La peligrosidad del amianto no solo reside en su composición fibrosa y capacidad de dispersarse en el aire, sino también en su forma de presentación y uso. La clasificación de los Materiales con Contenido en Amianto (MCA) según su aplicación práctica es fundamental para entender los riesgos asociados y establecer protocolos adecuados de identificación, gestión y retirada.
Los MCA se dividen principalmente en dos grandes grupos: materiales friables y materiales no friables. La friabilidad se refiere a la facilidad con la que el material puede desintegrarse, liberar fibras y contaminar el ambiente. Esta característica determina el nivel de riesgo al que se exponen tanto los trabajadores como el resto de agentes implicados.
Materiales friables con amianto: alto riesgo de exposición
Los materiales friables contienen amianto en una matriz débilmente ligada, lo que permite que las fibras se liberen con facilidad, incluso al tacto o por acción del aire. Su uso estuvo muy extendido en aplicaciones industriales y constructivas donde se requería aislamiento térmico, acústico e ignífugo, especialmente en sectores como el naval, ferroviario, energético e industrial.
Entre estos materiales se incluyen:
- Fibras sueltas para relleno, utilizadas como aislamiento en puertas cortafuegos, cámaras, falsos techos y pasos de instalaciones eléctricas.
- Revestimientos proyectados o morteros con amianto, aplicados sobre estructuras metálicas para protección contra el fuego o la condensación, con presencia significativa en edificios públicos, naves industriales, aparcamientos y fachadas.
- Calorifugados, empaquetaduras y cordones, empleados en sistemas de climatización, maquinaria industrial y válvulas expuestas a altas temperaturas o sustancias agresivas.
- Tejidos con amianto, como guantes, mantas, delantales o fundas térmicas, utilizados en fundiciones, hornos y actividades de soldadura.
- Placas prefabricadas, fabricadas con mezclas de yeso, virutas o aglutinantes que, al deteriorarse, pueden liberar fibras con facilidad.
- Papeles y cartones con amianto, usados en instalaciones eléctricas y térmicas, por su resistencia al calor y su capacidad aislante.
El uso de estos materiales fue generalizado en construcciones realizadas entre las décadas de 1950 y 1980. En la actualidad, su detección e identificación requiere de inspecciones técnicas detalladas y, en muchos casos, del análisis de muestras en laboratorio.
Materiales no friables con amianto: bajo riesgo si están en buen estado
A diferencia de los anteriores, los materiales no friables están compuestos por una matriz sólida y compacta (como cemento, betún o resinas plásticas), lo que reduce la probabilidad de liberación de fibras si el material permanece intacto y no es manipulado.
Dentro de este grupo, se identifican dos categorías principales:
Materiales no friables de alta resistencia mecánica
Estos materiales eran apreciados por su durabilidad, resistencia química y estabilidad estructural. Algunos ejemplos son:
- Elementos de fricción (zapatas de freno, embragues, etc.) utilizados en vehículos, ascensores y maquinaria industrial.
- Losetas termoplásticas y plásticos reforzados, aplicados en suelos de oficinas, viviendas e industrias.
- Adhesivos y masillas, empleados en sellados de juntas, ventanas y pavimentos.
- Betunes y asfaltos, con uso en impermeabilizaciones, cubiertas y capas de rodadura en carreteras.
- Pinturas y barnices con amianto, aplicados para resistencia al desgaste y altas temperaturas.
Su manipulación, corte o deterioro puede transformar un material inicialmente seguro en un agente altamente contaminante, por lo que deben tratarse con extrema precaución durante obras de rehabilitación o demolición.
Fibrocemento: el uso más extendido en edificación
El fibrocemento fue, probablemente, la forma más común de utilización del amianto en España. Se trata de una mezcla de fibras de amianto (principalmente crisotilo) con cemento, moldeada en una gran variedad de formas: placas, tubos, depósitos, jardineras o canalizaciones.
Su uso fue masivo en cubiertas, bajantes, conducciones de agua potable, chimeneas, depósitos y componentes de ventilación. Aunque se considera no friable, su degradación con el tiempo lo convierte en un riesgo potencial significativo para la salud pública y ambiental.