios, que son los protagonistas de esta historia, se entendería el por qué ponen tanto el acento en este tema. Formamos parte de una economía globalizada, los países compiten por la atracción de inversión y capital humano, y las empresas compiten en un mercado, también global, donde la carga tributaria es un componente más de su estructura de costes. Si ésta resulta mayor que la de los competidores, les supone una dificultad competitiva adicional.

No es capricho hablar de fiscalidad (ahora se recauda más que nunca, pero en base a tipos demasiado altos) ni lo es plantear que con unos tributos más ajustados y equitativos se atraerían más empresas e inversión, se crearían más puestos de trabajo de calidad, habría más cotizantes y se lograría, así sí, más recaudación sin asfixiar a quienes generan riqueza y empleo. Eso sí sería, como viene defendiendo Institución Futuro desde hace mucho tiempo, una gran fortaleza y redundaría en el bienestar de los ciudadanos. Pero si se sigue viendo a las empresas como el enemigo a batir, en vez de como el principal motor de la economía, este debate seguirá sembrado de populismo.

Así que no se trata de pagar menos impuestos. Se trata de ser atractivos y competitivos para que se creen empresas, empleos, inversión e impuestos. Se trata sencillamente de encontrar un camino entre empresas, ciudadanos y administraciones para, entre todos, mantener nuestro modelo económico y social que tanto bienestar ha procurado a Navarra y que, por desgracia, empieza a hacer aguas. El tiempo apremia.

José María Aracama Yoldi. Vicepresidente del ‘think tank’ Institución Futuro.

Recapiti
Isabel Larrión